jueves, 30 de julio de 2020

LA TIENDA DE DIONISIO

(No he podido encontrar fotos de la tienda, las que acompañan al escrito son de mi tienda y materiales de la misma)

El mostrador y estanterías, corresponderían a las telas, a la derecha, los cristales corresponderían
a un escaparate

Llegamos a unos momentos en que Topares, día a día, aparece como más vacío, hay menos personas en sus casas y vamos perdiendo todo aquello necesario para la vida diaria de un pueblo.

Estos días vivimos la desaparición de la tienda que nos ha acompañado a lo largo de muchos años, la escuela pende de un hilo y la desaparición de ambas cosas en una localidad nos conduce a la lenta desaparición de la misma.

Estos días, trabajando desde mi atalaya personal he recordado que no siempre ha sido así, más al sentir un ruido casi continuo que me llegaba desde la calle Mayor, personas de un lado para otro, vecinos que se encontraban en la misma y hasta alguna conversación madrugadora que te sacaban del sueño matinal.

Otrora la calle Mayor era la principal del pueblo, os cuento brevemente el sentido de mi casa. Mis abuelos, por parte de mi padre, tenían la tienda en la carrera de Baza, pero entonces aquellos negocios con aires de importancia debían estar en la calle Mayor, así se construyeron mi actual casa poniendo en la misma la tienda, que aún conservamos tal cual.

Diferentes cajones donde se colocaban aquello que se vendía a granel

Pero quiero hablaros de otra tienda, la tienda que fue mi referencia en mis primeros años y la adolescencia, la “tienda de Dionisio”. Era de aquellas que en los pueblos se llamaban “colmados” y también “de ultramarinos” y que en Topares era simplemente “LA TIENDA”. La intención era señalar que era un comercio donde había de todo, para todo lo que se necesitara, desde ropa y calzado hasta ferretería o alimentación, eran los grandes supermercados de entonces.

Entrabas por una puerta de madera y cristal a la sala. La parte del público y la propia tienda estaba separado por un mostrador de madera que rodeaba toda la habitación. Enfrente de lo que era la puerta el mostrador estaba interrumpido para poder acceder de una parte a otra, esa parte tenía como una puerta horizontal y otra vertical para poder hacerlo todo mostrador.

Tomando de partida esa parte del mostrador que se podía abrir, a la derecha, encima del mismo estaban las cajas de galletas, pues entonces casi todo era a granel, yo miraba especialmente las de coco. A la izquierda estaba la parte principal de atención al público, con el papel de estraza, la balanza, la caja registradora, el émbolo del aceite, las garrafas de arroba del vino…


Aparatos de las tiendas de otros tiempos. El café se vendía a granel, en
las casas no había molinillo para moler, había que molerlo en la tienda.
Doy fe de que aún funciona y de tanto en tanto lo utilizamos.
El dispensador de aceite, es un émbolo que accionando la palanca que lleva al lado,
hacia un lado succiona el aceite contenido en un recipiente, al darle al émbolo en sentido
contrario, expulsa el aceite al exterior

Era una tienda completa que, sin ser exacto, se venía a dividir en tres partes. A la derecha de la entrada, telas de todas clases e incluso alguna prenda de vestir. En casi todas las casas se cosía, además había al menos dos mujeres que ejercían de modistas. El ambiente de la tienda ocupaba mi tiempo en gran parte del día y disfrutaba viendo como cortaban la tela, todo recto y con solo empujar la tijera,

Toda la parte frontal del mostrador estaba dedicado a la alimentación, a la entrada al interior del mostrador las cajas de fruta, las patatas, las grandes mantas de tocino, en los cajones los garbanzos, las habichuelas, los cacahuetes…

A la izquierda de la entrada lo que se podía considerar la ferretería, tornillos, púas, útiles para el campo, las linternas, las pilas de la radio, alpargatas, resumiendo todo lo necesario para el desarrollo de la vida diaria del pueblo.

Dos lugares más específicos y reservados, en el frente un armario con sus puertas con cristales donde se guardaban perfumes y algunos alimentos más delicados como chocolates o bombones. A la entrada a la izquierda una vitrina de cristal donde se exponían los productos propios para regalar y cuando se quería exponer algo especial, de la tienda o del pueblo.

A la izquierda del armario de cristal estaba la entrada para la casa en la que había una habitación en que se guardaba también cosas de alimentación, normalmente productos más delicados y que no se vendían continuamente.

Ya entrando a la casa, a la derecha estaba la escalera, bien empinada, que nos conducía a la bodega donde se guardaba grano, patatas, fruta, vinos, todo aquellos factible de almacenar. También estaba donde se amasaba el pan, pues en la tienda aparte de todo también tenía panadería.

En la calle Mayor, enfrente de la tienda, en la casa de la Salud había otro almacén que olía a salazones y embutidos, especies y productos de limpieza…


Curiosidades de antaño. Cartilla de racionamiento que tenía cada familia y en ella
 estaba lo que podía comprar, según hubiera o no de alguna cosa.
Dos tubos de colorantes para tintar telas y vestidos. Cuando se producía un luto
 era frecuente tintar los vestidos de negro para el luto

A lo largo del día el movimiento en la misma era continuo y en las tardes del otoño e invierno, al oscurecer a veces, a la entrada a la derecha, en el mostrador de la ropa se formaban tertulias en las que se hablaba del tiempo, de toros, de fútbol y a veces se insinuaban conversaciones de política en las que se resaltaba lo bien que lo hacía el régimen, todo era perfecto. Dentro de ese ambiente se creó una especie de club de amigos del ajedrez y se hacían frecuentes partidas.

La tienda la llevaban mi tía Encarna y mi tío Dionisio, pero la realidad es que el peso de la misma recaía en mi tío Cecilio y en Paco del dependiente. También acudía, cuando no estaba en otras faenas Emilio García Serrano.

Entre mi padre y su hermana Encarna había algo especial, así la tienda y su casa era también como la mía. Me encantaba estar por allí y a veces me dejaban “despachar” como se decía entonces. Una de mis mayores ilusiones era trenzar el papel de estraza con garbanzos, cacahuetes con la perfección con la que ellos lo hacían, cuando salía medio bien era el niño más feliz del contorno. También hacer una cuenta en la caja registradora, aunque admiraba la facilidad con la que sumaban ellos grandes cuentas en los mismos papeles de estraza. Con todo eso, de tanto en tanto, sin abusar, me sentía en el derecho de abrir la caja de las galletas de coco y comerme una.

Piensos en aquellos tiempos y a pesar de que ahora disfrutemos de muchas cosas, los recuerdo como maravillosos, cualquier insignificante detalle, cualquier pequeña cosa nos llenaba de ilusión y nos hacía felices.


sábado, 11 de julio de 2020

LA CÁRCEL



Hace unos días me llamó mi madre a Almería, se acordó de que en Topares teníamos un lugar que llamábamos “la cárcel” y, quería contármelo por si yo no me acordaba.
Mis células evocadoras se pusieran en marcha buscando algún indicio en mi infancia y al momento me vinieron retazos que efectivamente había una habitación que llamábamos la cárcel, estaba en la parte trasera de la iglesia, enfrente de la puerta de cristal de la barbería de Julio de Fermín.

Calle en la que se encontraba la habitación que llamábamos la cárcel. A la derecha estaba la barbería de Julio el Barbero y en la pared de la izquierda una puerta por encima del suelo, pareciendo más una ventana cerrada que una puerta.

Se me fue montando en mi mente todos los recuerdos que me evocaban el nombre y así recordé que era un sitio misterioso y que nos daba cierto miedo, lo mirábamos con respeto y no nos era un lugar agradable. Pero en mi vena investigadora y amante de la historia de Topares, cuando me vine empecé a preguntar a los mayores y entonces encontré la explicación.

En esta pared se encontraba la portezuela que daba acceso a la cárcel. Ojos avispados y conocedores del asunto pueden intuir cierta mancha que puede señalar el lugar en que estaba la puerta, casi en la linea superior del zócalo de cemento.

En la dicha habitación, la Hermandad de Ánimas, guardaba un ataúd de madera, era para cuando moría un hermano que no podía costearse un féretro propio, se celebraba el funeral con éste, después a la hora de enterrarlo se liaba en una sábana o cualquier otra tela y la caja se devolvía a su lugar. Entre nosotros era “la caja del muerto”, en nuestras mentes de pequeños, cuando además algún mayor se encargaba de aumentar nuestro miedo y misterio, pues pensábamos que el muerto estaba dentro. Así el misterio por saber la verdad y el miedo que nos producía se alternaban y pasaba que queríamos verla y no, la mayoría de las veces pasábamos por la puerta de dicha habitación a paso ligero.
Cuando lo tengo todo no puedo evitar relacionar esta historia con unos recortes de prensa de un robo en el pueblo. Robo importante, pues lo encontré en tres periódicos de la época. Estamos en diciembre de 1920, hace casi cien años, la historia sale en los periódicos: “Crónica Meridional”, “Diario de Almería” y “La independencia”. Para vuestro conocimiento he escogido el texto de “Crónica Meridional”, pues me parece la más completa:
“Comunican de la villa de María que al cruzar por una calle de Topares el médico titular Don Ricardo Amigo García que iba a prestar asistencia facultativa fue sorprendido por dos individuos que desconocía, los que comenzaron a registrarle.
El señor Amigo para evitar que lo maltrataran entregó a los individuos 150 pesetas que llevaba en la cartera, desapareciendo aquellos en seguida, amenazándole de muerte si decía algo.
Cuando el atracado se vio libre de los dos individuos, denunció lo que le había ocurrido al alcalde y éste en el momento dispuso dar una batida, logrando feliz resultado, pues fueron detenidos los autores que resultaron ser los gitanos Pedro Morenilla Santiago y su hijo José Morenilla Cortés, naturales de Cehegín (Murcia). Se les ocupó la cantidad hurtada, que fue devuelta al médico de referencia.
Pero de los gitanos no hay que fiarse, como se demuestra que estando preparándose alojamiento hasta otro día, se escaparon aquellos un pudiendo dar alcance en un principio.
Pero la guardia civil comenzó a trabajar para buscar a los Morenilla, existiendo esperanzas de que pronto caerán en manos de la benemérita”.
No tardé ni un segundo en relacionar las dos crónicas, bien es verdad que no me asiste ningún argumento ni documento que certifique la relación entre ambos hechos, pero n o es difícil relacional que la habitación que preparaban de cárcel fuera ésta y que, del fracaso de la operación, la gente sacase guasa y le llamaran con ironía a dicha habitación la cárcel, quedándose con el nombre por mucho tiempo.
En la actualidad se encuentra tapada formando un falso sobre la sacristía.


La noticia tal como aparece en los tres diarios mencionados,
 Independiente. Diario de Almería y la Crónica Maridional.



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