martes, 6 de diciembre de 2011

UNA IDEA

UNA IDEA

Esta noche has sido una idea, una idea que ha surgido en el sueño y, me gustaba. Éramos más jóvenes, más bisoños en la edad y, aunque en el pensamiento y en las formas sea difícil, también.

Muy jovencitos, en Las Negras, en una salida del sol
            Surgió de pronto, de improviso. Al principio sin unas formas concretas, seria hacia el final de los veinte años. Poco a poco ibas tomando cuerpo, formas … las tuyas, inconfundibles, lozanas, maravillosas.
            Ahora lo veo claro, cuando el día no sabe descifrarlo, ahora si reconozco como son las mismas maneras de siempre, pero con el atrevimiento de la juventud más pura y cruda.


            Saltábamos, por nada nos reíamos, nos enlazábamos, cualquier lugar era el adecuado para amarnos. Recorrimos lugares, no concretados pero cercanos a nuestra historia, el mundo existía cercano solo para nosotros, para que pudiéramos estimarnos todo cuanto quisiésemos, situado en su punto exacto para disfrute nuestro.

            Apreciar la frescura de la carne y, reconocer, sentir en mi memoria histórica la dulzura de tus labios. Percibir desnudamente el tacto de la carne, la respuesta a mis caricias, a mis deseos y, convenir, comprobar cómo se formaba la idea de tu ser, de tus muslos, tu espalda, cómo me llegaba tu tesoro, sincero, diáfano, oferente a mis anhelos y, todo era, ahora ya reconocida y venerada, tu naturaleza, y la idea y la realidad se identificaban en una misma.
En el tiempo te has conservado para mí inmortal, perdurable en tu juventud, en tu madurez, como si realmente fueras imperecedera y por siempre  conservaras el elixir de la frescura.

            Un sentido de placer me recorre todo el cuerpo. He sentido, recordado, celebrado tu cuerpo, tu alma, en los tiempos ya remotos en que empezábamos. Lo he saboreado, disfrutado y, comprobado que es el mismo conservado en el espacio y en el tiempo. Como un don, un regalo que los dioses han tenido a bien concederme, agraciarme con la ternura de tu presencia, con la dulzura que solo el licor del paraíso puede proporcionar y, que unas simples palabras terrestres no son capaces de ni tan siquiera aventurar. Pero que perviven en cada una de las células de mi humilde ser, para poder escribir y decir, con la fuerza de esos minúsculos organismos, unidos uno por uno por todo el deseo y el amor que puedan desarrollar: Te quiero, te estimo con todo mi ser, en toda tu grandeza, Saio mi amor.

Su recuerdo desde el amanecer hasta la noche, siempre

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