lunes, 23 de marzo de 2020

BAR DE ELEUTERIO 2




Seguimos en el bar de Eleuterio. Además del bar había un par de habitaciones que también fueron importantes.
En Topares, a través de los tiempos el juego ha sido frecuente, aunque ahora ha desaparecido, como se dice ya no hay cartas ni en los bares. La tristeza es que no ha desaparecido por la enmienda del comportamiento si no porque no queda gente para jugar.
Mi madre me cuenta que cuando mi abuelo tenía el casino venía gente de fuera y se pasaban las semanas aquí jugando, así cuando abrió el bar de Eleuterio también en el piso de arriba tenían una habitación preparada para aquellas partidas en que no querían muchos mirones. Disimuladamente entraban por la barra y por una escalera al lado del frigorífico subían al piso de arriba donde tenían todo preparado para la timba.
Pero quiero hablar de otra habitación a la que se entraba por la puerta de la casa, al pasar una de cristales, a mano izquierda había una habitación que fue el reino de los jóvenes.
Allí se hicieron los primeros bailes fuera de los del salón y aquellos que se hacían en las casas vigilados por las madres, en la susodicha habitación no estaban las madres y se escuchaban las nuevas canciones aparte de los pasodobles dichosos. Llegó el mundo de las lentas y el esfuerzo de los muchachos era tratar de bailar siempre un poco más juntos, claro que nuestras compañeras tenían unas fuerzas en los codos inmensas y baile tras baile chocábamos con su obstinada resistencia. Así que cuando venía alguna damisela de fuera que parecía más liberada, el corral se ponía alterado y todos íbamos a la busca y captura a ver quién era el agraciado que lo conseguía. Ni que decir tiene que después lo contado por el dichoso ligón era mucho más que la realidad de lo ocurrido.
Otro momento sublime es cuando llegaba alguno o alguna que dominaba los bailes modernos y sabía moverse. Le hacíamos hasta corro, hasta aplausos cuando terminaba y allí estábamos los pobres pueblerinos mirando con envidia los ojos que las topareñas lanzaban, si era hombre, a tan buen danzarín. Cuando era ella la danzante ya no eran miradas, si no embelesamientos, risas, ilusiones, quimeras y caídas de baba. Después tratábamos de imitar sus movimientos mirando también de impresionar a nuestras amigas.
Algunas parejas ya más formales buscaban sobre todo los rincones y alguna en concreto recuerdo que le gustaba “arrepretarse” para darnos envidia a los demás, pero ya podéis imaginar, en normal podía haber veinte centímetros entre los cuerpos y el “arreprieto” podía llegar a los dos o tres cm. Nada que nos podamos imaginar ahora.
En alguna mesa, en el quicio de la ventana, en cualquier lugar se colocaba el pequeño tocadiscos blanco y las canciones se sucedían: las lentas, las modernas, los pasodobles… y sobre todo “la yenka”. Así se nos iba llenando el momento de música: Juan y Junior, Nino Bravo, Los Bravos, Los Brincos, Los Pekeniques, Pop Tops, Los Módulos, Cecilia, Dúo Dinámico, Los Puntos, Nicola di Bari, Los Panchos, Adamo, Karina, Mari Trini, Jeanette, María Ostiz, Los Diablos, Mina, Rita Pavone, Doménico Modugno, Adriano Celentano y tantos más. Ahora bien, el no va más, el momento culminante en el baile agarrado es cuando alguno tría la canción; “Je t’aime…moi non plus”, los suspiros y gemidos que acompañaban a la música elevaba la temperatura del ambiente y hacía crearnos ilusiones imaginarias, que siempre acababan, también, en un suspiro de frustración.
Para toda una generación bastante amplia el bar de Eleuterio y la habitación de la entrada constituyo un espacio de libertad, de aprendizaje a ser jóvenes y a disfrutar de la vida que se nos ponía por delante, dando lugar a una edad maravillosa y única.
Ahora que estamos pasando unos días difíciles, rodeados de misterio, temor, incertidumbre y tristeza, recordar tiempos felices llenos de ilusión. Nos ayudará a ser más fuertes y superar esta mala racha.

lunes, 9 de marzo de 2020

BAR DE ELEUTERIO 1

En la punta de la carretera, a la izquierda, se ve la casa de Eleuterio aún en construcción, si observamos  no está hecha la tapia de delante, ni están las escuelas ni el consultorio. Me causa emoción contemplar Topares tal como lo veía en mi infancia.


 En el año 1963 o 64 se abre en Topares un nuevo bar y una nueva tienda, el bar y la tienda de Eleuterio. Hasta entonces estaba el casino de Eugenio y había cerrado no hacía mucho el bar de la Digna, del que apenas tengo un remoto recuerdo .
Hablamos de un casino con café de puchero, de los refrescos de jarabe de limón y fresa, de las gaseosas El Tigre, de cervezas a temperatura ambiente, tanto en invierno como en verano, de copas de coñac y anís. En ese momento era lo que había.
Recuerdo de nuestra expectación mientras se hacía la obra, infantes de seis o siete años nos íbamos a jugar a la obra, a perdernos en las, para nosotros, incontables habitaciones. Así hasta que llegó el momento de la verdad.
Para nuestro asombro en la apertura descubrimos que había una cafetera de verdad, de las que había en los pueblos grandes. Ponían el café en una cazoleta, le daban a una palanca dos o tres veces y empezaba a caer solito el café, con espuma y un fuerte aroma. Y no era todo, había refrescos, pero no de esos de agua y jarabe, si no mirinda, fanta y hasta coca-cola. Nuestra gran ilusión del momento es que nos invitaran a una coca-cola, en ese caso nos sentíamos los amos del mundo. Y, por supuesto, cerveza, que además en el verano se enfriaba en un frigorífico a gas butano. Claro que como viniera un grupo sediento de la siega o la trilla, allí se acababa la cerveza fresca.
Ah! Y, sobre todo, los jóvenes empezaban a tomar cuba-libres. Una para dos, se decía, una coca cola repartida para dos con ginebra, no importaba la marca y, con suerte, con un hielo, de una cubitera que al poco se acababa y se terminó el hielo. Pero estábamos contentos.
Al entrar nos encontrábamos una sala grande, en frente la barra con forma de L. En la esquina de la izquierda la cafetera, al lado la puerta al corral y en frente de la cafetera otra puerta a una habitación más pequeña. En la sala grande había varias mesas y sillas para que los amigos se tomaran algo o se jugaran unas partidas de brisca o tute y también algún dominó. En el invierno una estufa hacía el lugar acogedor.
Llegada la ocasión, toda la familia hacía de camareros, los padres, Eleuterio y Presentación. Los hermanos mayores Emilia y Segundo, pero sobre todo, la barra era cuestión de Antonio y Eleuterio y, poco a poco, Eleuterio era el más perenne, hasta que el bar se quedó con el nombre de bar de Eleuterico. Nunca habían tenido negocios parecidos pero la agilidad mental de los dos hermanos menores hizo que pareciese que toda su vida había transcurrido detrás de la barra de un bar.
El bar, sobre todo por la noche, se hizo más de jóvenes que de mayores. En la puerta, en el verano, y dentro, en el invierno, había un futbolín que hacía nuestras delicias y en el que los dos hermanos eran unos figuras. Así el bar se convirtió en nuestra segunda casa.
En el bar, la habitación más apetitosa para nosotros era la de dentro, al lado de la cafetera. Resguardados de las visitas inoportunas de nuestros padres, disfrutábamos de nuestros primeros cigarrillos y aquellos días que, con suerte, llevábamos algunas monedas nos jugábamos el café a la brisca o al tute. Los más atrevidos y con alguna moneda más osaban jugar algún julepe o montones.
En el verano en la puerta, o al lado de la estufa, en el invierno, era lugar de encuentro de mozos y mozas, se formaban pequeños noviajes y en contados momentos la habitación aneja servía para aislarse de las miradas y alguna mano enloquecida tanteaba todos los terrenos, claro que a veces se escuchaba el sonido de una bofetada inocente.
En las noches veraniegas la puerta era lugar de encuentro de veraneantes y mayores que relataban sus vivencias anteriores en el pueblo y fuera de él y, los que nos hemos entusiasmado siempre con las historias de nuestros mayores, quedábamos embobados a merced de aquello que nos querían contar. Así nos mostraban quienes éramos y de donde veníamos.

(No he encontrado fotos del bar, si alguien tiene y la quiere ceder para ilustrar el artículo, me la puede enviar a la dirección; alfonsorobles@hotmail.es)



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