viernes, 14 de septiembre de 2012

Las procesiones en Topares



Las celebraciones religiosas y la propia religiosidad de las personas, no son comparables actualmente con lo que fueron en años más pretéritos, en los años 50 y 60.
La iglesia católica, sus prelados y autoridades, apostaron muy fuerte por el bando de los vencedores en la guerra civil, por lo que tuvieron gran poder e influencia en aquellos tiempos. Uno de los grandes acontecimientos de su liturgia eran las procesiones, llenas de solemnidad e importancia. Topares no era menos, adaptadas a las condiciones de pueblo pequeño, adquirían gran ceremonial y se desarrollaban con orden y recato.

Las procesiones eran numerosas, aquí alguna a la llegada de un misionero

La procesión que hoy se celebra en agosto con la patrona no se realizaba, ésta empezó en los años 80 con  la aparición de las fiestas de verano.

Quiero  recordar, San Antón, San Isidro y, por encima de las demás, la del Corpus. Además se hacía el rosario de la Aurora y las rogativas, en los años de sequía. La procesión de las palmas, el domingo de Ramos; la del Silencio, el Viernes Santo; y años más anteriores la de la Virgen de Fátima.

FIESTAS

Procesión de San Antón. Las ropas de los procesionarios
nos da idea del frío.
También se puede observar la sobriedad  de la imagen



Mi padre es el de la derecha, no muy aficionado a
 llevar santos, en esta ocasión  ahí lo tenemos.
Quizás por el tiempo en que se desarrollaba, la de San Antón era, acaso la menos esplendorosa, el frio, la nieve a veces, o la misma lluvia, provocaba que no tuviera la lucidez que alcanzaba San Isidro o el Corpus. No obstante, la fiesta era muy importante, en la que se culminaba, con la rifa, una de nuestras tradiciones perdidas,  del marrano de San Antón. Después de criarse en nuestras calles, con su pequeño cascabel al cuello que avisaba de su condición y ser alimentado por todos los vecinos, el día de la fiesta era rifado con gran expectación. Daba lugar a muchas anécdotas y chanzas, llegando incluso, a provocar disgustos entre vecinos y parejas. En muchas familias se vivía con verdadera ilusión la posibilidad de que su papeleta fuera la agraciada en el sorteo.
Procesión de San Isidro. En los primeros setenta, se segaba un poco de cebada verde
y se le ponía al Santo, llamando a la buena cosecha

La procesión de San Isidro en el momento de bendecir los campos

La procesión en los años que se construía la gasolinera


San Isidro respiraba primavera, sol y buen tiempo, sobre todo  si el año se esperaba fructífero, adquiría la pompa de día grande de fiesta. Desde media mañana la plaza de la iglesia se llenaba de gente, topareños y venidos de todas las cortijadas de alrededor, se lanzaban algunos cohetes anunciando la inminente salida del santo. Todos con las mejores ropas y aprovechando el momento para hablar, unos y otros, de la cosecha, de la familia y de todo lo que se terciara en el momento.  El recorrido se hacía desde la iglesia hasta lo que era la era de Rafael  de la Mª Josefa, al lado de la gasolinera. Perfectamente ordenada, la iniciaban los niños tras los cuales formaban la fila las mujeres y al final los hombres, el santo caminaba al inicio de la procesión de los hombres y subconscientemente se consideraba un signo  de distinción cuanto más cerca fuera uno del santo y del sacerdote. La presidía éste  acompañado de Germán, el sacristán,  encargado de iniciar las canciones que se entonaban en la misma, les asistían también algunos hombres portando faroles de velas. La entrada del santo era un acontecimiento, los agricultores más potentados se disputaban el honor de portar las andas, pues entonces era un signo de progreso y generosidad el  entrar con el santo en la iglesia. La imagen de Santa Toribia no existía y eran solo las cuatro varas de San Isidro, con lo que estas estaban muy solicitadas, y además de acuerdo a la sociedad del momento,  estaban reservadas solo a los hombres.

Procesión del Corpus. Todos los hombres detrás del cura

Las mujeres en la fila, los hombres apiñados detrás del sacerdote. La procesión del Corpus a la salida de la iglesia,
no es difícil aventurar la gran diferencia de población de Topares, observando el gentío que participaba en la procesión

Pero la procesión de más suntuosidad era sin duda la del Corpus, se engalanaban mesas en las calles con mucho esmero, se ponían colchas en balcones y ventanas, en todo el recorrido, no solo en donde había mesas y se desarrollaba con mucho orden y silencio. Mi abuelo Vidal, Ambrosio y alguno más siempre iban por medio de la fila observando que éstas fueran ordenadas, en silencio, y si dado el caso, llamaban la atención a alguien, éste se veía señalado  delante de los demás. Si cualquiera estaba fuera de la procesión, al pasar la Custodia, se tenía que destocar y hacer una genuflexión hasta que pasara el sacerdote, que la presidía, nuevamente ayudado por Germán y con los candelabros llevados por hombres. Los palos del palio eran llevados por hermanos de la Adoración Nocturna, aquellos que más influencia tenían y de nuevo constituía un signo de prestigio dentro de la estructura social del pueblo.
Los hermanos de la Adoración Nocturna en una
 visita del Obispo a Topares


Germán era el encargado de los cantos, hacía las estrofas importantes siendo contestado o acompañado en los mismos, sobre todo, por las mujeres, pocos hombres participaban de los mismos, la procesión se cerraba con un grupo de hombres que al estar más alejados del sacerdote se permitían pequeñas conversaciones e iban mucho más relajados en el desfile.
               
Que recuerde ponían mesa en el recorrido, Pepa de Honorato, Quiteria de Fernando, Digna de Fidel, Isabel de Carmelo, Pepa y Victorina, que siempre eran las más observadas, pues sacaban ropas y utensilios muy antiguos; en la plaza del médico otra, que muchos años puso mi tía Anica;  mi tía Encarna de Dionisio y nuevamente Pepa del estanco que la volvía al lado de la calle Mayor.

Don Pascual Arias, terrateniente importante de la época,  compró una imagen con la advocación de la Virgen de Fátima, la llevó  antes de dejarla aquí,  por pueblos de los alrededores y cuando la trajeron la dejaron en “La Casa Guino”,  el día señalado, fue traída hasta el pueblo en procesión, portándola a hombros, durante el trayecto, le cantaban una canción mariana y,  arreglando una de las estrofas decían:
De casa de Guino
por estos lugares
la Virgen María
 llega a Topares


 La noche antes del día de Fátima se celebraba  una vigilia, pasaban toda la vela en la iglesia, a las 7 de la mañana, decían la misa y sacaban la procesión. Después de Don Felipe se dejó de hacer la vigilia y se sacaba en el Rosario de la Aurora. Después del mismo,  Eleuterio, como encargado  de los Barrancos, propiedad de Don Pascual, ofrecía un chocolate a los asistentes al rosario.

SEMANA SANTA.-

El domingo de Ramos se celebraba la procesión de las palmas. Entonces no se traían ramas de olivo. Los pudientes compraban las palmas que traían los mayordomos y, los demás, no llevaban nada o a veces, se repartían hojas, sobre todo los chiquillos gustábamos de portar nuestra hoja de la palma. La tradición decía que ese día tenías que estrenar alguna prenda de tu vestimenta, pues si no, se te caía la mano. Después de la procesión con las hojas se hacían “lagartos y piñas”. Los más pequeños con cuatro hojas de la palma, confeccionábamos, tejiéndolas,  las piñas y los mayores nos hacían “lagartos”. Un trenzado redondo que quedaba hueco, el inicio era la boca del bicho y, al ser la hoja flexible, cuando introducías un dedo en la boca, al tirar desde el rabo, el trenzado apretaba cada vez más al dedo. Nosotros, infantes aquellos años, cuando se acercaba la Semana Santa, soñábamos con estas figuras y durante toda la semana era un motivo más de juego y entretenimiento.

 El Viernes Santo por la noche se hacía el Via Crucis, que llamaban la Procesión del Silencio. Se apagaban las luces del pueblo, que tampoco eran muchas, se sacaba al Nazareno y a la Virgen, por separado, realizándose el encuentro encima del Caño. La gente portaba velas encendidas, se rezaban las estaciones del Vía Crucis y se guardaba un absoluto silencio. Los balcones y ventanas también se cubrían con colchas como en el Corpus.
                
En los años de sequía se hacían rogativas. La procesión se realizaba al Cerro de la Cruz,  durante el trayecto se rezaban oraciones invocando la llegada de la lluvia. Si ésta aparecía se atribuía a la acción de la oración, si no caía era como un castigo por el mal comportamiento religioso de los feligreses.

En esos tiempos casi nadie se hacía preguntas, grandes y pequeños, terratenientes y jornaleros, hombres y mujeres, todos aceptaban las normas, nadie quería señalarse y se ajustaban a las condiciones que desde las autoridades eclesiásticas y la práctica de las buenas costumbres se establecían.










Consideremos también que actualmente cualquier momento es bueno para una fiesta, religiosa o no, incluso en las de carácter religioso puede tener mayor peso la parte lúdica que el acto religioso. En los tiempos de los que hablamos no había fiesta que no fuera religiosa y, en los pueblos pequeños, solo eran los actos religiosos, como vemos en este programa de 1952. Eran de los pocos momentos que se rompían las rutinas del campo, por ello, se vivían con alegría y entusiasmo, aunque la fiesta solo fuera la procesión y el juntarse mucha gente para hablar un rato, sin nada de verbenas, ni ferias de mediodía, ni ruidos y diversiones como las actuales.

Programa de fiestas de 1952, en él podemos ver la importancia de los
actos religiosos dentro de los ciclos festivos de aquellos entonces.


1 comentario:

  1. Me ha gustado ver tu pueblo en estos años, Alfons. Lo veo en una lejanía increíble. No te lo puedes imaginar. Como diría Serrat, refiriéndose a un pueblo blanco decía que bajo un cielo que a fuerza de no ver nunca el mar, se olvidó de llorar. Así lo veo. Por estos años que nos enseñas yo tendría 8 o 9 años, pero recuerdo perfectamente las procesiones, que, por supuesto no eran tantas, ni eran de esta manera. Topares, como otros muchos lugares supongo que siempre era el hombre de la casa, el guardia civil, el cura y el alcalde quien decidía hasta en las cosas que perfectamente podría compartir con una mujer. Claro que yo hablo de Barcelona, como podría ser Valencia o Madrid. Si Alfons, me ha gustado la diferencia de lugares, y si quieres que te diga la verdad se echan de menos, no solo los lugares donde se hacían las procesiones, también a San Isidro, y la era de Rafael de la Mª Josefa.

    Una abraçada!

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