viernes, 30 de diciembre de 2011

José Mª Siles

            A lo largo de toda la navidad había ido creciendo el interés, a todos los rincones llegaba la noticia de que el maestro que había hecho la película venia al pueblo. En Topares, “la película” solo puede ser aquella en la que se puso de manifiesto las pésimas condiciones en las que se vivía, sin agua potable, había que esperar horas y horas para poder llenar un cántaro de agua de la que beber. Después de muchos años nos encontrábamos sin médico residente, la carretera era un suplicio, llena de piedras, baches, sin asfaltar. Por no haber no había ni cura, en la comarca se decía que Topares era igual que el cáncer, que no tenía cura, en fin todo un poema.
            Los mayores de ahora, hace treinta y cuatro años estaban en la plenitud de sus días, igual no recordaban el nombre del maestro, pero seguro que retenían en su memoria el maestro que había hecho una película-denuncia del pueblo, que como consecuencia de la misma se había puesto en lucha. En su reportaje dio a conocer en la  provincia y el estado las condiciones de vida de la España profunda, lejos de las aleluyas de la televisión oficial y única y de lo bonito de las “Crónicas de un pueblo”.
            En la historia de los pueblos hay acontecimientos que son partida para el desarrollo o la destrucción, con la cinta se inicia el desarrollo de Topares. La rebeldía, el no callar, el reclamar nuestros derechos como personas supone un proceso de mejora que nos llevó a los momentos actuales.
            En esta navidad Topares vivía unos días de espera para el reencuentro con su historia, la fecha era el 3 de enero de 2009, el personaje, José Mª Siles, el maestro que realizó la película, aquel que era comunista y lo iban a meter en la cárcel, aquel que después salía en los telediarios.
            Nadie  esperaba que nos juntáramos tanta gente, desde muy pronto se fue llenando el bar, los que todavía están en el comedor son literalmente asaltados, ocupando todo el bar , deseosos de no perderse nada. Ya no cabían más y seguía entrando la gente.
            El encuentro fue muy emotivo, a pesar de que solo se contaba con unas pocas fotos, iban aflorando personajes, momentos, lugares, anécdotas, todo valía para traer a nuestra memoria unos tiempos de ilusión y esperanza. Nos quedamos con ganas de más, pues faltó la estrella a la cita, la película, en los rudos rostros se dibujó una desilusión, para después superarlo ampliamente a lo largo de la tarde. Habían pasado muchos años, pero Siles parecía que se encontraba en su hogar y el pueblo le devolvía el cariño como Topares solo sabe hacerlo.
            La escuela marca y define al maestro, que no deja de serlo nunca. José Mª venía como periodista a recordar su etapa de maestro, pero no, aquí estaba el docente. Los que realizamos nuestra labor en la escuela nos reconocemos en cualquier otra actividad que hagamos. Periodista y maestro tienen en común que los dos quieren transmitir un conocimiento, los dos tratan de expresar una verdad. Para lograrlo buscamos la motivación, el despertar el interés. Así él manejaba al auditorio como el maestro al alumno, buscando el estímulo para crear la atención, la ilusión.
            El ritmo, la secuenciación, el transcurrir de la tarde nos iba mostrando a un maestro que trabajaba de periodista. Poco a poco fue deslumbrando a la gente hasta que los tuvo entregados como pequeños infantes. Todos querían participar, se fueron contando historias, recuerdos, expresando las vivencias con la sencillez de los humildes, de los que saben reconocer la superioridad cultural de otros, la candidez que brota del pueblo, con todos los sentidos abiertos para poder empaparse de todo lo que aquella tarde diera de si.
            Observando el acto me viene a la memoria el recuerdo de aquellos días, imágenes aún en blanco y negro. Retrato de otro pueblo reunido en el mismo salón, en el letargo de la noche obscura de la dictadura, pero como siempre en Topares, una noche apacible, silenciosa, tranquila, dulce.
            Fueron años de expansión, de crear ilusiones, de avanzar. Muchas personas que habían tenido que emigrar, ahora mejor situados, empiezan a volver a pasar las vacaciones en el verano y las navidades. Se producen continuos reencuentros. Las noches de verano se llenan de juntas donde se cuentan las peripecias, miserias y penurias de antaño. Donde los que regresan ya pueden contar las anécdotas de los primeros momentos de la emigración, recién salidos de las entrañas de la tierra y vividores de la cercanía del pueblo, ajenos al ritmo y las costumbres de la ciudad. Pero ahora era cuestión de olvidar las carencias del pasado y todo era reír de las divertidas anécdotas que las necesidades había fabricado continuamente. Para los que éramos jóvenes de verdad en aquellos años, supuso conocer un tiempo de Topares que aunque cercano no lo habíamos vivido lúcidamente por no haber nacido o ser muy pequeños. Esas tertulias nos acercó a la historia y al conocimiento de nuestro pueblo.
            También fue un tiempo de descubrimientos, de volver a pensar en Topares como algo importante, cuando últimamente nos habían hecho creer que no valía nada, que todo lo de fuera era preferible, que lejos se vivía mejor. Fue un tiempo de empezar a recuperar nuestro orgullo de lugar, nuestro orgullo topareño.
            Ahora poco importa los motivos que le llevaron a realizar la película, prefiero destacar las circunstancias que hicieron que la gente se fuera implicando en el proyecto, la ilusión por mostrar su cultura, su arte, su vida, sus habilidades, sus tradiciones, sus problemas, como se fue desnudando para mostrarse tal como era, sin ropas, al desnudo, sin pudor y con la ingenuidad de los pueblos que no tienen nada que ocultar, pemsando que su memoria no es meritoria, no dándole importancia a su riqueza, a su valor.
            Para la música se juntó la mejor cuadrilla, vinieron de todos los lugares las mejores guitarras y las voces más dulces. Se torno todo seriedad, la responsabilidad de todos se alió para que el resultado fuera el mejor. Topares, por encima de todo, aunque sumido en una serie de calamidades, quería mostrar lo mejor de si, aunque olvidado de las instituciones, especialmente del ayuntamiento de Vélez Blanco, Topares era un oasis de tranquilidad, de belleza interna, sus campos ricos en cereales y sus gentes con una personalidad especial, cautivadora. Todos éramos conscientes de que nuestra imagen saldría al mundo exterior, que nuestra historia se estaba plasmando en esa cinta, era nuestro particular camino, el descubrimiento de nuestras esencias. Pusimos todo el empeño en que se reflejase el bienestar, las alegrías, todo a pesar de las cicateras condiciones en las que se vivía, Topares merecía la pena conocerlo y amarlo, cuando amarlo era muy fácil por sus tierras y sus gentes.
            El curso escolar estaba acabado, la cinta también, ya estaba rodada y concluido el trabajo de campo, faltaba ahora, el laboratorio, su revelado y montaje, siendo difícil recordar la fecha exacta calculo que sería por principios de la segunda mitad de agosto cunado se hizo la proyección en Topares.
            Como ocurrió esta navidad, había gran expectación por ver la película, los que estaban de vacaciones para conocer lo que habían hecho de su pueblo, resumiendo se fue creando un interés desbordante, quizás causante de que los acontecimientos se desarrollaran después como sucedieron. Nadie sabía exactamente que veríamos en la película. En sectores del pueblo se hablaba de Siles como “rojo” y “comunista”, se mascaba un cierto miedo a “si pasaba algo”, a la vez todos querían ver al padre que salía, al hermano o hermana, al hijo, a él mismo, al vecino, al conocido. La ilusión era mucha por ver lo que se contaba de nosotros en el film, nuestra realidad.
            La proyección oficial o más importante fue por la noche en el salón parroquial que estaba a reventar, al poco de empezar asomó por el lugar la guardia civil, conclusiones posteriores me dice que vinieron sin una directriz concreta, viviendo aún Franco, con la fama de “rojo” que tenía no es de extrañar que vinieran avisados por las “fuerzas vivas de la localidad”. Pero hay que aclarar rápidamente que en ningún momento se vio ninguna animadversión concreta hacia Siles, ni de la guardia civil, ni de la gente del pueblo.
            Con la proyección se habían puesto unos folios para recoger firmas de la gente dándole autenticidad a lo que en la película se decía. El silencio era profundo, la gente cada vez más embobada en lo que veía. Para terminar había elegido una secuencia en la que se veía empezar el telediario, “el parte” de las nueve de la noche, aquel en que la palabra telediario daba vueltas alrededor de la Tierra, era en el salón del teleclub y en el momento de empezar el “parte” todos se volvían de espaldas y una voz en off de cía algo como “Topares vive de espaldas a las noticias oficiales”.
            Al terminar resuenan aplausos importantes, la gente firma toda a la vez que los corrillos se van formando, tanto en el mismo salón como en la puerta. Pasados unos momentos la guardia civil interviene, le pide a Siles los permisos pertinentes de la película, de la exhibición y de la recogida de firmas. Solo tiene el permiso de proyección de la película, pero carece de permiso para celebrar el acto en Topares y recoger firmas. Después de los primeros minutos, lo conducen a la escuela y allí lo tienen retenido e interrogándolo al menos una hora. La gente no se va, llena de corrillos la puerta de la iglesia, todos dan su opinión de lo que puede pasar y de lo que se está cociendo en la escuela. Después pasan a hablar de lo que habría que hacer en caso de que lo detuviesen, de que tienen que defenderlo en caso de que se lo quieran llevar al cuartelillo. En esos primeros instantes no se sabía nada de lo que podría pasar.
Por fin salen de la escuela pero sin una solución final, él paso realmente momentos difíciles, claro que también vio que el pueblo estaba a su lado y si al principio su preocupación era que se lo pudieran llevar al cuartel, después su inquietud pasó a ser la película. Esta ya se había pasado en un festival realizado en Portugal y a los pocos días de Topares se pasaba en otro festival que había en Almería por sus fiestas, estando la guardia civil empeñada en que se tenía que quedar con la película y las firmas.
            Aquí quiero hacer una valoración muy personal, cuando suceden los hechos tengo sobre los veinte años, una necesidad de participar en las cosas del pueblo, de estar en medio como se dice, vivo intensamente los momentos de ilusión que se vive en la Universidad y en mis pensamientos crece la idea de que hay que hacer algo para salir de la obscuridad que nos embarga, ya está bien de esta larga noche triste y necesita llegar un alba reluciente, de que llegue la mañana luminosa, así no es de extrañar que me uniera en aquellos momentos cierta amistad con José Mª a través de la escuela, a la vez de una admiración por lo que hace en la misma y en la calle. Mi padre, por otra parte siempre ha mantenido estupendas relaciones con la guardia civil, así que aquella noche me movía entre los dos mundos y estuve metido en medio de todo el fregado. Aquella noche todos dieron la cara por el maestro, si acaso siguiendo la costumbre de los mayores de entonces, le achacaban lo mal que pudiera haber hecho a su juventud, por lo que a veces no sabía lo que hacía, pero era buen muchacho y siempre buscaba lo mejor para el pueblo y sus alumnos.
            A todo, ya hacía un par de horas de la película y de allí no se movía nadie. La impresión particular es que la guardia civil vino sin saber cuál era su cometido, su reacción era más debido a la expectación y al revuelo que se había formado, al miedo de aquellos años por si aquella noche en Topares se iniciaba la gran revolución, en resumidas cuentas, inocentes guardias civiles rurales que entre todos les habían llenado la cabeza de miedo por si aquello daba pie a alguna acción, a alguna protesta en el ayuntamiento y ellos, estando presentes, no habían actuado, no habían hecho nada para impedirlo y entonces pudieran aparecer como responsables ante sus superiores.
            Ya en la madrugada la guardia civil se va, se llevan con ellos la película y las firmas, el maestro se tiene que presentar por la mañana en el cuartel para allí dar la solución definitiva. La gente permanece en la puerta de la iglesia, José Mª se derrumba, pierde la entereza que ha mantenido a lo largo de la noche, nunca pensaba que en Topares fuera donde la película tuviera los problemas, la gente le apoyó en todo momento, ya bien de madrugada nos recogemos, al final quedamos en que yo le acompañaría y que Avelino, el cartero, también se acercaría al cuartel de María para echar una mano con la guardia civil pues al maestro lo único que le importaba ya era recuperar la película.
            Así a la mañana siguiente nos encontramos en el cuartel Avelino, el maestro y yo, la guardia no se había aclarado mucho, seguían con las mismas dudas, nuevamente se encierran a hablar. A todo esto hacía gracia ver a Avelino, sus alpargatas blancas que llevaba siempre y sus tics nerviosos, para los jóvenes os diré que era uno de los personajes peculiares del Topares de la época, cuando era pequeño se quedó tuerto jugando con una caña y siempre estaba humedeciéndose el ojo que no tenía, cuanto más nervioso estaba más rápido lo hacía, aquella mañana no paraba de escupir en el dedo y humedecerse el ojo, solo le decía al cabo que era una persona muy buena, que en Topares lo querían y que no había hecho nada malo.
            Por fin, ya entrado el mediodía, a eso de las dos, lo dejan ir, se puede llevar la película pero se quedan con las firmas y una amenaza, de alguna manera, de que si volvía a poner la película en Topares se la recogían y lo encerraban en el cuartelillo. El final fue más feliz de lo que en algunos momentos se pensó. El maestro se fue a Almería más contento que unas pascuas y Avelino y yo para Topares, los que lo conocisteis, sabéis que había pocas cosas que le metieran a él prisa, así que hicimos el viaje de vuelta bien tranquilos hablando de todo lo sucedido y fumando continuamente.
            Esa noche fue, quizás, el último contacto del maestro con el pueblo, hasta esta navidad pasada. Después a lo largo de aquel invierno en diferentes revistas fueron apareciendo reportajes de la película y por consiguiente de Topares, como anécdota os puedo contar que mi tío Vidal, estando en Alemania, ojea una revista española en un quiosco y de pronto ve que sale Topares, ve la foto de los cántaros y dice ¡pero si es mi madre!, como loco compró todas las revistas de aquella que había en el quiosco y escribió a todos sus hermanos mandándoles el artículo de la revista.
            Todos esos sucesos que se encadenaron en aquellos momentos, recordemos que es el último año de la dictadura, supuso el punto desde el que Topares inicia un salto hacia el futuro, inicia su carrera hacia el progreso y aunque decía de que había sido el último acto del maestro con el pueblo, cuando después salía en las imágenes del telediario desde sus diversas corresponsalías, en las casas del pueblo siempre se hacía el comentario de que era el maestro que había hecho la película.
            El aire juvenil de José Mª Siles que pudimos ver en el acto que vivimos el 3 de enero es el reflejo o la consecuencia del aire activo, joven, dinamizador de su estancia entre nosotros como maestro. Yo terminaba la carrera por entonces, a veces entraba en su clase, donde siempre encontraba su ayuda y comprensión. Creaba en la misma un clima de investigación, creatividad y dinámica que conllevaba la implicación de los alumnos en su propio aprendizaje, así en la tarde del 3 pudimos comprobar de la boca de sus alumnos como aún recordaban sus enseñanzas y como se les quedo la idea de una escuela nueva y moderna, rica y engrandecedora.
            Terminando estas líneas, además de expresar mi homenaje y admiración por José Mª Siles, quiero rendir homenaje y admiración por Topares y sus gentes. Estas personas que llegan a un pueblo y dejan su huella e impronta, no serían nada si no hubiera un lugar donde sembrar, una gente con la que trabajar, pocos lugares son tan propicios para eso como Topares. Su sabiduría sencilla, humildad, saber estar de sus gentes, mostrándose siempre humanos, agradecidos, solidarios, espléndidos, acogedores. Han venido maestros, médicos, ATS, sacerdotes y otros, que han llegado llorando al ver el sitio al que llegaban y al irse se han ido llorando al ver el lugar y la gente que dejaban atrás, sin tener reparos en reconocer que se iban enamorados del pueblo y sus vecinos.
            Desde la perspectiva que me dan tantos años de vivir fuera, aunque siempre mantenga contacto con el pueblo, os digo, mantened viva la llama de Topares y nunca dejéis de ser tan maravillosos.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Navidad

            Navidad, navidad, llegan  días de alegría, de encuentros, en  muchos casos días de ilusión.


           Ahora solo me queda el recuerdo de aquella navidad que nos conocimos, de aquella primera vez, de mantecados y licor café en las veladas nocturnas en mi bodega, de bailes en el salón, de recorrer la carretera  ateridos de frío camino del bar. El recuerdo de una ilusión que se empezó a gestar, de una complicidad que asomaba en el horizonte.
            Después fueron muchas navidades más, llenas de ilusión, de momentos inolvidables, abrazados, tratando de mitigar el gélido aire, también expresando nuestro amor. Navidad, atiborrada de ilusión por los reyes, montando y desmontando toda clase de estrategias para poder sorprendernos el día 6 por la mañana, soñando la alucinación que producirían en Adrián los presentes. Llenos de expectación esperando el efecto, tan llenos de esperanza que el obsequio no importaba, todos eran en ese instante los más maravillosos del mundo.


            El belén presente, creado con esas manos mágicas, siempre igual, siempre diferente, siempre imaginativo. Descubriendo como los reyes se van acercando a su destino, imaginándonos, ilusos permanentes, que así era en realidad, viviendo la magia como cuando éramos infantes menudos.
            Ahora llega la navidad y me motiva la más amarga de las emociones, tu ausencia, la realidad de tu pérdida, el aire helado de tu muerte y la desolación de pensar si, a mi lado, has alcanzado la felicidad que mereces, si te he dedicado todo el tiempo que valías, si he sido lo suficientemente fuerte para cuidarte. Si en algún minuto te has sentido abandonada, traicionada, olvidada por mí. Si en cualquier tiempo he pensado más en mí que en ti. Si me has querido como yo te he querido.
Pienso, repienso y me atormento por no poder decirte en un susurro cuanto te quiero, cuan importante has sido para mí, que he sido todo tuyo y que el mayor placer que he apreciado ha sido poder dedicarme por entero a tu felicidad, a ti.
            Que la llama que prendimos aquella, ya lejana, navidad, sigue viva  y se alienta a cada  instante, aún a pesar de tu partida, para que mi amor crezca y crezca. Te quiero.

jueves, 8 de diciembre de 2011

D. Miguel, el maestro

Don Miguel, maestro de la República en Topares

A Pepita y Juan Miguel, sus hijos,
con todo el cariño.


Don Miguel González Rosado (1907-1976) fue el maestro de mi padre y de otros muchos vecinos de su generación, pero, dentro del pueblo, por encima de todo, era Don Miguel el maestro. Tal era su carisma e importancia que era respetado no sólo por sus antiguos alumnos sino también por toda la gente del pueblo. Tenía toda la consideración, no en balde sus alumnos, como se decía antes, eran los que más sabían de letra, dándose una gran diferencia con las generaciones anteriores y posteriores, por lo que disfrutaba de todo el respeto y admiración de los vecinos del pueblo.
Don Miguel (1907-1976) nace en Málaga y recién acabada la carrera funda  la escuela San Miguel situada en el barrio Huelin. A principios de los años treinta entra en la escuela pública y es destinado a Topares, dejando la escuela San Miguel a su hermano D. José. Cuando termina la guerra civil es represaliado y no puede ejercer hasta finales de los años cincuenta. Después de pasar por varios pueblos ya se establece en Málaga, donde imparte su magisterio, hasta su jubilación, en la Escuela Laboral y Textil, escuela de patronato fundada por alguna empresa textil de Barcelona.
La escuela
Don Miguel llegó a Topares el año 1932, según podemos deducir de la carta que envía a otros alumnos de Málaga. Seguidor de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, practicaba una enseñanza de corte liberal, demócrata, con el objetivo claro de aprovechar las cualidades de cada alumno, partiendo siempre del entorno, donde el contacto con la naturaleza era fundamental, una escuela experimental y muy enraizada en los intereses del niño. Esta escuela tuvo su desarrollo fundamental durante la Segunda República y muchos trabajadores de la enseñanza piensan, salvando las distancias, que todavía no se ha superado una escuela tan comprometida como la que se dio en muchos lugares aquellos años.

Mi padre recordaba una escuela muy activa, muy exigente en el trabajo, pero a la vez muy implicado. D. Miguel no pedía nada que él no hiciera antes. Exigía el máximo respeto tanto para él como para sus alumnos. Hacía muchas salidas al campo: en las eras pintaba un gran mapa de España y tenían que saltar y desplazarse de unas ciudades a otras. Muy participativo en el juego, contaba que jugando a las “ídenes” alguien al que había castigado en la clase se aprovechó de que el maestro estaba de “burro” y le dio una buena “espoleta”. Don Miguel ni rechistó, pero cuando se tuvo que poner el alumno, se la devolvió y lo tiró de boca. Jugaba como uno más y se comportaba como uno de ellos en el juego. Todos sus alumnos siempre le han recordado con entusiasmo y veneración, rememorando una escuela activa y alegre.

La carta de 1933

Un ejemplo de su forma de trabajo es esta carta que ha llegado a mis manos por un obsequio de su hijo Juan Miguel, conocedor y conocido en el pueblo por las estancias que después pasaban padre e hijo en mi casa. Se trata de una misiva que los alumnos de Topares envían a los alumnos del colegio “San Miguel” de Málaga para iniciar una correspondencia en la que les cuentan cómo es el pueblo de aquellos años. Los que pasamos de la cincuentena nos situamos perfectamente en los lugares y en las formas que nos describen estos niños y parece que volvemos al Topares de nuestra más tierna infancia. En la portada podemos leer:

“Correspondencia infantil.
Envío de los alumnos de la Escuela Nacional de niños de Topares (Almería) a sus compañeros de la Escuela de San Miguel.
MÁLAGA”

La portada resulta una obra perfecta, por eso supongo que está hecha por el mismo D. Miguel, pues era de ese estilo preciosista. Observamos un sello que dice: “Escuela Nacional de Niños. Topares-Vélez Blanco. Almería”, un escudo ininteligible y, resaltada con bolígrafo, “octubre 1933”.

Si los dibujos se los podemos atribuir a Patrón, la caligrafía se la atribuyo a José Mª de la Eufemia, pues después se dedicó a ser lo que llamábamos “Maestro Ciruela” y siempre conservó la elegancia de la escritura. En mis tiempos de escuela nos daba clases particulares, tenía fama de duro y de que enseñaba bastante. Mucha gente de los cortijos aprendió a leer gracias a la labor que desarrolló él y otras personas como él que iban por los campos enseñando a leer, escribir y las cuatro reglas.

Dentro aparecen diferentes dibujos de Topares realizados por los alumnos, muy bien hechos y seguro que los que tenemos cierta edad reconoceremos la puerta de la Iglesia, las cuevas, la casa de Fernando de la Posada, los pinos, un segador en plena faena, la calle San Vicente, en la que se puede apreciar que ya había luz en el pueblo, aparece una bombilla en la esquina de lo que es la casa que conocemos como la de Luis el Albañil. Topares visto desde el camino de Macián, en la que vemos un almendro grande que había en un bancal de mi abuelo Vidal Motos, y una fotografía de los alumnos, lástima que el tiempo y la técnica de entonces no nos permitan reconocerlos. La foto está tomada en el patio de la casa de Antonio el Llana, pues la escuela en esos momentos estaba ahí y en el patio existía un árbol.
El pueblo
Ya dentro de la misma nos cuentan que Topares tiene en aquellos días 450 habitantes. Explican a los niños de Málaga qué es un almiar: “También se ve un almiar, que es un montón de paja forrado con cañas de centeno para que no se moje la paja y dure mucho tiempo”.

Nos siguen informando: “Lo primero que hay a la entrada al pueblo es la Iglesia, que tiene una torre con dos campanas. Ahora está cerrada la Iglesia porque el cura se ha ido”. Parece que el problema de Topares y los curas ha existido siempre.

También nos hablan del molino, que durante muchos años fue un centro importante en el pueblo: “En frente de la Iglesia, un poco más abajo, está el molino que muele el trigo y da la luz eléctrica. El molino tiene dos piedras que las mueve un motor de aceite pesado, que también le hace andar a la dinamo para la luz”.

Después hablan de las calles: “El pueblo tiene una calle que se llama la calle Mayor y en la punta hay una plaza pequeña. Después hay otras calles, como la Carrera de Baza, que es donde vive Don Miguel, y la calle de la escuela que se llama calle San Vicente”. Nos aclaran que los dibujos eran de un trabajo que ya habían hecho de un día nevado: “La ha dibujado un compañero que se llama Patrocinio Navarro (Patrón) y la dibujó un día que había nieve”. “En el pueblo hay también un pilar donde beben las bestias y de donde se saca el agua para fregar, este agua es mala para beber pues tiene mucho yeso. Para beber hay que traerla de una fuente que se llama Macián, que está de aquí tres kilómetros”.

También nos hablan de las sierras: “El mayor es el del cerro Gordo, que tiene cerca de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Vosotros quizás no seríais capaz de subir a todo lo alto, pero nosotros hemos subido muchas veces ya y también nos hemos caído algunas veces”.

Les cuentan que se da el trigo, cebada, avena y centeno, les dicen que es tierra de secano y una curiosidad: “Este año hemos visto segar con máquina, que no lo habíamos visto nunca; pero el dueño de un cortijo trajo una este verano  y la vimos. En una hora segaba la máquina más que dos segadores en un día”. Lástima que no nos dejen una imagen de la máquina, sólo dibujan a un segador en plena faena.

Árboles dicen que hay pocos: “Alrededor del pueblo hay unos cuantos almendros grandes y nada más. Uno de estos almendros lo retrató D. Miguel un día y nosotros hemos sacado un dibujo del retrato”.

Observamos que hacen una descripción exhaustiva de todo lo que rodea al pueblo, cuentan de las matas: “Ahora es el tiempo de cortarlas y la gente va al campo a por ellas. La pagan la arroba de tallos a 0'30 pesetas. Con lo que podría ganar un jornal con una buena bestia de cuatro o cinco pesetas”. En dinero actual estaríamos diciendo que podía ganar 0'30€ al día. También hablan de que en la sierra se corta leña y se hace carbón.





Volver a Topares
Después de su paso por Topares se dieron unas circunstancias que hicieron que volviera a tener relación con el pueblo.

D. Miguel fue un maestro de la República y, como muchos de ellos, fue represaliado por la dictadura, así es “exiliado” a Alicante, no pudiendo ejercer en Málaga. En Alicante se encuentra con don Luis, el maestro, casado con Dª María,  padre de D. Luis, “Luisito” y D. Jesús. Ellos ya se conocían de cuando D. Miguel estuvo en Topares. Es muy probable que D. Luis le hablase a mi padre de su encuentro con D. Miguel, a quien mi padre recordaba con cariño a pesar de que, de pequeño, era un niño muy travieso. A veces se da una corriente de simpatía entre el travieso y el maestro. Claro que travieso no significa maleducado, grosero o irrespetuoso, sino más bien quien no mira muy bien las consecuencias y realiza acciones fuera de la norma que, a veces, pueden parecer graciosas. En ocasiones, con tantas llamadas de atención, se puede crear una relación cordial con los padres del infante. Esto fue lo que ocurrió en este caso: mi padre y D. Miguel, y sus respectivas familias, mantuvieron (y mantenemos) un relación afectuosa.

Sea como fuere, la cuestión es que se reinicia una relación y, conociendo las formas de mi padre, José Mª Robles, no es de extrañar que en algún momento lo invitara a venir a la caza del reclamo o a pasar algunos días en el verano. Mi padre no me supo explicar nunca las circunstancias concretas de ese nuevo encuentro. El resultado es que Don Miguel pasa pequeñas temporadas en mi casa durante el verano y así, con su amabilidad y simpatía, se gana la admiración y el respeto de todos los vecinos.

Cuando se acercaba el momento de su venida, crecía una gran expectación e ilusión. Mi casa se transformaba y giraba todo el día en torno a ellos, para que disfrutaran lo más posible de sus cortas vacaciones en el pueblo. Por las mañanas había que realizar tareas de la escuela, era inflexible. Después, con Juan Miguel, íbamos a jugar a los pinos del Cortijico o de la Carretera. Por la tarde llegaba el momento más esperado, la salida al campo, le encantaba y la excusa era salir a cazar, aunque la mayoría de los días la escopeta regresaba más limpia que una patena. Al regresar, seguro que habíamos aprendido nombres de animales, de plantas, de piedras y minerales, curiosidades, anécdotas, cualquier circunstancia era suficiente para una explicación oportuna, como si de una enciclopedia total se tratara. En la inocencia de la infancia a mí me parecía que en él radicaba toda la sabiduría. Todavía hoy, después de muchos años ejerciendo de maestro, pienso lo bonito que sería parecerme un poquito a él como educador y enseñante.

Desgraciadamente de sus alumnos quedan muy pocos entre nosotros, uno de ellos es Eutimio López López, Conocido en el pueblo por Eutimio de Virgilio de la Posada, que nos revelaba que cuando llegó al pueblo. D. Miguel estuvo hospedado en su posada. El motivo de la visita era mostrarle las fotografías y que nos contara de aquellos años, me acompañaba Encarni Navarro a la que agradezco su trabajo con las fotos, y Rosario García, mi mujer.
Eutimio fue alumno de Don Miguel, cuando nos encontramos al decirle que quería hablar de Don Miguel inmediatamente respondió, “Don Miguel González Rosado”. Nació en el año 1922, ya muy mayor la memoria y la vista  no le obedecen todo lo que nos gustaría, pero a lo largo de las dos horas que estuvimos con él, nos fue contando pequeños detalles de la escuela y nos transmitió su admiración por el maestro.  A la vez que hablamos comento con Encarni alguna circunstancia de las fotos, en un momento le digo que el nombre del maestro es Miguel y Eutimio saltó como un resorte y me corrigió: “Don Miguel”.


Le recordé ante la foto de la mesa y la estantería que le gustaban mucho las piedras y los minerales y él riéndose me dice “los caracoles, los caracoles de piedra “, se ve que así llamaban ellos a los fósiles. Nos contó que salían todos los jueves por la tarde al campo, a jugar o a hacer actividades, muchas veces eran a las eras, las eras de Diego y de Elías, al lado de la gasolinera y en el cerro de la Cruz, en la de José Manuel.
Mientras hablábamos y veíamos fotografías de pronto dice Eutimio “El mejor maestro que ha habido en Topares”, su forma de hablar fue el de dictar una sentencia, no dejó ninguna duda al comentario ni a otra opinión. Nos aclaró que en aquellos años todos los niños eran de Topares, que no había niños de los cortijos, ni de Macian ni las Cobatillas.
Finalmente en un momento de la agradable mañana nos recito un trozo de poesía que D. Miguel les había enseñado y que aún se acordaba:
El que viva en el año 2000
Verá con asombro,
el tiempo cambiado.
Ya no hará falta ningún albañil
Pues las casas no tendrán tejado.
Las niñeras serán suprimidas
Porque los niños nacerán criados.
Han pasado más de 75 años y pudimos observar  la alegría en su rostro al recordar a su maestro, lo orgulloso que estaba de haber participado de su escuela y de todo lo que le había enseñado, me quedo con su expresión espontanea y su cara cuando dijo: ¡Es el mejor maestro que ha pasado por Topares!”
Sirva estas líneas como recuerdo al inolvidable D. Miguel y como homenaje a tantos maestros que en tiempos difíciles nos abrieron caminos en los pueblos recónditos para explorar la senda del estudio y del saber.


 
          

martes, 6 de diciembre de 2011

UNA IDEA

UNA IDEA

Esta noche has sido una idea, una idea que ha surgido en el sueño y, me gustaba. Éramos más jóvenes, más bisoños en la edad y, aunque en el pensamiento y en las formas sea difícil, también.

Muy jovencitos, en Las Negras, en una salida del sol
            Surgió de pronto, de improviso. Al principio sin unas formas concretas, seria hacia el final de los veinte años. Poco a poco ibas tomando cuerpo, formas … las tuyas, inconfundibles, lozanas, maravillosas.
            Ahora lo veo claro, cuando el día no sabe descifrarlo, ahora si reconozco como son las mismas maneras de siempre, pero con el atrevimiento de la juventud más pura y cruda.


            Saltábamos, por nada nos reíamos, nos enlazábamos, cualquier lugar era el adecuado para amarnos. Recorrimos lugares, no concretados pero cercanos a nuestra historia, el mundo existía cercano solo para nosotros, para que pudiéramos estimarnos todo cuanto quisiésemos, situado en su punto exacto para disfrute nuestro.

            Apreciar la frescura de la carne y, reconocer, sentir en mi memoria histórica la dulzura de tus labios. Percibir desnudamente el tacto de la carne, la respuesta a mis caricias, a mis deseos y, convenir, comprobar cómo se formaba la idea de tu ser, de tus muslos, tu espalda, cómo me llegaba tu tesoro, sincero, diáfano, oferente a mis anhelos y, todo era, ahora ya reconocida y venerada, tu naturaleza, y la idea y la realidad se identificaban en una misma.
En el tiempo te has conservado para mí inmortal, perdurable en tu juventud, en tu madurez, como si realmente fueras imperecedera y por siempre  conservaras el elixir de la frescura.

            Un sentido de placer me recorre todo el cuerpo. He sentido, recordado, celebrado tu cuerpo, tu alma, en los tiempos ya remotos en que empezábamos. Lo he saboreado, disfrutado y, comprobado que es el mismo conservado en el espacio y en el tiempo. Como un don, un regalo que los dioses han tenido a bien concederme, agraciarme con la ternura de tu presencia, con la dulzura que solo el licor del paraíso puede proporcionar y, que unas simples palabras terrestres no son capaces de ni tan siquiera aventurar. Pero que perviven en cada una de las células de mi humilde ser, para poder escribir y decir, con la fuerza de esos minúsculos organismos, unidos uno por uno por todo el deseo y el amor que puedan desarrollar: Te quiero, te estimo con todo mi ser, en toda tu grandeza, Saio mi amor.

Su recuerdo desde el amanecer hasta la noche, siempre
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