viernes, 21 de diciembre de 2012

OTRA NAVIDAD


Ante mi se abre una nueva navidad, la segunda sin la compañía de Rosario. Es normal que su ausencia no te ahogue continuamente, pero hay fechas que su recuerdo, su pérdida si te machaca bruscamente.
                No es que nosotros hiciéramos nada especial estas fechas, ni que el motivo nos afectara particularmente. Pero nos conocimos en una navidad y en Topares siempre han sido un momento de encuentro, de relaciones con la familia y especialmente con los amigos. Al final de la misma los reyes, que vivíamos con una ilusión de niños, siempre manteniendo el misterio, el enigma del regalo, cada uno intentando cazar el detalle, una pista para captar su quimera o para adivinar que te esperaba.
                Así la navidad siempre era momentos de complicidades, de fábulas a flor de piel, de insinuaciones y quiebros, de afectos y deseos. De noches cálidas y veladas alargadas en compañía de los amigos o manifestándonos nuestro amor.
                Ahora, días antes de que llegue, veo soledad y frio en mi horizonte. A mi alrededor se desarrolla complicidad, amor, alegría y felicidad. Se cierra un año y se abre otro que se proyecta en un futuro en común, con la esperanza de nuevas ilusiones, con la felicidad de iniciar un nuevo ciclo junto a tu pareja, siguiendo con las mismas ganas de compartir tu vida junto a él, a ella. Pero conmigo no va nada de esto, me mantengo ajeno, espectador, sin ya poder proyectar mi vida junto a ella, sin la ilusión de prolongar mi vida de amor, sin el sueño de sorprenderla en reyes, toda mi pasión y enamoramiento enmudecidos en el negror de la noche de los tiempos. Sin la esperanza de sentir en la madrugada el calor de su cuerpo junto al mío, sin esperar que el sueño se apodere de mí,  confortado por su respiración consoladora, mecido en la suavidad de sus palabras, en el roce con su piel afectuosa.

                Pero parece que la vida siempre te deja un resquicio, así, en esta navidad espero el reencuentro con Adrián, después de tres meses en Polonia, viene, junto a Mª José, a pasar las fiestas con nosotros, tengo los nervios electrizados a la espera de poder verlos y darles un gran abrazo, ahora son mi vida y el sentido de la misma. Claro, que estos días tampoco soy capaz de sustraerme a la idea de cómo sería esta espera con Rosario, el regreso de su niño querido, nuestro nerviosismo compartido, los planes que surgirían, tantas palabras para comunicar, tanto cariño para dar.
                En todos estos sentimientos que expreso, sabed que también está el gozo de observaros unidos, de envidiar la felicidad que os envuelve, percibir a mis amigos y amigas llenos de alegría, compartiendo amor, acechar el deseo y la pasión en sus ojos, entonces sus venturas me confortan y me complacen.
                A todos les deseo dicha y felicidad, esperanza e ilusión para llenar un nuevo año.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Los barberos


La vida de nuestros pueblos ha variado mucho a lo largo de los últimos años. Si nos remontamos hasta hace unos treinta, cuarenta o cincuenta años veremos como han ido desapareciendo locales y actividades que se desarrollaban en el pueblo  de forma desmedida. En esotro tiempo, casi todas las labores de la vida diaria se daban en Topares, constituyendo en muchos de los casos una situación social.
En esta entrada me dispongo a hablar de unos de esos locales y profesión, las barberías y los barberos. Actualmente disponemos de dos peluquerías que atienden igual a hombres y  mujeres, siendo lo normal por todas partes. El afeitado ha desaparecido prácticamente, las nuevas maquinillas, manuales o eléctricas, han llevado este menester a la intimidad del baño, las barberías exclusivas de hombres son contadas y en las mismas prácticamente solo se realiza el corte de pelo, no sabemos tampoco por cuanto tiempo, pues ya son frecuentes los ingenios de cortarlo. En los tiempos pretéritos de los que hablamos, el uso era afeitarse y arreglarse la cabeza o el pelo, ambas expresiones se usaban, consistía en quitar el pelo del cuello, con las máquinas de cortar, arreglar las patillas y quitar la poco parte que se dejaba crecer de arriba.
                En Topares eran tres, exclusivas para los hombres. Aún antes, estaban las del tío Fermín,  la del tío Eliseo y la de Clodoaldo,. La de Fermín la continuó su hijo Julio, que llamábamos el barbero. La de Eliseo, Germán que además era sacristán y actor y que se casó con una hija de Fermín y la de Clodoaldo, su hijo Avelino, y sobrino también de Fermín, años después se convertiría en el cartero del pueblo y ya solo atendía a amigos incondicionales. Me contaba el hijo de Germán, que su padre había visto al tío Eliseo aún, sacar muelas, pues antiguamente los barberos eran los encargados de este menester. Así los tres nuevos barberos mantenían una relación de parentesco.
Julio, el de la derecha con unos amigos

                La barbería de Julio se situaba detrás de la iglesia, una pequeña puerta con cristales daba a una habitación, no muy grande, a la derecha estaba el sillón del barbero, delante una mesa adosada a la pared con un gran espejo encima. Sobre el mármol que cubría la consola sus utensilios. Un par de máquinas para cortar el pelo, las tijeras y el peine, la pequeña jofaina para el agua, la brocha, las navajas, el cuero para afilar, el jabón, alguna toalla, el cepillo para limpiar los pelos que se quedaban adheridos al cuello, algún bote de polvos de talco, una barra que parecía de hielo para después de afeitar, unas hojas de periódico o cualquier papel para limpiar la navaja y poco más. Así era en todos los casos.
Julio, ya retirado con una  de sus nietas

                Avelino la tenía en la calle Santa Lucía, enfrente de la casa de José Mª de la Eufemia y actualmente de Juan el municipal. La habitación era amplia y el sillón estaba a la izquierda de la entrada, cuando después lo nombraron cartero, la misma habitación pasó a ser la cartería.
Avelino, ya siendo cartero

                La de Germán estaba más arriba, en la calle que va desde las Cuevas hasta la calle San Vicente y que ahora ocupa cuando viene de vacacione su hija Emilia. La habitación no era muy grande y el sillón lo he visto a los dos lados de la entrada. Con el tiempo se quedó como único barbero del pueblo.
Germán, con Avelino en el salón parroquial, en un momento de descanso

                La mayoría de los parroquianos hacían el pago con la “IGUALA”. Pagaban una vez al año una cantidad fija, por costumbre en agosto,   bien en dinero o en grano, principalmente trigo. Aseguraban así la atención durante todo el ciclo anual. Las de los propietarios y ganaderos más pudientes conllevaban la asistencia en su propia casa, el barbero se desplazaba a los domicilios de los igualados, que en muchos de los casos eran propietarios de sus propias navajas, la igualación también afectaba a toda la familia, sobre todo a los hijos pequeños. Mi padre, mientras Julio ejerció, la tenía con él. Cuando la barbería pasaba de uno a otro, pasaba también la clientela. En mi infancia iba a la de Julio, o me cortaba el pelo cuando venía a mi casa a afeitar a mi padre, para los pequeños disponían de una silla más pequeña o un cojín grande para que no nos perdiéramos en el sillón del barbero.
                En el pueblo funcionaban los sábados por la tarde y el domingo por la mañana, claro que ante cualquier urgencia, por un viaje inesperado o cualquier otra circunstancia, el necesitado se presentaba en casa del fígaro que no tenía ningún inconveniente en arreglar al cliente.
                Durante la semana iban por los cortijos para atender a sus moradores, entonces estaban todos habitados y, en algunos, con bastantes vecinos, con lo cual no todas las semanas recibían la visita de él, así como mínimo tardaban quince días en volver a recibir su asistencia. Barbas endurecidas por el sol y las inclemencias del tiempo hacían necesario que las herramientas estuviesen muy cuidadas, pues podías arañar y dañar al usuario.
                Por gentileza de Juan, hijo de Germán, que también estuvo de aprendiz con su padre y que al final de su estancia en Topares ya realizaba el trabajo junto al mismo, me llega la lista de los cortijos que visitaba su progenitor, ahí va: Cortijo del Tío, Los Serranos, El Pozo Juan López, Los Sánchez, Las Casas de Gea, Santonge, La Loma, El Cerro, La Casa Ortega, Los Almagreros, La Boquera, El Jardín, Bugéjar, Los Cerricos, El Duque, Los Cuartos Nuevos, Barrás, La Cañada Grande, San Antón, Las Porchás, El Chaparral, La Casa Guino, Macián, Las Cobatillas, Espín, La Junquera, El Carrascal, El Perigallo, La Casa Mula, El Mancheño, El Carrizalejo, El Retamalejo, El Gamonal, El Cortijo del Fraile y puede que alguno más.
                El trayecto lo hacían en bicicleta, si nevaba o llovía mucho tenían que hacerlo andando o en burra. Ahora nos puede resultar difícil calibrar la importancia de la labor que hacían, pues no solo era el hecho de afeitar y cortar el pelo, también se constituían en vehículos de enlace entre las personas de estas cortijadas. Al recorrer toda la zona, muchas veces eran transmisores de noticias entre las familias, también recados y mensajes. De alguna maneja eran emisarios de las buenas nuevas y desgracias que acaecían en los diferentes lugares. Si la ruta era cercana salían al amanecer y regresaban al atardecer, pero a veces la lejanía o las condiciones climáticas les obligaban a pernoctar en alguna de las alquerías.
                Su esfuerzo era considerable, las bicicletas no contaban con cambios de platos y piñones, los caminos eran los que habían, con barro, nieve o lo que se presentara, cualquier retraso por el camino o un pinchazo inoportuno, podía llevar que la noche, sobre todo en invierno,  se echara encima. Cuando no, el estado de las vías, hacía necesario que cargaras con la bicicleta para seguir a pie, no es difícil imaginar que no era ningún paseo triunfal.
                Julio era el mayor de los tres y, cuando yo ya tenía doce o trece años, aunque mi padre tenía la iguala con él, quería ir a casa de Germán. Entre los jóvenes empezaba a considerarse la forma de llevar el pelo como un gesto de rebeldía y afirmación de nuestra personalidad y, nos parecía, que Germán lo hacía más de acuerdo a nuestros gustos, así que convencí a mis padres para dejarme cambiar. Siempre me ha entusiasmado escuchar las historias de los mayores y, las barberías, recuerdo,  solo de hombres, eran lugares donde se oían chascarrillos, anécdotas, leyendas y todo tipo de historias de otros tiempos.
                Para los que no conocéis Topares os sitúo. El establecimiento se encontraba en la parte alta del pueblo, delante de la casa había, hay, una pequeña explanada y ningún otro edificio le tapa el sol o la vista al horizonte. Aquí la climatología es dura, así que desde octubre hasta mayo un día soleado se agradece. Asistir a la barbería era además, un acto social, íbamos sin prisas, realmente a echar la tarde o la mañana. Casi todos los días, el personal desbordaba la capacidad de la habitación, entonces, si el día era soleado, la puerta se constituía en lugar de tertulia y juegos.
Germán, en su peluquería, arreglando el pelo a un cliente

                A veces, esos tiempos de espera se dedicaban a juegos como “El Palmo”, se hacía con monedas, pesetas o perras gordas. Éstas se lanzaban contra una pared, salían rebotadas, cuando pretendías que se alejara mucho de la pared se daba al brazo un movimiento de abajo a arriba, lo que provocaba que la moneda alcanzara más altura y quedaba más lejos de la misma. La forma de ganar consistía en que tu moneda quedara lo más cercano a otra moneda, si la distancia era más pequeña de un palmo la moneda del adversario era tuya, si no tenías que dejar la tuya en la tierra para que otro intentará ganártela. Otras veces jugaban al “caliche”, o cuando no aparecía una baraja y jugaban a la brisca o a los montones.
                En la habitación había cinco o seis sillas, frecuentemente había gente de pie, sentada en el suelo o se salían fuera. En los días duros de invierno, también pasaban a la cocina de la casa y se calentaban en la chimenea. En estas reuniones, al cabo de la jornada, se habían tocado todos los temas posibles. Los asuntos del campo, la siembra, las heladas, los barbechos, de los animales,  entonces existentes todavía en el pueblo,  de los mercados, todo lo que se relacionara con su quehacer diario. Se contaban recuerdos e historias de personas singulares que ya habían muerto, de formas de vida y penurias de tiempos más antiguos, chanzas y anécdotas que le habían ocurrido a diferentes vecinos del pueblo, recuerdo que contaban muchas veces de la llegada de los primeros automóviles al pueblo y, que en algún caso,  hasta los habían apedreado. Por eso cuando iba, y era concurrida la clientela, nunca tenía prisa ni encontraba el momento de marcharme, disfrutaba de esos momentos y era la compensación al fastidio que me producía el que me cortaran el pelo, que aún hoy me lo produce. Los tirones de las máquinas de cortar el pelo, pues eran accionadas por el hombre y cuando la retiraban de tu cabeza, si aún no estaba liberado del todo el peine de la misma, te daba un buen tirón. El picor de los pelos que quedaban en el cuello y la espalda, claro al llegar a casa no había ducha ni nada parecido, solo la mano agradable de la madre que con una toalla intentaba quitarte los que podía. Por supuesto eso de que te lavaran la cabeza en el lugar era algo, que en Topares, no estaba  aún  ni en la imaginación.
                Después resulta que van apareciendo las maquinillas de afeitar, cada vez más conseguidas, con apenas riesgos de cortarte, desechables o no. Las comunicaciones mejoran ostensiblemente, cada vez son más los particulares con coche y aprovechan los viajes fuera para acudir a una moderna peluquería. Los cortijos se quedan vacios, el pueblo, con la emigración, va tomando aires de soledad, se cierran casas y casas. El panorama se ennegrece día a día y, estos oficios artesanales, van sucumbiendo en el remolino del progreso, ante la evidencia de que con su ganancia no pueden mantener a una familia.
                Así, Germán, el último barbero y sacristán, tiene que tomar rumbo a Valencia, donde se pone a trabajar de vigilante, pero nuevamente su hijo Juan me cuenta que nunca dejó el oficio. En los ratos que le quedaban acudía a una peluquería a echar una mano y después consiguió su propia clientela. Tras jubilarse estuvo ejerciendo en un Hogar del Pensionista hasta pocos años antes de su muerte, después de cumplir  los 90. En los veranos, cuando venía a Topares de vacaciones, también se `ponía a la faena si alguien se lo pedía.
                Sería estúpido y vergonzoso por nuestra parte intentar comparar la calidad de vida actual del pueblo con la de aquellos otrora años, en cualquier aspecto de nuestra vida diaria. Pero eso no es óbice para que recordemos aquellas actividades artesanales, así como a sus artífices con mucho cariño y afecto. Es nuestra historia, nuestra vida y lo que ha dado sentido y forma a nuestro pueblo: Topares.

jueves, 22 de noviembre de 2012

cataratas


Cuando murió Rosario, el dolor se apoderó de mí, lo he escrito a lo largo de todo el año en las diferentes entradas. Al vivir tan intensamente con una persona, su pérdida te produce una sensación de desamparo e indefensión, como de inseguridad importante. El sentir cerca a ese ser importante te da fuerzas, ante la adversidad te sientes protegido, te manejas con la seguridad de que acudirá en tu ayuda, que tomará las decisiones oportunas para tu bienestar.
            Mi dolor se ha fosilizado en mi corazón pero, también, su ausencia me ha permitido descubrir muchas personas que velan por mí, que me acompañan en el afligimiento, que me quieren y me cuidan. A veces me pregunto por qué las personas manifestamos más nuestras emociones y sentimientos ante el dolor y la desgracia, y nos cuesta mucho trabajo hacerlo en  la vida cotidiana, por qué cuando todo transita con naturalidad nos supone tanto manifestar a los demás nuestro aprecio, abrazar, sonreír, querer, hacerle a un amigo sentirse importante, … Al aparecer el sufrimiento, parece que nos libramos de los prejuicios y expresamos libremente nuestros sentimientos, así abrazamos, sonreímos, le damos toda la ternura que nuestro ser puede ofrecer, le hacemos que se sienta importante para nosotros.
            Acabo de operarme de una catarata y vosotros, amigos, familia, queridos me habéis hecho sentirme estimado e importante. Días antes me encontraba triste, inseguro y temeroso, faltaba Rosario a mi lado para darme las fuerzas necesarias para espantar mis miedos, para convertir la inseguridad en firmeza. La llamaba a gritos silenciosos, buscando su aureola para que tornara mis nubes grisáceas en cielos transparentes.
            Su respuesta llegó, enviándome la atención y ternura de mi hermana Aurora  y mi cuñado Eduardo. Para mi alegría y seguridad, durante los dos días de mi periplo, me han mimado, me han colmado de delicadeza, hasta hacerme sentirme protegido, abrigado, confiado. Han obrado con sumo esmero para cuidarme, para que no me sintiera solo, aislado y ¡vaya!, si lo han conseguido. Mi cuerpo maltrecho se ha impregnado de cariño y atenciones, estos días han vivido solo para mi, por eso quiero y solo puedo expresarle mi agradecimiento, mi cariño y mi admiración.
            Me he sentido estimado también por mi madre, como no, siempre ahí, esperando, sufriendo, atenta a todo cuanto me sucede. La familia, también esa gran familia de amigos y amigas, que con su interés me han vuelto a demostrar que están atentos, para tenerme en cuenta, para que me sienta acogido, para tratar de evitar mi soledad, para decirme que me aprecian.
            Gracias a todos y sabed que contáis con mi aprecio y cariño, vuestro miramiento me da ánimo para desafiar el día a día.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Adrián y Rosario


Adrián se encuentra en Polonia, hace más de un año de la muerte de Rosario y su recuerdo me persigue y me da vida en cada momento.
                La lejanía de él, en ocasiones, aviva mi soledad hasta ahogarme en el silencio, que me deja postrado en un estado de indolencia. Menos mal, que a la vez, cuando llegamos a una edad, la ilusión de nuestros hijos nos hace  superar emociones y sentimientos, que nos ayudan a dominar nuestros estados carenciales.
                Contemplar la lucha por establecer su propio futuro, ver como construyen, Mª José y él, su especial proyecto de convivencia y amor, como avanzan en su madurez. Así  hacen que florezcan tus recuerdos juveniles, cuando luchabas por conseguir tu personal espacio, tu particular mundo y, ahora, reconocerles el derecho a fabricar, proyectar su  apropiado universo, el espacio donde avanzar, vital, imprescindible. La observación del camino que recorren te hace  superar tus angustias y debilidades.
                Y, al fondo de todo, Rosario, siempre presente y siempre ausente. Orgullosa de que exploren su propia aventura, de que adquieran su particular experiencia, ilusionada con que su relación se vaya componiendo. Ella, siempre optimista, nunca sentía la angustia del mañana, convencida en que el futuro sería esperanzador.  Siempre con  actitud positiva ante la vida, era el contrapunto a mi pesimismo, a mi angustia del mañana. Siempre su convicción me vencía y producía que los nubarrones de la vacilación se levantaran para dejar un cielo azul de ilusión y confianza. Ahora solo, me vence muchas veces la congoja de qué vendrá mañana, que me hace no disfrutar del presente. Incluso, cuando me encuentro bien, temo  que algo suceda y cuando se  cristaliza el problema no aparece en el horizonte ninguna solución
Pero en su muerte nos encontrábamos plenos el uno del otro. No había actividad en la que no participáramos de ilusiones recíprocas. La ilusión de uno seducía a los dos. Si yo hacía bicicleta ella me admiraba por hacer ejercicio, si era ella la absorta con sus labores manuales, yo quedaba embelesado viendo su destreza, la facilidad para desarrollar el arte.
                Así vivimos cada momento. Ya agónica, quizás expirada, creyendo aquello de que el oído es el último sentido que se pierde, no cesaba de susurrarle, ¡te quiero! Un te quiero lleno de vida, con la misma pasión que muchas otras veces se lo había dicho, con las mismas ganas de seguir acariciando aquel cuerpo que se iba marchando, placiéndome bello, deseable, atractivo, como a ella le gustaba definirlo. Sintiendo el mismo deseo de siempre, con la misma pasión.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Mi prima Antonia


Otra vez la muerte me bloquea, me acosa. Se ha llevado el cuerpo de mi prima Antonia. Para la mayoría de los que leáis estas líneas, el nombre no os dirá nada. Para mi significa mucho, no solo por la afectividad que nos unía, también porque coincidió con Rosario en su lucha particular.  Ayer cuando me comunicaron el desenlace, mis ojos se llenaron de lágrimas, de esas lágrimas secas que el dolor me ha dejado. No podía  dejar de unirlas en su destino, cuando cada una batallaba contra su enfermedad, reconocía en ellas un sentimiento de hermanamiento. Las dos desarrollaban una especial sensibilidad hacia los avatares de la otra, sus procesos, sus cambios, sus sensaciones, sus estados. Cuando Rosario se marchó, Antonia lo sintió profundamente, puede que también pensando que su camino se acortaba un poco más. Rosario alegre, divertida, optimista, activa, ilusionante. Antonia, quizás, más pausada, tranquila, incluso débil, callada, portadora de su propio dolor. Pero las dos unidas en el afecto de  su destino común.
                ¿Cuántas personas tendrán que perecer en el combate para vencer a la bestia? El monstruo que te coge, te acecha y, en el momento más inoportuno te destroza, te aniquila. Los demás asistimos impávidos ante la frustración, la impotencia y, solo nos queda,  la pregunta,  ¿cuándo vendrá a por nosotros?.
                En su última alegría, Antonia vio cumplido su gran deseo, conocer, tener en sus brazos, pasear a su nieto  Lucas. Parece que el ogro siempre concede esa postrera voluntad, que cuando la satisface, acude a cobrarse con perversidad. Todo te resulta una gran mentira. Cuando viven en la gran ilusión, entonces el innombrable  las  vapulea y te deja en la estacada. Antonia, Rosario, Antonio (otro primo hermano traicionado por la alimaña), cuando en vuestras vidas se asomaba una nueva ilusión de vivir, fuisteis fulminados, se cortaron vuestras corrientes nerviosas para sumiros en la negrura de la noche más eterna.
                Pero en nosotros ha quedado vuestra ánima, vuestros afectos, vuestras atenciones, vuestras sonrisas, vuestro recuerdo, todo instalado en nuestro corazón, ahora y siempre. Nunca os olvidaremos, junto a los que os han querido.

martes, 2 de octubre de 2012

Topares, punto de encuentro 2





A Rosario, que ha sido mi luz,
me ha enseñado a amar lo sencillo,
el aire, la tierra, la callada.
    
la Navidad
     Otra celebración muy especial en tiempos pasados, que además duraba cerca de un mes era la Navidad. Desde días antes de nochebuena se respiraba un aire festivo y de celebración, que empezaba en las casas con la elaboración de los mantecados y demás exquisiteces que se hacían para la ocasión, a saber, tortas de naranja, roscos de anís, rollos de manteca, alfajor, fruta fanfarrona,  y algunos hacían galletas y cordiales, también se preparaba el licor café así como en ciertos hogares la mistela. Los hombres aparcaban durante esos días las labores del campo, en las casas las mujeres hacían los dulces y los chiquillos merodeábamos para pillar algún mantecado o tarareábamos las canciones de la cuadrilla. El caso es que eran fiestas que implicaban a todo el pueblo, excepcionalmente estaban los domicilios en que se había producido una muerte y estaban de luto, en este caso los vecinos les portaban el presente, que era una muestra de lo que se hacía, pues a ellos el dolor no les permitía hacer dulces ni licor café.

La cuadrilla siempre atraía a pequeños y hrandes
     La fiesta en si comenzaba en nochebuena con la misa del gallo, antes la familia, entendiendo por familia, los padres e hijos, cenaban y en aquellas casas que se mataba el pavo, era frecuente freír la sangre del mismo para la ocasión. A las doce se celebraba la misa, la cuadrilla concentrada en la casa del cura, subía hacia la iglesia tocando un pasacalles y cuando hacía la entrada en la misma y se situaban comenzaba la ceremonia. Durante la misma tocaban diferentes piezas y al acabar de besar al niño, cantaban los aguilandos, al ser en la iglesia eran referidos a motivos religiosos, principalmente al nacimiento de Jesús. Era frecuente que al terminar todo se hiciera un baile de parrandas en el salón, más antes en alguna de las casas de los mayordomos. A lo largo del baile y a su terminación  se iniciaba una de las costumbres, que a mí me gustaban más, se trataba que grupos de amigos, podían ser de casados, de jóvenes e incluso mozalbetes se iban a una de las casas a invitarse a los mantecados y demás, de esa casa salían para otra, cuando ya era bien de madrugada se sustituían los dulces por los productos de la matanza, que estaban a punto para comer asados, los chorizos, o crudos, las morcillas y la butifarra. Así se iría haciendo a lo largo de las noches y los jóvenes, algunos días,  terminaban dibujando el alba. Se establecían relaciones muy peculiares, pues de pronto te podrías encontrar en una casa en la que tú nunca pensaras entrar y se iniciaban amistades con las que no contabas.

.- La cuadrilla en su recorrido por los hogares  demandando donativos para las Ánimas. Se encuentran en la puerta de uno de los mayordomos, que unido a la hora que se intuye nos hace pensar que van a empezar su recorrido. Los mayordomos se encuentran en los extremos, Antonio El Llana y Francisco Pañales, que lleva en su mano derecha la campanilla con la que se anunciarán al llegar a una casa. Los músicos de izquierda a derecha son Antonio el Albañil, Miguel Peritano, Yeyo de Aurelio, Paco el Guión, Diego del Pinar, José Antº el Camionero y Tomás de la Capellanía.

     Uno de los ejes fundamentales de la Navidad y sus actividades era la cuadrilla. Tal como se establece en los estatutos fundacionales de la Hermandad de Ánimas, una de las tareas que se les encomendaban a los mayordomos era la formación de la misma. A veces, traían un guión, que era el que cantaba los aguilandos,  de una cortijada o pueblo de los alrededores, al no haber ninguno en el pueblo. Según el ingenio que mostraban en sus composiciones su valor en la comarca era mayor o menor, cuanta más fama alcanzara en más sitios y más importantes fueran lo iban a llamar de más lugares, tenían gran consideración entre los parroquianos y se les admiraba en su destreza de componer y relacionar familias y sucesos en las mismas.

Cualquier lugar es el adecuado para tocar unas parrandas y los vecinos para ponerse a bailar. En la visita a alguna de las familias, uno de los presentes ha ofrecido un donativo para que interpreten las parrandas, la cuadrilla obediente accede y así, como se dice:  "Las Ánimas nunca pueden perder"

 Durante esos días iban por las casas para recaudar fondos para las Ánimas. De una casa a otra iban tocando el pasacalles que anunciaba la cercanía, al frente iban los mayordomos que portaban una campanilla para anunciarse a la llegada a una casa. La familia inquilina cuando escuchaban el tañido de la campanilla salía a recibirlos, los mayordomos les preguntaban si allí se rezaba o se cantaba. Se rezaba cuando en la misma había algún luto. Si les invitaban a cantar entraba la cuadrilla y el guión, después de enterarse de los miembros de la casa se dedicaba a componer estrofas, algún invitado de la casa podía pujar para que cantara a algún motivo particular. Al final los dueños daban el donativo e invitaban a mantecados y licor café a los músicos, a veces se cambiaban los dulces por un vaso de vino y productos de la matanza. Los donativos podían ser dinero o en los casos en que no se podía, se ofrecían pollos que después se rifaban en los bailes, también se podían donar productos de la matanza que se vendían a las tiendas.

La cuadrilla en su recorrido por las casas del pueblo. La bonanza del tiempo y la expectación entre los vecinos ha hecho que hagan su trabajo en la calle. Observando la destreza de los danzantes no es de extrañar que alguno de los presentes haya ofrecido un donativo  para que bailen. La risa de los mirones nos puede confirmar nuestras sospechas.

     Uno de los días más importante era el día de los inocentes. Los chiquillos acudíamos a los vecinos y familiares a darles la inocentada, claro que hay que tener en cuenta que la inocentada era pedir un mantecado o parecido, a lo sumo a alguien muy cercano podíamos sacar alguna pesetilla. Pero el hecho de decirle que los santos inocentes te lo paguen nos llenaba de alegría y risa.

Como decía !Las Ánimas nunca pierden", en otra calle les piden un pasodoble, ellos a su faena, a tocar, y los demandantes a bailarse su pasodoble


     Por la tarde había misa y después el baile de los Inocentes, bajo la atenta mirada del sacerdote de turno, para que no hubiera baile agarrado. Se trenzaban parrandas, jotas y malagueñas. Eran muy frecuentes las pujas para que bailara fulanito con menganita, para hacerlo de una manera u otra o para que los músicos interpretaran esta canción o la otra, incluso que lo hicieran así o asado. Se realizaba alguna rifa de pollos normalmente y, como siempre, lo recaudado para las Ánimas, que a su cargo tenían dos gastos importantes, el cuidado y mantenimiento de la iglesia y el cementerio, al ser éste de la Hermandad y no municipal como en la mayoría de los lugares.
     Los chiquillos esperábamos impacientes el día de los Reyes Magos, aunque cualquier parecido con lo de hoy es pura imaginación. En mis años cándidos no conocíamos ni de cabalgatas ni parecido, por no saber no se sabía que fuera de Topares hubiera reyes o no. A algunos agraciados nos podían traer algún juguete, uno o dos a lo sumo en el mejor de los casos. Lo más frecuente era alguna naranja, plátano, mantecado. Nos podíamos alargar a algún calcetín o zapatillas y, como mucho, alguna peseta o duro. Pero para nosotros era suficiente con vivir una noche de ilusión, aunque los que no recibían reyes trataban de hacernos la puñeta contándonos  que los reyes era mentira,  que eran los padres.
En Topares se decía que hasta San Antón pascuas son, otrora así era, la navidad terminaba realmente con la hoguera de San Antón y la procesión del santo, pero claro eran tiempos en que los relojes andaban al ritmo de las personas, y no éstas al ritmo que marcan los relojes.



lunes, 1 de octubre de 2012

Topares, punto de encuentro 1





A Rosario, que ha sido mi luz,
me ha enseñado a amar lo sencillo,
el aire, la tierra, la callada.
    
 Cuando escribo siempre encuentro una dificultad manifiesta para encontrar las primeras palabras con las que empezar el texto. Más, cuando lo que intento es contar actividades a partir de las sensaciones que me produce un lugar que llevo dentro: Topares. Pretendo evidenciar cómo el paso de los años me va acercando a lo profundo, a lo sustancial, lejos de los años juveniles, en que esa esencia no alcanzaba a vislumbrar.
En los años de plena juventud los sucesos que acaecen  marchan a tanta velocidad que no hay tiempo ni tranquilidad para analizar las sensaciones y emociones que transmiten. Por eso me formaba una visión de Topares permanente, quasi anclado en el tiempo, a lo más, lo veía curioso, sin ver más allá de la armonía familiar, de la relación con los amigos, de la riqueza que aporta tu propia vida, tan importante en esos años. Todo se supedita a aquello que te ocurre.
Desde que te levantas quieres un día plagado de actividades, de acciones y sensaciones. En esa celeridad no puedes captar el valor del silencio, de la limpieza de las miradas, de la transparencia del aire, de la sencillez y humildad que envuelve al pueblo. Solo eres sensible a lo que te ocurre y cómo te ocurre.
Al sentirte cautivado por la primera muchacha, a la que quieres hablar y no te atreves, cuando llega el primer amor, las primeras fiestas con los amigos, las primeras copas. Los estudios fuera, los problemas generacionales, la incomprensión de los mayores, los calentamientos de cabeza que tú mismo te provocas, el pensar que todos están en el error y solo tú tienes la solución, soñar con que algún día te comerás el mundo, que tuya será la revolución. Ideas tener muchos días por delante y cosas por hacer.
     Pero en esto, sin avisar, llega el momento en que los acontecimientos que te turban no van tan de prisa, ni tienes tantas actividades. Cuando llegas al pueblo y empiezas a mirar a los que te rodean y compruebas que muchos son menores que tu, que a algunos ya no conoces. Que ya puedes disfrutar del enamoramiento permanente de una persona, que gozas con las pequeñas cosas, de las simples miradas, de los callados susurros y, descubres, que el silencio también es música. Sin saberlo empiezas a deleitarte con una sencilla conversación, con todo lo que te rodea, tus vecinos, del pueblo con sus silencios y su aire, tanto de los días de sol, de lluvia o de nieve, de un transcurrir del tiempo parsimonioso, dulce y tierno. Ahora si, ahora se te aparece y se encierra todo en Topares.

LA CULTURA DEL PUEBLO

     Topares en su historia ha sido un lugar de a ninguna parte, en la encrucijada de tres provincias, Almería, Granada y Murcia, no ha sido tránsito hacia ningún sitio, lo que ha hecho que sus gentes se mantengan en un conjunto. Aquello que se hace se concibe abierto a todos, en las fiestas se procura que estén todos, en las tristezas nos asistimos inseparables. Juntos podemos hacer feliz a un niño en su momento de gloria, o participamos de una cena de Nochevieja, o esperamos a nuestros estudiantes para que puedan alegrar el carnaval. Unidos asistimos a cualquier requerimiento, a cualquier acto, aunque solo sea por el encuentro, por el goce de saborear esos momentos de hermandad, armonía y convivencia.
     De esta manera ha sido siempre, lo hemos vivido en la celebración de nuestras navidades, de las fiestas, en las reuniones y sobre todo en las conmemoraciones del  ciclo festivo.
     El estudio del ciclo festivo de un pueblo ha sido uno de los instrumentos más importantes con que han contado los antropólogos  para estudiar la sociedad de los mismos. A través del cual han avanzado en el conocimiento de las relaciones sociales, de los nexos que se daban de igualdad y subordinación, ayudando al estudio de sus utensilios, usos, costumbres y maneras. Así han llegado al conocimiento de su cultura, que no es otra cosa que todo aquello que nos hace aparecer como una unidad delante de los demás grupos.
     Por desgracia, actualmente, poco nos puede aportar el estudio de estos ciclos tal como acontecen hoy. Las fiestas que celebramos se parecen todas como una gota de agua a otra. Lo que llamamos diversión se ha apoderado del contexto, y diversión es comer, beber, bailar y bailar, beber, comer. Todo aderezado por una especie de oda al riesgo y al atrevimiento. Lo fantástico ha quedado como el aguantar más, el dormir menos, estar el mayor tiempo posible en la calle y si hay que dormir en ella, se duerme. Beber y beber en los jardines, bailar a ritmos frenéticos y monótonos hasta la extenuación. Incluso cuando aún perduran algunas tradiciones parece que solo importa el exceso, así cuantos más seamos mejor, cuanto más manifestemos nuestro fervor mejor, cuanto más bebamos mejor, cuanto más tiempo sin dormir mejor, cuanta mayor osadía mejor. Todo agravado porque el ciclo festivo ya no son unos días señalados, sino que se amplía a lo largo de todo el año, cualquier fin de semana es bueno para tener una fiesta en los alrededores y, cuando no las haya, nos la inventamos. Cuando no ocurre que con la llegada masiva de foráneos, los lugareños se quedan en minoría ante los visitantes y, éstos, en su desfachatez,  incluso llegan a apoderarse de la autenticidad del acontecimiento.
     Por suerte entre nosotros no siempre ha sido así, aunque nos tengamos que remontar a tiempos pretéritos para situarnos cuando las fiestas y celebraciones daban carácter y forma al  pueblo. En Topares adquirían gran significación las navidades. Al ser un pueblo agrícola y ganadero, tomaban gran consideración las de San Antón por la ganadería y San Isidro por los campos. Semana Santa también constituía un momento importante y como ocurre en otros lugares, adquieren gran importancia en el desarrollo cultural del poblado “LAS COMEDIAS”. 
las comedias
     En mis recuerdos de la infancia tengo muy presente una representación: “La casa de Quirós”. Además a lo largo del año era frecuente que viniera alguna compañía foránea que casi siempre traían un programa con una obra o sainete y una parte de revista.
     En esos tiernos recuerdos cuatro momentos se han quedado grabados en mi memoria de forma especial, pues me produjeron asombro y admiración. En “La casa de Quirós” se daba un noviazgo que no era aceptado por el padre de la novia, cuando se entera dispara con una escopeta al novio que huye. En el escenario, en la pared del salón, a la derecha había un ventanuco que daba al cementerio viejo, todavía no existía lo que después fue el teleclub y, por ahí, hicieron el disparo que no se veía. El estruendo producido en el salón y pensar que le habían disparado a alguien, me dejó fuertemente impresionado y así ha perdurado.

Momento en que el padre(José Mª de la Eufemia),  simula
disparar sobre el novio, la pose del actor cómico(Germán)
quita dramatismo al momento

     Los otros momentos van asociados a las compañías que venían. En un baile de revista flamenco, la bailaora con sus insinuaciones fue subiendo de tono a los jóvenes y menos jóvenes. Cuando alguno, más atrevido, no se puedo contener y se expresó de forma más contundente, la  danzarina le dijo “No te parece mucha barca para tan poco marinero”. Todo el salón estalló en carcajadas y risas y por algún tiempo se hacía mofa y burla de la ocasión. En la misma función u otra, quede asombrado cuando un guitarrista, se paseaba por el escenario tocando la guitarra, con la misma encima de la cabeza, como en la espalda. Y por último, en la representación de una obra había una escena en un cementerio, cuando se desataba una gran tormenta. El miedo de la escena, agravado por los efectos especiales, truenos, rayos, relámpagos y vendaval me impresionaron. Ahora pueden parecer rudimentarios pero entonces era lo más auténtico que había visto. Quedé admirado.
     Estamos en los años 50, las noches de otoño e invierno son muy largas, sin televisión ni otros argumentos para salvar las largas veladas nocturnas. Así era fácil implicar a jóvenes y menos jóvenes en la preparación de una comedia, constituían un motivo para el esparcimiento y la mejor manera de alegrar las crudas noches del invierno. No sería de extrañar que de esas cálidas veladas surgieran romances y amoríos entre ellos, o al menos una excusa para poder mantener conversaciones los jóvenes de los dos géneros.
     Los escenarios en los que se llevaban a cabo las representaciones eran variopintos, el más celebrado de los que me han contado era donde se celebró la representación del “Orgullo de Albacete”, el corral de la casa que era de mi abuelo Vidal Motos, que en la actualidad es de Diego y Carmen.
     En una rinconada del mismo construían el escenario con tablones que se traían de la carpintería de José Mª de Eleuterio, recubrían las paredes y el escenario con colchas y mantas como las que se colocan en el Corpus y, sobre estas montaban el decorado. En una pared del rincón hay un balcón, no muy alto a la calle, que da a una sala, la “sala del balcón”, la aprovechaban para cambiarse y colocaban una pequeña escalera para bajar al escenario.
     Otros lugares en los que en alguna ocasión se celebraron representaciones fueron la porchá y el corral de José Manuel Serrano, en lo que hoy llamamos “Plaza de las Pulgas”. Me imagino que días antes se llevarían el ganado a otro lugar para adecentar y preparar el lugar para el acto. Entre el año 1958 y 59 se construye el salón parroquial y a partir del momento se dispone de un local para las funciones, donde también se  proyecta cine y que después acogerá a la primera televisión. Contaba con su escenario permanente, con foso para el apuntador, telón y, a lo largo de la pared estaban colgadas las tablillas con el número de las filas de sillas. En las semanas anteriores a la función, los actores y actrices, a la salida de misa, vendían las entradas numeradas, por lo que variaban los precios y prácticamente toda la vecindad acudía al estreno, del que se hacían varias representaciones para que del primero al último la pudieran ver.

.- Actores, actrices y colaboradores de la obra “El orgullo de Albacete”. Curiosamente observamos la expectación causada a la hora de la foto,  si miramos la cantidad de gente que hay encima de la tapia, eran otros tiempos y nos hace pensar en la admiración de todos por los que hacían las comedias.
De izquierda a derecha reconocemos  a D. Felipe el cura y director, Segundo de Amable, José Mª de la Eufemia, Manolo del taller, Ambrosio, Germán, Amable y Clemencio de la Posada, hermano de Eutimio. En la fila de abajo, María, la hermana del cura, Mª Josefa del Collerero, Aurora Robles, una pariente de ésta, Agustina de Portillo, Victorina de Ambrosio, Isabel de la Celedonia y mujer de José Mª, Pepilla de Angel, Isabel de Amable, Eladia  de Celedonio, Águeda, Ascensión de Filiberto y Ascensión de Andrea. Debajo´ Agustín de Amable, Quite de Fernando y Vicente de la Librada. Con Quite su prima Quite de Filiberto.

     Entre los más mayores se recuerda con gran cariño la representación de la obra “El orgullo de Albacete”. Se representa en los primeros años 50, tenemos un panfleto en el que no aparece el año, solo que se representa el diez de mayo. En el mismo aparecen el nombre de los actores y la función tiene lugar en el corral de mi abuelo Vidal Motos. Podemos observar la fotografía del elenco de actores y el director, el sacerdote D. Felipe. Obra adaptada al castellano por Antonio Paso y Joaquín Abatí, se trata de un pintor bohemio que está muy influenciado en su comportamiento y en sus decisiones por la novia y un amigo que es un libertino empedernido. En esto otro amigo, profesor de matemáticas,  le pide ayuda porque ha roto con la novia días antes de casarse, a partir de aquí se inician todas las peripecias. Ha quedado siempre en el recuerdo de las personas que disfrutaron de ella.


     Otra obra que tenemos noticias es en el año 1952, en este caso se trata de una representación infantil que se celebró con motivo de la festividad de la Ascensión, como podemos observar gracias a la aportación de este pasquín anunciando las fiestas de San Isidro y la Ascensión. Se trata de la “Florecilla de Lourdes” preparada en esta oportunidad por Dª Fuensanta López Serrano, hija de José Mª de Eleuterio y hermana de D. Daniel, mi maestro. Además se acompañaba de un diálogo en panocho: “Se me pegó el arroz”.

Miremos las fiestas de aquellos años en que consistían

     Ya a principio de los años 60 tiene lugar otra representación de gran éxito, “La casa de Quirós” de Carlos Arniches, recuerdo un gran cartel con el nombre colocado encima del telón. El decorado era el de una habitación de una casa y había en frente a la derecha una puerta con una cortina por donde se hacían las entradas y salidas. Entre los actores y actrices estaba José Mª de la Eufemia que hacía de padre de la novia, mi tía Paquita Motos, la novia, mi tío Manolo, el novio, Germán un aldeano, mi primo Daniel de la Evangelina, el cura. Esta obra fue dirigida por D. Rafael, el sacerdote que había en ese momento y que además fue el que construyó el salón parroquial. 
     En síntesis era una muchacha enamorada de un apuesto joven. El padre de ella, que todavía se cree en un estado feudal donde hay nobles y vasallos, no autoriza el compromiso y una noche dispara al novio haciéndole creer a la novia que ha muerto. Ella enloquece tras la noticia, finalmente con la intervención del cura y los vecinos y, ante la enfermedad de la hija, el padre accede al casamiento y todo termina en felicidad. Los personajes principales eran el padre, la novia, el novio y el cura. Además estaban los aldeanos que trabajan para el señor, que ponen la gracia y el humor en el drama y, donde destaca de forma especial Germán. La representación fue un éxito y en los días posteriores era tema de conversación entre los vecinos del  éxito de la función.

El elenco de “La casa de Quirós” saludando o posando para la foto. De izquierda a derecha tenemos  a Germán, Isabel del Collerero, Manuel Motos, Paquita Motos, Isabel de la Digna, Deogracias, D. Juan el sacerdote y director, Sergio, Maruja dela Julia, Daniel de la Evangelina, su hermana Isidra y José Mª de la Eufemia. Debajo, Antonio el Señorito y Fernando de Antonio Gil.

GERMAN
     Si había una estrella para los parroquianos que sobresaliera por encima de los demás, éste era Germán. En su vida diaria se dedicaba a la barbería y además era el sacristán del pueblo, que te hacía pensar que su participación en la liturgia era una muestra más de su afición al teatro. Era un gran actor cómico y su sola presencia en el escenario provocaba las risas de los espectadores.

Siempre buscando la complicidad del público, con sus gestos y poses

     Con una voz potente y expresiva, unidas a su facilidad para provocar la carcajada, hacían que, a veces, él solo se bastara para montar un sainete, hasta ya mayor pudimos ver en diferentes fiestas de verano como se las apañaba para montar ciertos pregones y romances en el escenario, con total soltura y desparpajo.
D. Rafael y Germán, sacerdote y sacristán, el responsable de 
que Topares tuviera su salón parroquial y el gran actor 
cómico del pueblo. Puedo aventurar que se encuentran en la 
puerta de la barbería de Germán.

     Los aficionados reían a carcajadas con sus ocurrencias, en los entreactos de las funciones de teatro o al final era frecuente que hiciera su pequeño sainete, a todos les gustaba mucho y era muy ovacionado. Su hijo Juan me contaba que el último sainete que montó se llamaba “Yo soy un sinvergüenza”, ya en los últimos años de vivir aquí, antes de marchar a Valencia
La última obra que recuerdo fue dirigida por D. Juan García,  el sacerdote de entonces y después, en navidad sobre todo, se han dado diferentes representaciones sobre temas navideños y pequeñas representaciones por jóvenes o niños de la escuela. La televisión fue entrando cada vez más en las casas, la población se ha ido envejeciendo, la mayoría de los jóvenes se encuentra fuera estudiando, todo ha hecho que esas tradiciones se vayan perdiendo. Actualmente renacen un poco con las representaciones que en las fiestas hacen las mujeres de la Asociación o el Centro de adultos, pequeñas obras de teatro de carácter costumbrista y de humor, pero se ha perdido la grandeza de antes, pues tienen lugar dentro del bullicio propio de las fiestas y al no contar ya con el  salón, no revisten el bombo e importancia que tuvieron en su momento.
.- El sacerdote es D. Rafael, persona muy importante en el desarrollo de las comedias y el cine en Topares. En su etapa topareña impulsó la construcción del salón parroquial. Involucró en la obra a todos los vecinos. Unos aportaban peonadas de trabajo, bestias para el acarreo de material, materiales, dinero. Según la disponibilidad y posibilidades de cada uno. En él se realizaban comedias, cine, después la televisión, bodas y cuantos acontecimientos se desarrollaban en el pueblo. Aquí lo vemos con Julián de Amable, José Mª de la Eufemia. Debajo, los hermanos de Julián, Amable y Segundo, Germán y Miguel del  Peritano. Julián, Amable y José Mª se encargaban del cine y después de la televisión.

Primera obra que se representa en el recien construido Salón Parroquial, en ella se reconoce a Germán, Juan de la Germana, Amparo de la Chipilina, Rafael de la Isabelica y Bernarda, la hermana de D. Rafael.








lunes, 24 de septiembre de 2012

Hace un año


Hoy, 24 de septiembre hace un año que murió Rosario, que la perdí: mi compañera, mi amiga, mi musa, mi ilusión y sobre todo mi amada, mi amante. Ha sido un año lleno de recuerdos, de tristezas, de sueños, de soledades, de pérdidas…


Nuestra alegría, nuestra ilusión, no se esperaba, no adivinaba, que las lágrimas se instalarían en nuestros corazones


                Sería inexacto si no hablara también de momentos de alegría, normalmente vinculados a mi hijo y Mª José, también a la atención de los amigos y amigas. Sentir el calor cálido de sus abrazos, de sus caricias, me ha envuelto el afecto de sus voces, el interés de sus preocupaciones por mí, la dulzura de sus lágrimas, el bienestar que me han producido sus atenciones, la satisfacción de sentir sus cercanías.
                Las células de mi piel y las fibras de mis sentidos han reconocido el amor que me dispensáis, han vibrado ante cada muestra de cariño que me habéis dispensado. Cuando se han quedado marchitas por la pérdida de Rosario, en la tenebrosidad de mi soledad, vosotros, con vuestros abrazos,  vuestros sentimientos, vuestras atenciones,  vuestras palabras enternecedoras, habéis hecho que se reanimen, que renazcan y me habéis ido  meciendo hasta sentir la serenidad, una entrada a la paz, una entrada al mundo de los sentimientos que a los humanos nos hacen más dichosos, más amigos,  más sensibles.
                Pero también está esa locura que me desgarra. ¿Por qué? Por qué tanta vida se esfuma como de tapada, por qué tanta juventud eterna se evapora en unos segundos. Por qué con tantas ganas de seguir compartiendo nuestro pasado, presente y futuro, se acaba en un pis pas.
                Cuando aún atesoras tantas ilusiones para llenar otra vida entera, llega la macabra realidad de tu pérdida. Cuántas ilusiones por fabricar, por inventar, cuántas alegrías por transmitir, cuántos proyectos por cumplir. Cuántos besos, caricias, noches de amor aún por compartir. Cuando nuestro amor, enamoramiento, aún estaba por ilusionar, cuando el árbol de nuestra pasión aún estaba por madurar, la cruel realidad nos lo tala, lo arranca de raíz para que nunca más fructifique.
                Me faltan tus besos, tus caricias, tus entregas, tus impulsos, tus imprevistos, tus palabras, tus silencios, tus risas, tus chistes, tus dudas, tu pasión, tus susurros, tu música, tu baile, tu voz, tu alegría, tu contacto, tu calor, tu ternura, tu comprensión. Me falta tanto que aún me pregunto cómo puedo vivir sin ti.
                Ha pasado un año y tu figura serena, tierna, amorosa no desaparece de mi mente. Ha pasado un año y me pregunto qué puedo hacer sin tí, pregunto y pregunto sin encontrar respuesta. Solo resisto, vivo en la soledad, en tu recuerdo. Rodeado de tu aura, de tus ropas, de tus lugares, de tus caprichos, de tu memoria.
                Me levanto, trabajo, como, duermo, salgo, entro y nada me llena. Nada me hace sentirme feliz, motivado, realizado. Todo es para ti, escribo para que te sientas orgullosa, trabajo para que me admires, duermo para tenerte en mis sueños, como para que alabes el manjar, salgo para compartir contigo el momento, me levanto para decirte buenos días princesa. Todo ahora, sin ti, pierde el sentido, vegeto, deambulo en tu búsqueda, sabiendo que nunca más serás.
                Ha pasado un año y te sigo viendo empeñada en no ser una molestia para nadie, en que los demás no supieran de tus dificultades, en que no se transmitiera tu dolor, que nadie sufriera por ti, en hacer feliz a la gente que te rodea, a la que querías. En querernos, en que Adrián saliera adelante, tomara decisiones, se lanzara. En fin en lograr la felicidad de los demás.
                Pasado este año Adrián se ha ido a Polonia y yo permanezco aquí, en la soledad, rodeado de tu presencia fantasma. Recordando a cada instante nuestra dicha, maldiciendo continuamente los desacuerdos que el orgullo y el ofuscamiento nos han  producido, recreándome en nuestro amor, en nuestra pasión, saboreando tus aromas,  registrando tu voz dulce, cautiva, alegre, tranquilizadora, voz de amante, de amada, de amiga, pero siempre voz de corazón, de interés, de bondad.
                Tuyo siempre y por siempre. Fonfo

Tu alegría, tu sonrisa, siempre te acompañaba

domingo, 23 de septiembre de 2012

Adrián en Polonia


Desde ayer, sábado 22 de septiembre, Adrián ha iniciado su estancia es Polonia, ha volado de este nido buscando construir su propio mundo, compartir experiencias junto a la persona que ha elegido. Marcha ilusionado para vivir un nuevo amanecer, compartir su vida, sus avatares, sus ilusiones, incluso también sus frustraciones, junto a su compañera Mª José.

            Yo quedo aquí, entre la Alpujarra y Topares, verdad que solo, rodeado únicamente de mi propia soledad, pero no puedo dejar que se apodere de mi la tristeza, no tengo derecho a contemplar su marcha desde la melancolía. Para curarme solo tengo que recordar la ilusión,  la quimera, con la que inicie mi vuelo personal, cuando marché a ejercer de maestro en Balsareny. Cuando viajaba, aquella lejana noche de 1979 hacia Barcelona, mi cabeza se llenaba de proyectos, de esperanzas, de futuros, de vida sin ataduras, de fabricar mis propias ilusiones, de crear mis propias expectativas, en fin de abrir mi propio camino. Invocando aquellas sensaciones espanto la congoja que me produce su alejamiento. Pienso en aquellos, mis 25 años, llenos de esperanza y vitalidad y, tengo que respetarle,  aprobarle su voluntad, a crearse a sí mismo, a vivir por sí mismo, a ilusionarse en sí mismo.
            Pero no puedo evitar que esta alegría sea entristecida, mi gran apoyo actual se aleja, la total soledad me atrapa y me encadena al silencio de mis lágrimas. Mis satisfacciones se fabrican en su bienestar, comprobando su dicha y felicidad, contemplando como su formación se va completando. Viendo como la relación con Mª José va deviniendo en un proyecto de futuro, de amor. Juntos, correspondiendo en delicadeza y sensibilidad, alzarán una vida de ventura, de júbilo y harán que mis lágrimas sean de primavera, de entusiasmo, de fiesta. Que el amor y la pasión se instale en sus corazones.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Las procesiones en Topares



Las celebraciones religiosas y la propia religiosidad de las personas, no son comparables actualmente con lo que fueron en años más pretéritos, en los años 50 y 60.
La iglesia católica, sus prelados y autoridades, apostaron muy fuerte por el bando de los vencedores en la guerra civil, por lo que tuvieron gran poder e influencia en aquellos tiempos. Uno de los grandes acontecimientos de su liturgia eran las procesiones, llenas de solemnidad e importancia. Topares no era menos, adaptadas a las condiciones de pueblo pequeño, adquirían gran ceremonial y se desarrollaban con orden y recato.

Las procesiones eran numerosas, aquí alguna a la llegada de un misionero

La procesión que hoy se celebra en agosto con la patrona no se realizaba, ésta empezó en los años 80 con  la aparición de las fiestas de verano.

Quiero  recordar, San Antón, San Isidro y, por encima de las demás, la del Corpus. Además se hacía el rosario de la Aurora y las rogativas, en los años de sequía. La procesión de las palmas, el domingo de Ramos; la del Silencio, el Viernes Santo; y años más anteriores la de la Virgen de Fátima.

FIESTAS

Procesión de San Antón. Las ropas de los procesionarios
nos da idea del frío.
También se puede observar la sobriedad  de la imagen



Mi padre es el de la derecha, no muy aficionado a
 llevar santos, en esta ocasión  ahí lo tenemos.
Quizás por el tiempo en que se desarrollaba, la de San Antón era, acaso la menos esplendorosa, el frio, la nieve a veces, o la misma lluvia, provocaba que no tuviera la lucidez que alcanzaba San Isidro o el Corpus. No obstante, la fiesta era muy importante, en la que se culminaba, con la rifa, una de nuestras tradiciones perdidas,  del marrano de San Antón. Después de criarse en nuestras calles, con su pequeño cascabel al cuello que avisaba de su condición y ser alimentado por todos los vecinos, el día de la fiesta era rifado con gran expectación. Daba lugar a muchas anécdotas y chanzas, llegando incluso, a provocar disgustos entre vecinos y parejas. En muchas familias se vivía con verdadera ilusión la posibilidad de que su papeleta fuera la agraciada en el sorteo.
Procesión de San Isidro. En los primeros setenta, se segaba un poco de cebada verde
y se le ponía al Santo, llamando a la buena cosecha

La procesión de San Isidro en el momento de bendecir los campos

La procesión en los años que se construía la gasolinera


San Isidro respiraba primavera, sol y buen tiempo, sobre todo  si el año se esperaba fructífero, adquiría la pompa de día grande de fiesta. Desde media mañana la plaza de la iglesia se llenaba de gente, topareños y venidos de todas las cortijadas de alrededor, se lanzaban algunos cohetes anunciando la inminente salida del santo. Todos con las mejores ropas y aprovechando el momento para hablar, unos y otros, de la cosecha, de la familia y de todo lo que se terciara en el momento.  El recorrido se hacía desde la iglesia hasta lo que era la era de Rafael  de la Mª Josefa, al lado de la gasolinera. Perfectamente ordenada, la iniciaban los niños tras los cuales formaban la fila las mujeres y al final los hombres, el santo caminaba al inicio de la procesión de los hombres y subconscientemente se consideraba un signo  de distinción cuanto más cerca fuera uno del santo y del sacerdote. La presidía éste  acompañado de Germán, el sacristán,  encargado de iniciar las canciones que se entonaban en la misma, les asistían también algunos hombres portando faroles de velas. La entrada del santo era un acontecimiento, los agricultores más potentados se disputaban el honor de portar las andas, pues entonces era un signo de progreso y generosidad el  entrar con el santo en la iglesia. La imagen de Santa Toribia no existía y eran solo las cuatro varas de San Isidro, con lo que estas estaban muy solicitadas, y además de acuerdo a la sociedad del momento,  estaban reservadas solo a los hombres.

Procesión del Corpus. Todos los hombres detrás del cura

Las mujeres en la fila, los hombres apiñados detrás del sacerdote. La procesión del Corpus a la salida de la iglesia,
no es difícil aventurar la gran diferencia de población de Topares, observando el gentío que participaba en la procesión

Pero la procesión de más suntuosidad era sin duda la del Corpus, se engalanaban mesas en las calles con mucho esmero, se ponían colchas en balcones y ventanas, en todo el recorrido, no solo en donde había mesas y se desarrollaba con mucho orden y silencio. Mi abuelo Vidal, Ambrosio y alguno más siempre iban por medio de la fila observando que éstas fueran ordenadas, en silencio, y si dado el caso, llamaban la atención a alguien, éste se veía señalado  delante de los demás. Si cualquiera estaba fuera de la procesión, al pasar la Custodia, se tenía que destocar y hacer una genuflexión hasta que pasara el sacerdote, que la presidía, nuevamente ayudado por Germán y con los candelabros llevados por hombres. Los palos del palio eran llevados por hermanos de la Adoración Nocturna, aquellos que más influencia tenían y de nuevo constituía un signo de prestigio dentro de la estructura social del pueblo.
Los hermanos de la Adoración Nocturna en una
 visita del Obispo a Topares


Germán era el encargado de los cantos, hacía las estrofas importantes siendo contestado o acompañado en los mismos, sobre todo, por las mujeres, pocos hombres participaban de los mismos, la procesión se cerraba con un grupo de hombres que al estar más alejados del sacerdote se permitían pequeñas conversaciones e iban mucho más relajados en el desfile.
               
Que recuerde ponían mesa en el recorrido, Pepa de Honorato, Quiteria de Fernando, Digna de Fidel, Isabel de Carmelo, Pepa y Victorina, que siempre eran las más observadas, pues sacaban ropas y utensilios muy antiguos; en la plaza del médico otra, que muchos años puso mi tía Anica;  mi tía Encarna de Dionisio y nuevamente Pepa del estanco que la volvía al lado de la calle Mayor.

Don Pascual Arias, terrateniente importante de la época,  compró una imagen con la advocación de la Virgen de Fátima, la llevó  antes de dejarla aquí,  por pueblos de los alrededores y cuando la trajeron la dejaron en “La Casa Guino”,  el día señalado, fue traída hasta el pueblo en procesión, portándola a hombros, durante el trayecto, le cantaban una canción mariana y,  arreglando una de las estrofas decían:
De casa de Guino
por estos lugares
la Virgen María
 llega a Topares


 La noche antes del día de Fátima se celebraba  una vigilia, pasaban toda la vela en la iglesia, a las 7 de la mañana, decían la misa y sacaban la procesión. Después de Don Felipe se dejó de hacer la vigilia y se sacaba en el Rosario de la Aurora. Después del mismo,  Eleuterio, como encargado  de los Barrancos, propiedad de Don Pascual, ofrecía un chocolate a los asistentes al rosario.

SEMANA SANTA.-

El domingo de Ramos se celebraba la procesión de las palmas. Entonces no se traían ramas de olivo. Los pudientes compraban las palmas que traían los mayordomos y, los demás, no llevaban nada o a veces, se repartían hojas, sobre todo los chiquillos gustábamos de portar nuestra hoja de la palma. La tradición decía que ese día tenías que estrenar alguna prenda de tu vestimenta, pues si no, se te caía la mano. Después de la procesión con las hojas se hacían “lagartos y piñas”. Los más pequeños con cuatro hojas de la palma, confeccionábamos, tejiéndolas,  las piñas y los mayores nos hacían “lagartos”. Un trenzado redondo que quedaba hueco, el inicio era la boca del bicho y, al ser la hoja flexible, cuando introducías un dedo en la boca, al tirar desde el rabo, el trenzado apretaba cada vez más al dedo. Nosotros, infantes aquellos años, cuando se acercaba la Semana Santa, soñábamos con estas figuras y durante toda la semana era un motivo más de juego y entretenimiento.

 El Viernes Santo por la noche se hacía el Via Crucis, que llamaban la Procesión del Silencio. Se apagaban las luces del pueblo, que tampoco eran muchas, se sacaba al Nazareno y a la Virgen, por separado, realizándose el encuentro encima del Caño. La gente portaba velas encendidas, se rezaban las estaciones del Vía Crucis y se guardaba un absoluto silencio. Los balcones y ventanas también se cubrían con colchas como en el Corpus.
                
En los años de sequía se hacían rogativas. La procesión se realizaba al Cerro de la Cruz,  durante el trayecto se rezaban oraciones invocando la llegada de la lluvia. Si ésta aparecía se atribuía a la acción de la oración, si no caía era como un castigo por el mal comportamiento religioso de los feligreses.

En esos tiempos casi nadie se hacía preguntas, grandes y pequeños, terratenientes y jornaleros, hombres y mujeres, todos aceptaban las normas, nadie quería señalarse y se ajustaban a las condiciones que desde las autoridades eclesiásticas y la práctica de las buenas costumbres se establecían.










Consideremos también que actualmente cualquier momento es bueno para una fiesta, religiosa o no, incluso en las de carácter religioso puede tener mayor peso la parte lúdica que el acto religioso. En los tiempos de los que hablamos no había fiesta que no fuera religiosa y, en los pueblos pequeños, solo eran los actos religiosos, como vemos en este programa de 1952. Eran de los pocos momentos que se rompían las rutinas del campo, por ello, se vivían con alegría y entusiasmo, aunque la fiesta solo fuera la procesión y el juntarse mucha gente para hablar un rato, sin nada de verbenas, ni ferias de mediodía, ni ruidos y diversiones como las actuales.

Programa de fiestas de 1952, en él podemos ver la importancia de los
actos religiosos dentro de los ciclos festivos de aquellos entonces.


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