martes, 27 de diciembre de 2016

CRUDA NAVIDAD

Cuando hablamos del sentido de la navidad, a muchos, les duelen las “sillas vacías” en las reuniones, imaginad cuando ya no se trata de una silla sino es un “trono vacío”.

De tanto cercarte la soledad, llega el momento que solo quieres vivir en singular. Te rodea, te atraviesa hasta acurrucarte en un rincón para hacerte invisible, hasta volverte una molesta niebla, de la que no quieres que haya sol capaz de levantarte.
Cuando pasan tantos días sin sentirte principal, sabiendo que para nadie eres el primero, dejando de ser imprescindible, si es que alguna vez lo fuiste. 
A pesar de la mucha gente que puedas llevar en tu interior, la soledad se adueña de tu destino, se te mete dentro y nunca se va. Te absorbe y te liquida para transmutarte en un ovillo perdido en cualquier rincón de tu existencia.

Al final piensas, para qué tanta gente, si la única que me despierta está ausente.

sábado, 24 de diciembre de 2016



Con esta imagen de Topares de 1932, recordando todo lo que
ha sido y a todos los que han pisado sus calles y sus campos,
quiero desearos unas felices fiestas y que 2017 sea una año
lleno de ilusiones y satisfacciones

domingo, 18 de diciembre de 2016

EL MOLINO


Eran las seis de la tarde del 17 de enero, día de San Antón, de 1973, cuando llegó la luz de la Sevillana a Topares, que en otros lugares llaman del Chorro o de La Compañía.
Ese día llegó la luz desde fuera al pueblo, pero aquí, mucho antes, ya había luz eléctrica producida en el mismo pueblo, antes incluso que en los pueblos de alrededor más grandes.
En 1915 se pone en funcionamiento un molino, el Molino. Toda nuestra diputación es gran productora de cereales y era necesario una fábrica para elaborar y dar salida al producto, en él se molerá una gran cantidad de trigo y cebada, destinada al consumo de los animales y las personas. Unos emprendedores, como se llamarían ahora, ponen en marcha el molino movido por un motor de aceite pesado.



Dos imágenes del molino, la fachada principal y la lateral, la de la vivienda, ya cerrado,
llega un momento que prácticamente todo el grano se va fuera y con la llegada de la luz de Sevillana,
 ya no tiene sentido, con lo que un emblema del pueblo se cierra.

Entre 1915 y 1920 se electrifica el pueblo. Se ponen bombillas en las esquinas de las principales calles y se lleva hasta las casas, en donde cada uno, según sus pretensiones ponen, por lo general una bombilla en la cocina-comedor, a lo sumo dos o tres en toda la casa, ya tirándola por la ventana. Se paga por punto de luz, por cada bombilla, así no había interruptores ni nada, siempre encendida. La gente, cuando vino la de la sevillana, tenía miedo de que se les olvidara de que tenían que apagar la luz cuando no fuera necesaria con los interruptores, después no pasó nada, al día siguiente, viendo la comodidad de tenerla en todas partes ya nadie se acordaba de la del molino. Cuando este deja de funcionar se pagaban 25 pesetas al mes por cada bombilla.


La luz no funcionaba a todas horas. Cuando empezaba a oscurecer venía: “¿Ha venido ya la luz?, se preguntaban. Ese momento era una señal importante. Los infantes nos teníamos que recoger: “En cuanto mismo venga la luz a la casa”, si no, podías encontrarte a la madre con la alpargata en la mano. También, en muchas casas, era la hora de la cena, se recogían las gallinas, en fin, se preparaba la vivienda para la noche.

Tampoco era que estuviera toda la noche encendida. A eso de las doce, la luz se apagaba y se encendía tres veces. El mensaje era claro, en cinco o diez minutos la luz se “iba”, o sea se apagaba: “Vamos, a dormir, que la luz se va”, nadie sabía dónde, pero se iba. Era el momento en que volvían a aparecer quinqués, candiles, palmatorias, velas… necesarias para terminar la velada o simplemente para llegar a las habitaciones.

Una fotografía de 1932 nos permite ver la calle San Vicente con el tendido eléctrico y alguna bombilla, o por lo menos el soporte, pues parece que la bombilla está rota. Así, ese mismo año los alumnos de la escuela de niños de Topares le mandan una carta a los de otra escuela de Málaga y le dicen lo siguiente: “En frente de la iglesia, un poco más abajo, está el molino que muele el trigo y da la luz eléctrica. El molino tiene dos piedras que las mueve un motor de aceite pesado que también le hace andar a la dinamo para la luz”.






Al ser de muy bajo voltaje, pues toda la potencia se tenía que repartir para todo el pueblo, los aparatos eléctricos no funcionaban. Por eso, aclarando a mi amigo Josep, en la iglesia pusieron otro motor para tener luz propia y así poder hacer funcionar la máquina de cine y después la televisión. Cada noche del cine (El Gordo y el Flaco, alguna del Oeste o alguna folclórica o patriótica), el salón se ponía a tope, lo vivíamos como si dentro de la película estuviésemos, se aplaudía, cuando salía el bueno, se silbaba al malo y en el invierno, al salir, nuestras madres nos decían: “Tápate la boca, que te resfrías”.

Rara vez se alargaba la luz más de las doce, con ocasión de alguna vela o un hecho excepcional se podía estirar, como mucho, hasta la una o las dos, pero en muy raras ocasiones. A veces las señales, como llamábamos al aviso para apagarse: ¿Han dado ya las señales?”, digo que a veces esas señales no eran tres, sino una o dos, nada tenían que ver con nosotros, eran mensajes dirigidos a los propios del molino o a algún trabajador para que regresara al mismo.

En las calles principales, en las esquinas, había una bombilla. Entre las pocas que había y la poca luz que daban, en la mayoría de las ocasiones se veía menos que en una noche sin luna. Eso si había bombilla, pues frecuentemente eran utilizadas como blancos por la zagalería, que con sus tirachinas jugaban a hacerlas añicos. También corría peligro de muerte si en su radio de acción se gestaba algún noviazgo o alumbraba mucho a alguna reja indiscreta, en ese caso durante el tiempo que durase el romance tonto era el sustituirla.


De esos tiempos del molino se pueden contar un sinfín de cosas. Estaba la escalera del molino, bueno se podía decir del pueblo, parecía el marrano de San Antón, pues la encontrabas por todas las calles, o de sus encargados que parecían vestir siempre de blanco, bañados en harina como iban, pero bien por hoy dejamos aquí el asunto, ya habrá otra ocasión para volver.



Las fotos de internet se retirarán a petición
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...