lunes, 26 de diciembre de 2011

Navidad

            Navidad, navidad, llegan  días de alegría, de encuentros, en  muchos casos días de ilusión.


           Ahora solo me queda el recuerdo de aquella navidad que nos conocimos, de aquella primera vez, de mantecados y licor café en las veladas nocturnas en mi bodega, de bailes en el salón, de recorrer la carretera  ateridos de frío camino del bar. El recuerdo de una ilusión que se empezó a gestar, de una complicidad que asomaba en el horizonte.
            Después fueron muchas navidades más, llenas de ilusión, de momentos inolvidables, abrazados, tratando de mitigar el gélido aire, también expresando nuestro amor. Navidad, atiborrada de ilusión por los reyes, montando y desmontando toda clase de estrategias para poder sorprendernos el día 6 por la mañana, soñando la alucinación que producirían en Adrián los presentes. Llenos de expectación esperando el efecto, tan llenos de esperanza que el obsequio no importaba, todos eran en ese instante los más maravillosos del mundo.


            El belén presente, creado con esas manos mágicas, siempre igual, siempre diferente, siempre imaginativo. Descubriendo como los reyes se van acercando a su destino, imaginándonos, ilusos permanentes, que así era en realidad, viviendo la magia como cuando éramos infantes menudos.
            Ahora llega la navidad y me motiva la más amarga de las emociones, tu ausencia, la realidad de tu pérdida, el aire helado de tu muerte y la desolación de pensar si, a mi lado, has alcanzado la felicidad que mereces, si te he dedicado todo el tiempo que valías, si he sido lo suficientemente fuerte para cuidarte. Si en algún minuto te has sentido abandonada, traicionada, olvidada por mí. Si en cualquier tiempo he pensado más en mí que en ti. Si me has querido como yo te he querido.
Pienso, repienso y me atormento por no poder decirte en un susurro cuanto te quiero, cuan importante has sido para mí, que he sido todo tuyo y que el mayor placer que he apreciado ha sido poder dedicarme por entero a tu felicidad, a ti.
            Que la llama que prendimos aquella, ya lejana, navidad, sigue viva  y se alienta a cada  instante, aún a pesar de tu partida, para que mi amor crezca y crezca. Te quiero.

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