viernes, 28 de octubre de 2011

a Rosario

Cuando empecé el blog pensaba solo hacer entradas relacionadas con Topares y su historia, en este momento me vais a permitir que esta entrada, al cabo del tiempo, lo sea muy personal. Este verano mi vida se ha visto estallada y pulverizada. Así os quiero contar mi historia y mis sensaciones.
                Empiezo con que el día 12 de agosto me operan de próstata, los médicos llaman prostatectomía radical, quiere decir que me rajan y me extraen toda la próstata, no es fácil y puede tener inconvenientes, en mi caso ha ido todo bien, salvo la incontinencia inicial y la posible impotencia. Te deja un estado inseguro, una sensación de pérdida de facultades, una disminución de tu concepto de hombría, te sientes menos hombre, te planteas tus futuras relaciones y te queda la incertidumbre si el problema está superado para siempre.
                A las tres semanas de mi operación mi mujer, Rosario, empieza a tener comportamientos que no corresponden al estado de felicidad que nos ha llenado el verano. Lo achacamos a la tensión vivida como consecuencia de mi operación, pero los síntomas cada vez van a más, y se hace más difícil explicar que son solo  consecuencia del stres. Todavía en la primera visita al médico se considera esta posibilidad, pero el deterioro va a mayor. En la segunda visita al médico,  ya se ve que la cosa va de  gravedad y tras las pruebas se determina que el cáncer ha vuelto a irrumpir y esta vez de forma terminal, así entra en el hospital el lunes 18 y el 24 se produce el hecho fatal.
                Después de que en agosto toda la analítica ha salido perfecta, por lo que nuestra alegría es inmensa, septiembre nos castiga con la mayor fatalidad. A lo largo del año, en el desarrollo de su enfermedad, aunque día a día se constataba su mejoría, nosotros siempre manteníamos un ¡ay!, temiendo que en cualquier momento se manifestara su lado más horrible, pero al final del verano estábamos confiados en que la cura estaba muy avanzada y, más importante, que si en algún momento veíamos que variase un poco se sabía el camino para la curación. Por eso un desenlace tan rápido y brutal nos ha cogido de sopetón.
                No solo hemos perdido a nuestra mujer, madre, amiga,… hemos perdido a una persona que a su lado siempre tenías un momento de alegría, una ilusión que realizar, como me dice un amigo belga: “una sonrisa y una belleza que no se pueden olvidar”, “Rosario nunca se quejaba de nada, era siempre tan dispuesta a escuchar los padecimientos de los demás y sé que le daba tanta alegría poder ayudar a los demás”. Mi estado es de soledad y abandono supremo, mi vida ha sufrido una amputación, de la vista, del oído, del olfato, de todos los órganos por los que me relacionaba con ella, mi agenda se ha bloqueado, me he quedado sin futuro y solo atisbo a ver un presente de sillón, de apatía, de vaguedad.
                Piensas que no tienes nadie con quien hablar, cuerpo que acariciar, manos que te acaricien, vas al bar y a los cinco minutos te preguntas que estás haciendo ahí si ella no está. Como dice el poeta, si en la ciudad está tu, ya no hay nadie más. Si en la ciudad ya no estás, en la ciudad no hay nadie. Comes, vegetas, duermes si puedes, pero todo carece de ilusión, de sentido, de vida. El vacío te rodea y te comprime.
                Solo me queda el gran recuerdo de la felicidad que he saboreado viviendo a su lado y por ello siempre le daré las gracias por haberme permitido compartir su maravillosa vida.
Siempre tuyo, siempre te querré. Fonfo
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