viernes, 30 de diciembre de 2011

José Mª Siles

            A lo largo de toda la navidad había ido creciendo el interés, a todos los rincones llegaba la noticia de que el maestro que había hecho la película venia al pueblo. En Topares, “la película” solo puede ser aquella en la que se puso de manifiesto las pésimas condiciones en las que se vivía, sin agua potable, había que esperar horas y horas para poder llenar un cántaro de agua de la que beber. Después de muchos años nos encontrábamos sin médico residente, la carretera era un suplicio, llena de piedras, baches, sin asfaltar. Por no haber no había ni cura, en la comarca se decía que Topares era igual que el cáncer, que no tenía cura, en fin todo un poema.
            Los mayores de ahora, hace treinta y cuatro años estaban en la plenitud de sus días, igual no recordaban el nombre del maestro, pero seguro que retenían en su memoria el maestro que había hecho una película-denuncia del pueblo, que como consecuencia de la misma se había puesto en lucha. En su reportaje dio a conocer en la  provincia y el estado las condiciones de vida de la España profunda, lejos de las aleluyas de la televisión oficial y única y de lo bonito de las “Crónicas de un pueblo”.
            En la historia de los pueblos hay acontecimientos que son partida para el desarrollo o la destrucción, con la cinta se inicia el desarrollo de Topares. La rebeldía, el no callar, el reclamar nuestros derechos como personas supone un proceso de mejora que nos llevó a los momentos actuales.
            En esta navidad Topares vivía unos días de espera para el reencuentro con su historia, la fecha era el 3 de enero de 2009, el personaje, José Mª Siles, el maestro que realizó la película, aquel que era comunista y lo iban a meter en la cárcel, aquel que después salía en los telediarios.
            Nadie  esperaba que nos juntáramos tanta gente, desde muy pronto se fue llenando el bar, los que todavía están en el comedor son literalmente asaltados, ocupando todo el bar , deseosos de no perderse nada. Ya no cabían más y seguía entrando la gente.
            El encuentro fue muy emotivo, a pesar de que solo se contaba con unas pocas fotos, iban aflorando personajes, momentos, lugares, anécdotas, todo valía para traer a nuestra memoria unos tiempos de ilusión y esperanza. Nos quedamos con ganas de más, pues faltó la estrella a la cita, la película, en los rudos rostros se dibujó una desilusión, para después superarlo ampliamente a lo largo de la tarde. Habían pasado muchos años, pero Siles parecía que se encontraba en su hogar y el pueblo le devolvía el cariño como Topares solo sabe hacerlo.
            La escuela marca y define al maestro, que no deja de serlo nunca. José Mª venía como periodista a recordar su etapa de maestro, pero no, aquí estaba el docente. Los que realizamos nuestra labor en la escuela nos reconocemos en cualquier otra actividad que hagamos. Periodista y maestro tienen en común que los dos quieren transmitir un conocimiento, los dos tratan de expresar una verdad. Para lograrlo buscamos la motivación, el despertar el interés. Así él manejaba al auditorio como el maestro al alumno, buscando el estímulo para crear la atención, la ilusión.
            El ritmo, la secuenciación, el transcurrir de la tarde nos iba mostrando a un maestro que trabajaba de periodista. Poco a poco fue deslumbrando a la gente hasta que los tuvo entregados como pequeños infantes. Todos querían participar, se fueron contando historias, recuerdos, expresando las vivencias con la sencillez de los humildes, de los que saben reconocer la superioridad cultural de otros, la candidez que brota del pueblo, con todos los sentidos abiertos para poder empaparse de todo lo que aquella tarde diera de si.
            Observando el acto me viene a la memoria el recuerdo de aquellos días, imágenes aún en blanco y negro. Retrato de otro pueblo reunido en el mismo salón, en el letargo de la noche obscura de la dictadura, pero como siempre en Topares, una noche apacible, silenciosa, tranquila, dulce.
            Fueron años de expansión, de crear ilusiones, de avanzar. Muchas personas que habían tenido que emigrar, ahora mejor situados, empiezan a volver a pasar las vacaciones en el verano y las navidades. Se producen continuos reencuentros. Las noches de verano se llenan de juntas donde se cuentan las peripecias, miserias y penurias de antaño. Donde los que regresan ya pueden contar las anécdotas de los primeros momentos de la emigración, recién salidos de las entrañas de la tierra y vividores de la cercanía del pueblo, ajenos al ritmo y las costumbres de la ciudad. Pero ahora era cuestión de olvidar las carencias del pasado y todo era reír de las divertidas anécdotas que las necesidades había fabricado continuamente. Para los que éramos jóvenes de verdad en aquellos años, supuso conocer un tiempo de Topares que aunque cercano no lo habíamos vivido lúcidamente por no haber nacido o ser muy pequeños. Esas tertulias nos acercó a la historia y al conocimiento de nuestro pueblo.
            También fue un tiempo de descubrimientos, de volver a pensar en Topares como algo importante, cuando últimamente nos habían hecho creer que no valía nada, que todo lo de fuera era preferible, que lejos se vivía mejor. Fue un tiempo de empezar a recuperar nuestro orgullo de lugar, nuestro orgullo topareño.
            Ahora poco importa los motivos que le llevaron a realizar la película, prefiero destacar las circunstancias que hicieron que la gente se fuera implicando en el proyecto, la ilusión por mostrar su cultura, su arte, su vida, sus habilidades, sus tradiciones, sus problemas, como se fue desnudando para mostrarse tal como era, sin ropas, al desnudo, sin pudor y con la ingenuidad de los pueblos que no tienen nada que ocultar, pemsando que su memoria no es meritoria, no dándole importancia a su riqueza, a su valor.
            Para la música se juntó la mejor cuadrilla, vinieron de todos los lugares las mejores guitarras y las voces más dulces. Se torno todo seriedad, la responsabilidad de todos se alió para que el resultado fuera el mejor. Topares, por encima de todo, aunque sumido en una serie de calamidades, quería mostrar lo mejor de si, aunque olvidado de las instituciones, especialmente del ayuntamiento de Vélez Blanco, Topares era un oasis de tranquilidad, de belleza interna, sus campos ricos en cereales y sus gentes con una personalidad especial, cautivadora. Todos éramos conscientes de que nuestra imagen saldría al mundo exterior, que nuestra historia se estaba plasmando en esa cinta, era nuestro particular camino, el descubrimiento de nuestras esencias. Pusimos todo el empeño en que se reflejase el bienestar, las alegrías, todo a pesar de las cicateras condiciones en las que se vivía, Topares merecía la pena conocerlo y amarlo, cuando amarlo era muy fácil por sus tierras y sus gentes.
            El curso escolar estaba acabado, la cinta también, ya estaba rodada y concluido el trabajo de campo, faltaba ahora, el laboratorio, su revelado y montaje, siendo difícil recordar la fecha exacta calculo que sería por principios de la segunda mitad de agosto cunado se hizo la proyección en Topares.
            Como ocurrió esta navidad, había gran expectación por ver la película, los que estaban de vacaciones para conocer lo que habían hecho de su pueblo, resumiendo se fue creando un interés desbordante, quizás causante de que los acontecimientos se desarrollaran después como sucedieron. Nadie sabía exactamente que veríamos en la película. En sectores del pueblo se hablaba de Siles como “rojo” y “comunista”, se mascaba un cierto miedo a “si pasaba algo”, a la vez todos querían ver al padre que salía, al hermano o hermana, al hijo, a él mismo, al vecino, al conocido. La ilusión era mucha por ver lo que se contaba de nosotros en el film, nuestra realidad.
            La proyección oficial o más importante fue por la noche en el salón parroquial que estaba a reventar, al poco de empezar asomó por el lugar la guardia civil, conclusiones posteriores me dice que vinieron sin una directriz concreta, viviendo aún Franco, con la fama de “rojo” que tenía no es de extrañar que vinieran avisados por las “fuerzas vivas de la localidad”. Pero hay que aclarar rápidamente que en ningún momento se vio ninguna animadversión concreta hacia Siles, ni de la guardia civil, ni de la gente del pueblo.
            Con la proyección se habían puesto unos folios para recoger firmas de la gente dándole autenticidad a lo que en la película se decía. El silencio era profundo, la gente cada vez más embobada en lo que veía. Para terminar había elegido una secuencia en la que se veía empezar el telediario, “el parte” de las nueve de la noche, aquel en que la palabra telediario daba vueltas alrededor de la Tierra, era en el salón del teleclub y en el momento de empezar el “parte” todos se volvían de espaldas y una voz en off de cía algo como “Topares vive de espaldas a las noticias oficiales”.
            Al terminar resuenan aplausos importantes, la gente firma toda a la vez que los corrillos se van formando, tanto en el mismo salón como en la puerta. Pasados unos momentos la guardia civil interviene, le pide a Siles los permisos pertinentes de la película, de la exhibición y de la recogida de firmas. Solo tiene el permiso de proyección de la película, pero carece de permiso para celebrar el acto en Topares y recoger firmas. Después de los primeros minutos, lo conducen a la escuela y allí lo tienen retenido e interrogándolo al menos una hora. La gente no se va, llena de corrillos la puerta de la iglesia, todos dan su opinión de lo que puede pasar y de lo que se está cociendo en la escuela. Después pasan a hablar de lo que habría que hacer en caso de que lo detuviesen, de que tienen que defenderlo en caso de que se lo quieran llevar al cuartelillo. En esos primeros instantes no se sabía nada de lo que podría pasar.
Por fin salen de la escuela pero sin una solución final, él paso realmente momentos difíciles, claro que también vio que el pueblo estaba a su lado y si al principio su preocupación era que se lo pudieran llevar al cuartel, después su inquietud pasó a ser la película. Esta ya se había pasado en un festival realizado en Portugal y a los pocos días de Topares se pasaba en otro festival que había en Almería por sus fiestas, estando la guardia civil empeñada en que se tenía que quedar con la película y las firmas.
            Aquí quiero hacer una valoración muy personal, cuando suceden los hechos tengo sobre los veinte años, una necesidad de participar en las cosas del pueblo, de estar en medio como se dice, vivo intensamente los momentos de ilusión que se vive en la Universidad y en mis pensamientos crece la idea de que hay que hacer algo para salir de la obscuridad que nos embarga, ya está bien de esta larga noche triste y necesita llegar un alba reluciente, de que llegue la mañana luminosa, así no es de extrañar que me uniera en aquellos momentos cierta amistad con José Mª a través de la escuela, a la vez de una admiración por lo que hace en la misma y en la calle. Mi padre, por otra parte siempre ha mantenido estupendas relaciones con la guardia civil, así que aquella noche me movía entre los dos mundos y estuve metido en medio de todo el fregado. Aquella noche todos dieron la cara por el maestro, si acaso siguiendo la costumbre de los mayores de entonces, le achacaban lo mal que pudiera haber hecho a su juventud, por lo que a veces no sabía lo que hacía, pero era buen muchacho y siempre buscaba lo mejor para el pueblo y sus alumnos.
            A todo, ya hacía un par de horas de la película y de allí no se movía nadie. La impresión particular es que la guardia civil vino sin saber cuál era su cometido, su reacción era más debido a la expectación y al revuelo que se había formado, al miedo de aquellos años por si aquella noche en Topares se iniciaba la gran revolución, en resumidas cuentas, inocentes guardias civiles rurales que entre todos les habían llenado la cabeza de miedo por si aquello daba pie a alguna acción, a alguna protesta en el ayuntamiento y ellos, estando presentes, no habían actuado, no habían hecho nada para impedirlo y entonces pudieran aparecer como responsables ante sus superiores.
            Ya en la madrugada la guardia civil se va, se llevan con ellos la película y las firmas, el maestro se tiene que presentar por la mañana en el cuartel para allí dar la solución definitiva. La gente permanece en la puerta de la iglesia, José Mª se derrumba, pierde la entereza que ha mantenido a lo largo de la noche, nunca pensaba que en Topares fuera donde la película tuviera los problemas, la gente le apoyó en todo momento, ya bien de madrugada nos recogemos, al final quedamos en que yo le acompañaría y que Avelino, el cartero, también se acercaría al cuartel de María para echar una mano con la guardia civil pues al maestro lo único que le importaba ya era recuperar la película.
            Así a la mañana siguiente nos encontramos en el cuartel Avelino, el maestro y yo, la guardia no se había aclarado mucho, seguían con las mismas dudas, nuevamente se encierran a hablar. A todo esto hacía gracia ver a Avelino, sus alpargatas blancas que llevaba siempre y sus tics nerviosos, para los jóvenes os diré que era uno de los personajes peculiares del Topares de la época, cuando era pequeño se quedó tuerto jugando con una caña y siempre estaba humedeciéndose el ojo que no tenía, cuanto más nervioso estaba más rápido lo hacía, aquella mañana no paraba de escupir en el dedo y humedecerse el ojo, solo le decía al cabo que era una persona muy buena, que en Topares lo querían y que no había hecho nada malo.
            Por fin, ya entrado el mediodía, a eso de las dos, lo dejan ir, se puede llevar la película pero se quedan con las firmas y una amenaza, de alguna manera, de que si volvía a poner la película en Topares se la recogían y lo encerraban en el cuartelillo. El final fue más feliz de lo que en algunos momentos se pensó. El maestro se fue a Almería más contento que unas pascuas y Avelino y yo para Topares, los que lo conocisteis, sabéis que había pocas cosas que le metieran a él prisa, así que hicimos el viaje de vuelta bien tranquilos hablando de todo lo sucedido y fumando continuamente.
            Esa noche fue, quizás, el último contacto del maestro con el pueblo, hasta esta navidad pasada. Después a lo largo de aquel invierno en diferentes revistas fueron apareciendo reportajes de la película y por consiguiente de Topares, como anécdota os puedo contar que mi tío Vidal, estando en Alemania, ojea una revista española en un quiosco y de pronto ve que sale Topares, ve la foto de los cántaros y dice ¡pero si es mi madre!, como loco compró todas las revistas de aquella que había en el quiosco y escribió a todos sus hermanos mandándoles el artículo de la revista.
            Todos esos sucesos que se encadenaron en aquellos momentos, recordemos que es el último año de la dictadura, supuso el punto desde el que Topares inicia un salto hacia el futuro, inicia su carrera hacia el progreso y aunque decía de que había sido el último acto del maestro con el pueblo, cuando después salía en las imágenes del telediario desde sus diversas corresponsalías, en las casas del pueblo siempre se hacía el comentario de que era el maestro que había hecho la película.
            El aire juvenil de José Mª Siles que pudimos ver en el acto que vivimos el 3 de enero es el reflejo o la consecuencia del aire activo, joven, dinamizador de su estancia entre nosotros como maestro. Yo terminaba la carrera por entonces, a veces entraba en su clase, donde siempre encontraba su ayuda y comprensión. Creaba en la misma un clima de investigación, creatividad y dinámica que conllevaba la implicación de los alumnos en su propio aprendizaje, así en la tarde del 3 pudimos comprobar de la boca de sus alumnos como aún recordaban sus enseñanzas y como se les quedo la idea de una escuela nueva y moderna, rica y engrandecedora.
            Terminando estas líneas, además de expresar mi homenaje y admiración por José Mª Siles, quiero rendir homenaje y admiración por Topares y sus gentes. Estas personas que llegan a un pueblo y dejan su huella e impronta, no serían nada si no hubiera un lugar donde sembrar, una gente con la que trabajar, pocos lugares son tan propicios para eso como Topares. Su sabiduría sencilla, humildad, saber estar de sus gentes, mostrándose siempre humanos, agradecidos, solidarios, espléndidos, acogedores. Han venido maestros, médicos, ATS, sacerdotes y otros, que han llegado llorando al ver el sitio al que llegaban y al irse se han ido llorando al ver el lugar y la gente que dejaban atrás, sin tener reparos en reconocer que se iban enamorados del pueblo y sus vecinos.
            Desde la perspectiva que me dan tantos años de vivir fuera, aunque siempre mantenga contacto con el pueblo, os digo, mantened viva la llama de Topares y nunca dejéis de ser tan maravillosos.

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