lunes, 28 de noviembre de 2011

Rosario2










Rosario en el jardín de Fondón
Rosario el día nuestra boda
Incorporo las etiquetas al blog porque después de mi  entrada de Rosario, sigo teniendo deseos de seguir escribiendo sobre ella y mis estados de ánimo.
 Los que habéis estado cerca de ella sabéis que es muy difícil de olvidar. Sus maneras no dejaban a nadie indiferente. Su constante predisposición a ponerse en marcha, siempre preparada para la risa, a su lado era complicado permanecer en la tristeza. Cuando se percataba, y os aseguro que tenía un especial sentido para percibir los estados de ánimo de los que la rodeaban, cuando notaba la tristeza en alguien no paraba hasta sacarle una sonrisa, y si eso era imposible, se disponía a escucharte, entonces tenías la sensación de que en ese momento tú eras lo único importante, lo hacía pacientemente, transmitiéndote paz y tranquilidad, ante la cuál, tú te dejabas ir. Poco a poco te llevaba a un estado de bienestar, sin alardes, sin reproches, con su atención y delicadeza te encaminaba hacía lo positivo y esa tristeza se iba transformando en sosiego y serenidad.
Rosario con Adrián, disfrutando los dos de su infancia
                Era de extrema sensibilidad, me ha tocado vivir rodeado de personas de esa condición. Tanto Adrián como ella poseen una delicadeza especial, no solo en lo artístico, si no, sobre todo, en el trato con las personas. Difícilmente hacía algo que supiera de antemano que iba a molestar. Casi imposible que conscientemente avasallara, tomara protagonismo haciendo a otros más pequeños, se diera importancia en lo que ella hiciera menospreciando el trabajo de los demás.
                Sufría y se alegraba con el sufrimiento y las alegrías de los demás. Su dolor no tenía importancia, lo padecía en el silencio, para ella sola, para evitar traspasárselo a los suyos, sin quejarse, mostrando a pesar de todo su cara más risueña, como si en ella no hubiera penas.
                Los amigos y amigas estaban por encima de todo, los necesitaba, no podía vivir sin ellos y les ofrecía fidelidad y amor. Cualquier desencuentro le ocasionaba dolor y entonces lloraba, se entristecía y quedaba tocada. Lo que no conseguía su dolor físico, lo obtenía el sentirse olvidada, defraudada por la acción de un amig@. Se venía abajo, se marchitaba, y no volaba hasta que otra mano amiga le hacía ver su importancia, su grandeza. Se sentía orgullosa de sus amig@s, sin pedirles grandes cosas, solo que cuando se encontraran, cuando hablaran, sintieran el cariño, se protegieran, sintieran la confianza y el afecto entre ellos.
                Las sensaciones con su pérdida varían en momentos- A veces te invaden los recuerdos, recuerdos de vida, de ilusión, de plenitud por el camino que has recorrido junto a ella. Te llenas de su imagen, de sus risas, de sus fragancias. Así te da vida, te sientes afortunado de haber sido elegido, de haber vivido para ella, de haber intentado su felicidad, buscas su presencia, cualquier objeto que te acerque a ella, cualquier lugar impregnado de su esencia.
                Pero también en más momentos de los que te gustaría, acude la percepción de muerte, de la pérdida más absoluta, de la frialdad de la piedra, del más definitivo de los silencios. En tu mente puedes montar las mejores alucinaciones, pero se ha ido, ha desaparecido, te has quedado vano, aquello que ha llenado tu vida durante tanto tiempo ya no existe, ya no llama, ni te acaricia, ni te susurra, ni te hace sentirte importante ni mojigato. Te abandona y te deja solo, desvalido en la vida. Esos momentos duran y duran y ennegrecen tu hoy, tu mañana. Te llenan de dolor, de desaliento, te abaten y te postran en un estado de agotamiento, de indolencia.
Tuyo siempre. Fonfo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Visita del gobernador

Un día del año 1965, el 7 de octubre, Topares vivió uno de los acontecimientos de su historia: la visita del gobernador civil de la provincia de Almería. Ahora os puede sonar un poco exagerado, pero en aquellos años de la dictadura, el gobernador civil era el poder máximo de la provincia, como decían:  “representante directo del caudillo en Almería”. Autoridad máxima y, sin instituciones democráticas, estaban todos los podes subordinados al suyo, sin control alguno de sus actuaciones, así era el gran mandamás del territorio almeriense.
                Imaginaros a nosotros, infantes, que íbamos a ver la llegada del mismo en coche oficial, los seat 1500 negros de la época,  con escolta y todo. Igual que lo veíamos en el NODO con la llegada a algún sitio de cualquier jerifalte. La expectación era máxima y desde bastante antes el pueblo se preparaba para la ocasión, entonces a las autoridades se les tenía que mostrar que vivíamos felices y disfrutábamos de  muchas cosas, la pobreza y las condiciones míseras no se podían mostrar y así había que enseñar un pueblo bonito y alegre, tal como sucedía en la película de Bienvenido mister Marshall, y no es descabellado pensar que en más de uno de los vecinos esta visita constituyera un particular mister  Marshall
                Si una visita así era un acontecimiento en cualquier municipio de la provincia, os podéis suponer que sería para una aldea perdida en la lejanía, la localidad más distante de la  capital de la provincia y a la vez cercana a Murcia. Almería quedaba lejísimos, tenías que irte a María para coger el autobús, que salía a las cuatro o cinco de la mañana y llegabas a Almería a eso del mediodía, cuando prácticamente ya no podías resolver nada. La primera vez que fui a Almería fue por motivos de  la mili y recuerdo irme con Emilio por la noche, sobre las doce, a eso de las cinco quedarme en Vera para llegar a Almería a media mañana, todo una odisea, y eso que ya habían transcurrido algunos años  desde aquellos días. Así para los habitantes de Topares de antaño Almería era algo que quedaba muy a tras mano.
                Apuntaba que con anterioridad se estuvo engalanando al pueblo en lo posible, en las escuelas los niños y niñas, separados claro, confeccionábamos banderitas nacionales para agitarlas al paso de la comitiva. Recuerdo ese día como muy soleado, a primeros de octubre todavía nos podemos encontrar con días calurosos, ni que decir tiene que todo el pueblo estaba presente, la ausencia de alguno se señalaría. Llegó a media mañana. Los infantes salimos de las escuelas, os  recuerdo en la casa de la Virginia, perfectamente ordenados en fila y portando nuestras banderitas, nos colocaron a partir de la curva de la carretera hacia el pueblo y con la estricta consigna de a su paso agitar las banderitas y gritar ¡España!¡España!. En la loma de los pinos estaba colocado el encargado de avisar con cohetes de que se acercaban. La carretera de las Cañadas no estaba ni en el pensamiento y la llegada al pueblo era solamente por la Cuesta del Cebo y en la crónica aparecida en el periódico de “La voz de Almería”, aparecida el día siguiente, 8 de octubre, se reseña que un grupo de motoristas salió a recibirlo para acompañarlo hasta el pueblo, dándole escolta.

El acto central se desarrolló en la explanada debajo de la tapia de la iglesia. Arriba en la puerta y pegado a la tapia se construyó un estrado para los discursos y la imposición de las condecoraciones. Los vecinos se colocaron en toda la plazoleta, entonces no había ni muros, ni árboles y al final, delante de la casa del médico y las escuelas, que todavía no estaban construidas pusieron todos los camiones del pueblo.

Aún pasando por el Ayuntamiento de Velez Blanco, el acto central de la visita se desarrolló aquí y supuso una deferencia para Topares que; lleno de satisfacción a los parroquianos. Así el periódico “La Voz de Almería” en su edición del 8 de octubre dedicó un extenso reportaje para comentar el desarrollo de la visita. Leyendo la crónica nos enteramos que la mentada autoridad era D. Luís Gutiérrez Egea, el alcalde de Velez Blanco D. Miguel Flores López, el pedáneo de Topares D. José Sánchez Muñoz, Pepe del molino, como era conocido entre nosotros, el cura D. Juan García Florencio y actuaban de maestros en el pueblo D. José Guillén y Dª. Antonia Mª Lorenzo García.
                El periodista relata la importancia que adquiere la visita al tratarse de la primera vez que un gobernador visita Topares. Durante el recorrido inspecciona las obras de arreglo de la carretera, 15 kilómetros hasta la Cuesta del Cebo, siempre arreglaban desde Velez hacia aquí, nosotros demandábamos que fuera al revés. Los remiendos costaban millón y medio de pesetas de la época. Cuando se acercaba al pueblo es recibido por un grupo de motorista que lo acompañan hasta la localidad, donde les esperan los niños y niñas portando banderitas con los colores de la  enseña nacional y con extraordinarias muestras de entusiasmo, vítores y aclamaciones.
                A continuación el periódico describe el desarrollo del acto central que se inicia con un pregón que realiza D. Ángel Sánchez Muñoz, Ángel de Macian en el pueblo, está hecho en una especie de lenguaje huertano-panocho murciano y que el diario transcribe en su totalidad, dice Sigue el acto con una alocución del pedáneo de Topares, señala las obras que se están realizando, arreglo de la carretera y del abastecimiento del agua, construcción de las escuelas y agradece que se tomen interés en la instalación de un teléfono público y la construcción de la casa del médico.

Después habla el alcalde de Velez Blanco, emplea un tono más político, acorde con las consignas de la época y destacando las condiciones de laboriosidad y honradez de los habitantes de Topares.
                Antes de cerrar el acto, el gobernador impuso las distinciones, al alcalde y  a un hombre de Velez, Eusebio Montalbán y a mi tío Dionisio, Isidro Martínez. En la alocución final señaló que se solucionaba el tema más importante, el de las escuelas, las actuales. Se inauguró la fuente de agua potable, el grifo que después se haría famoso con la película de José Mª Siles.
Terminado el acto se le dio un almuerzo en el salón, éste fue preparado por mujeres del pueblo y para la ocasión hicieron venir un cocinero de Velez Blanco que dirigió todos los preparativos y la comida fue a base de cordero como no podía ser menos estando en Topares.
                En la distancia que establece el tiempo, aquella visita se puede considerar importante para el pueblo. Las autoridades provinciales descubren que Topares existe, que posee una gran riqueza en la agricultura y la ganadería, cuando en la provincia no se habían descubierto los plásticos y Almería era considerada sinónimo de pobreza. Hasta el momento la relación de los vecinos es prácticamente solo con Murcia, Almería se acababa en Velez Rubio, algún papeleo en el Ayuntamiento y el mercado de Velez Rubio, para todo lo demás el personal iba hacia Murcia. Tuvieron que pasar bastantes años para que:  con la mejora de  las comunicaciones, aunque para el asfaltado de la carretera, el agua potable en las casas, el teléfono, … todavía nos quedaba recorrer un largo camino, digo que con la mejora general de las comunicaciones, la creación de los hospitales comarcales, la adquisición de vehículos por una mayoría, etc.  la comunicación con Almería se fue abriendo, claro la visita relatada fue  en el 65 y estas mejoras se dieron ya  entrados en la democracia, pero ahí están en nuestra historia. Ahora hay que pensar que en aquellos años grises, con una constante emigración, la visita del gobernador significó todo un evento  para Topares.

viernes, 28 de octubre de 2011

a Rosario

Cuando empecé el blog pensaba solo hacer entradas relacionadas con Topares y su historia, en este momento me vais a permitir que esta entrada, al cabo del tiempo, lo sea muy personal. Este verano mi vida se ha visto estallada y pulverizada. Así os quiero contar mi historia y mis sensaciones.
                Empiezo con que el día 12 de agosto me operan de próstata, los médicos llaman prostatectomía radical, quiere decir que me rajan y me extraen toda la próstata, no es fácil y puede tener inconvenientes, en mi caso ha ido todo bien, salvo la incontinencia inicial y la posible impotencia. Te deja un estado inseguro, una sensación de pérdida de facultades, una disminución de tu concepto de hombría, te sientes menos hombre, te planteas tus futuras relaciones y te queda la incertidumbre si el problema está superado para siempre.
                A las tres semanas de mi operación mi mujer, Rosario, empieza a tener comportamientos que no corresponden al estado de felicidad que nos ha llenado el verano. Lo achacamos a la tensión vivida como consecuencia de mi operación, pero los síntomas cada vez van a más, y se hace más difícil explicar que son solo  consecuencia del stres. Todavía en la primera visita al médico se considera esta posibilidad, pero el deterioro va a mayor. En la segunda visita al médico,  ya se ve que la cosa va de  gravedad y tras las pruebas se determina que el cáncer ha vuelto a irrumpir y esta vez de forma terminal, así entra en el hospital el lunes 18 y el 24 se produce el hecho fatal.
                Después de que en agosto toda la analítica ha salido perfecta, por lo que nuestra alegría es inmensa, septiembre nos castiga con la mayor fatalidad. A lo largo del año, en el desarrollo de su enfermedad, aunque día a día se constataba su mejoría, nosotros siempre manteníamos un ¡ay!, temiendo que en cualquier momento se manifestara su lado más horrible, pero al final del verano estábamos confiados en que la cura estaba muy avanzada y, más importante, que si en algún momento veíamos que variase un poco se sabía el camino para la curación. Por eso un desenlace tan rápido y brutal nos ha cogido de sopetón.
                No solo hemos perdido a nuestra mujer, madre, amiga,… hemos perdido a una persona que a su lado siempre tenías un momento de alegría, una ilusión que realizar, como me dice un amigo belga: “una sonrisa y una belleza que no se pueden olvidar”, “Rosario nunca se quejaba de nada, era siempre tan dispuesta a escuchar los padecimientos de los demás y sé que le daba tanta alegría poder ayudar a los demás”. Mi estado es de soledad y abandono supremo, mi vida ha sufrido una amputación, de la vista, del oído, del olfato, de todos los órganos por los que me relacionaba con ella, mi agenda se ha bloqueado, me he quedado sin futuro y solo atisbo a ver un presente de sillón, de apatía, de vaguedad.
                Piensas que no tienes nadie con quien hablar, cuerpo que acariciar, manos que te acaricien, vas al bar y a los cinco minutos te preguntas que estás haciendo ahí si ella no está. Como dice el poeta, si en la ciudad está tu, ya no hay nadie más. Si en la ciudad ya no estás, en la ciudad no hay nadie. Comes, vegetas, duermes si puedes, pero todo carece de ilusión, de sentido, de vida. El vacío te rodea y te comprime.
                Solo me queda el gran recuerdo de la felicidad que he saboreado viviendo a su lado y por ello siempre le daré las gracias por haberme permitido compartir su maravillosa vida.
Siempre tuyo, siempre te querré. Fonfo

domingo, 10 de julio de 2011

Fiestas en 1950

El conjunto de celebraciones, fiestas y acontecimientos lúdicos de un pueblo, constituye lo que llamamos ciclo festivo. En el estudio que hacen los antropólogos de la forma de vida y sus relaciones de los pueblos, este ciclo festivo es tenido muy en consideración, pues en el desarrollo del mismo se reproducen muchas de las relaciones sociales que se dan en la vida cotidiana.
    Para comprender y conocer cuál ha sido la forma de vida de cualquier sociedad, el antropólogo no solo estudia su ciclo festivo, además se interesará por sus utensilios, sus costumbres, trabajos, pensamientos, legados que nos llegan de forma oral o escrita, cuando no dibujos y representaciones de sus tareas y celebraciones. Todo cuanto nos permita conocer su evolución, buscando quizás, justificar nuestros modos de vida actuales e incluso tratar de establecer como evolucionaremos en un futuro.
    A raíz de la entrada sobre las fiestas de San Isidro me han llegado por vía de José Antonio López unos folletos de teatros y fiestas de los años 50, como documento ya constituyen una joya pero fijémonos en ellos para saber un poco más de aquella sociedad.
    Tengo que decir que mi memoria de niño me trae recuerdos de finales de esta década y sobre todo de los años 60, pero los cambios en esos tiempos eran mucho más lentos que en la actualidad, así que no diferían tanto de lo que yo viví en mi pequeñez. Quizás la mayor divergencia es que a principios de los cincuenta no se había iniciado la emigración masiva, ya lo hacen algunas familias pero fue tocando más a los sesenta cuando se empieza a vivir la fuerte emigración. De aquellos 60 yo no recuerdo que se hicieran panfletos para anunciar las fiestas,  ni que se diera gran pomposidad a las mismas.
    Observamos que como corresponde al momento en que se vive tienen muy marcado su carácter religioso. En esos años ha habido una donación de una virgen, la de Fátima, al pueblo. Así el 12 y el 13 se le dedica diversos actos litúrgicos. Se inicia el 12 por la noche con una vigilia, en cada hora se le reza el rosario con los misterios cantados, pata terminar con una plegaria y cantar el himno de la  Virgen de Fátima. Ya en el 13, a las 5 de la mañana, hoy día estaríamos en la verbena, se celebra la misa y al finalizar la misma se procesiona la imagen por el recorrido de costumbre, utilizan lenguaje de empaque, dicen por la carrera de costumbre. Seguro que de la misma participaba la gran mayoría del pueblo, primero porque había muy pocas cosas que alterara la vida diaria del mismo y a fin de cuentas era un motivo de hacer algo diferente, en segundo lugar porque en la época la iglesia detenta un gran poder y está mal visto faltar a las actividades eclesiásticas.
    El 15 de mayo la festividad del patrón, solo San Isidro, se celebraba siempre en su día, afectaba solo al pueblo y entonces se distinguían poco los domingos de otros días, solo porque había que asistir a alguna de las misas que se celebraban.
    La procesión se anuncia antes que la misa, transcurre por el campo y carrera de costumbre, no hace alusión a la subasta de los varales, pero tenemos noticias de celebrarse siempre. Al finalizar se anuncia una solemne misa, en el que a semejanza de ahora, anuncia que será cantada por el coro de jóvenes de la parroquia.
    Para la tarde, la única actividad lúdica, la carrera de cintas, bordadas por las jóvenes de la localidad, seguro que esas carreras constituían la formalización de más de un noviaje, inicios de otros tonteos e incluso alguna peleilla porque algún mozo se llevaba alguna banda que no estaba destinada para él.
    Pero solo es un descanso, volvemos a la iglesia, estamos en el mes de las flores y hay que hacer la oración a la virgen, seguro que además con más boato al estar dentro de las fiestas.
    Para acabar el día un nuevo motivo festivo, la fiesta de la pólvora y traca final. Nos podemos imaginar lo que sería, cuatro cohetes y uno un poco más gordo, pero seguro que para aquellos vecinos serían toda una maravilla.
    Cierto que ellos vivían el día con gran emoción y alegría, después vendrían las jornadas iguales, iguales para trabajar, sin más alicientes que las tertulias de los bares, los ocasionales bailes o las conversaciones con el novio o la novia, también las chácharas en las trasnochadas mientras se hacían las tareas de las casas.
    Era frecuente oír un refrán que decía: Hay tres jueves que relucen más que el sol, jueves santo, corpus Cristi y la ascensión del señor. Pues en el año que nos ocupa al coincidir la ascensión en la semana de San Isidro, se celebra con anuncio de la misma. Al ser jueves podemos deducir que la fiesta del patrón fue en lunes y vemos como no se anuncia nada para el domingo anterior. Ya es fácil adivinar en qué consistía la fiesta, para este día anuncian dos misas, a las nueve de la mañana una en la que hacen la primera comunión los niños y niñas de la escuela. A las doce vuelta a la iglesia para celebrar una misa solemne, en la que se cantarán motetes y habrá Bendición Solemne y Reserva. Para rematar nuevamente terminamos a las nueve con las flores.
    No es difícil establecer diferencias con las fiestas actuales. En las de aquellos años vemos que el eje central y casi único es la religión. En las actuales el eje central y casi único es la diversión, que si fiesta del mediodía, atracciones para los pequeños, música, baile, bares, bebida, comilonas. Como se decía cuando el progreso se iba abriendo paso, si nuestros antepasados levantaran la cabeza, la volverían a agachar de susto.

miércoles, 8 de junio de 2011

San Isidro

                Escribo esta nueva entrada cuando vuelvo de las fiestas de San Isidro y como siempre que voy al pueblo regreso lleno de alegría y felicidad.
                Alguien que lo quiera ver desde la indiferencia de fuera y no desde el afecto de los  que pensamos que Topares es algo diferente, pueden argumentar que había poca gente, que no había atracciones, que nada era diferente. Es igual, nuestra satisfacción es la de disfrutar de Topares, tal como es.
                El viernes doce, por la noche, se celebró la fiesta de los llamados  “nuevos amigos”, los vecinos de los alrededores venidos desde Rumanía. Nos mostraron sus bailes, su gastronomía en forma de dulces. Topares, si por algo destaca, es por su sentido de la acogida, así pudimos disfrutar de la fiesta todos a una, admiramos sus formas de bailar, su sentido del ritmo, todos fuimos partícipes de su alegría y sus costumbres.
                El sábado 14, por la noche, el conjunto, como en cada acto que se celebra toda la gente presente formaba parte de un todo; pequeños, medianos y grandes tuvieron su momento, por etapas. La fiesta se alargó hasta altísimas horas de la noche o a primeras horas de la mañana, como cada uno prefiera, yo me acosté a las cinco, inmensamente feliz, los que conocéis mi especial situación de los últimos  tiempos, comprenderéis que el ver a Rosario bailar y disfrutar de la fiesta vivamente me llenase de alegría y felicidad.
                El 15, domingo, la festividad del patrón. A las doce y media, la misa, la gente con las ropas de las grandes ocasiones , hombres con traje y mujeres con sus  principales galas. Al final la procesión, parece que por influencia del santo se aplacó el frio y el sol aparecía radiante para obsequiarnos a ratos con sus mejores rayos.
                Nuevamente desde fuera, se podía pensar que éramos pocos, pero los que suspiramos por la relación de las personas, observábamos una ceremonia familiar, todos unidos, podíamos pensar en un paseo comunitario, de todo el pueblo. Los campos preciosos, el sacerdote bendijo todo lo bendecible y los agricultores marcaban cara de satisfacción viendo los sembrados verdes y frondosos.
                Para la entrada del santo se realizó la tradicional puja para ver quiénes eran los porteadores del mismo en la entrada a la iglesia. Corta pero no exenta de emoción, los propietarios de tierras se animaron ante la bonanza del año, implorando a San Isidro para que la cosecha se termine de cuajar. Los varales delanteros se subastaron en 150 € cada uno y los traseros en 100. La santa se entro en 100 y 60 € respectivamente. Además se recogió en los tradicionales pasos adelante y atrás otros 200 €. La Hermandad acordó que el dinero recaudado fuera para los damnificados del terremoto de Lorca, cuestión que quizás favoreció para que se alcanzara mayor cantidad.
                En mis tiempos de crio, hablamos en los primeros años de la década de los sesenta la fiesta era muy distinta, todo se resumía, prácticamente, en la misa y la procesión, ahora bien, recuerdo perfectamente la plaza de la iglesia a tope esperando el comienzo de la misma, todos  con las mejores ropas y dejando por un día las faenas del campo, en mi recuerdo se dibujan días soleados, de dos grandes filas en la procesión, en la que participaba solo San Isidro. Sin banda de música se lanzaban unos pocos cohetes a lo largo de la misma, también  antes de la misa como llamada a todos. Cierto año, cuando más concurrida estaba la puerta de la iglesia, por la circunstancia que fuera se escapó un cohete a ras del suelo y fue a estallar a la esquina de la que era la casa de la Pepa del estanco, por suerte no paso nada, pero si dio lugar a saltos y gritos y a un susto general.
                Como decía, entonces solo sabíamos de la existencia de San Isidro, no sabíamos ni que tenía mujer, su entrada era muy reñida, tengamos en cuenta que era, casi realmente, el único hecho diferenciador de la fiesta. Había verdaderos entusiastas de la subasta, otros le encantaba jugar a que le dieran alguna vuelta al santo, pasos adelante y atrás o alguna otra gracia. El caso es que la entrada se tomaba su tiempo y siempre era motivo de expectación y alegría. Los ofrecimientos eran en fanegas de grano o diversos productos de la ganadería y era un momento para que los agricultores más pudientes demostraran delante del pueblo su progreso y categoría social, los que al final entraban al santo eran considerados como los más influyentes, aunque a algunos de los tenidos como más importante su sentido de la generosidad no les permitía pujar muy alto, preferían el conservar lo suyo al honor de entrar al santo. Tener en cuenta que solo eran cuatro brazos para entrar y participaban los pudientes de Topares y todas las cortijadas de los alrededores. Los mismos que portaban al santo o sus testaferros podían dar limosnas para que el mismo se acercara a la puerta, incluso alguna vez se situaba en la misma entrada y otro daba otra limosna más grande para que volviera a la tapia, así pasaba el momento y los chiquillos, como siempre en primera fila, disfrutábamos de la lucha de los mayores. Finalmente el santo entraba y se finalizaban las fiestas, como mucho que por la tarde se organizara algún baile de parrandas o pasodobles, pero raramente. Los vecinos se iban a comer el arroz u otra comida que fuera un poco más notable de lo habitual y a la tarde cada uno volvía a sus ocupaciones.
                En aquella sociedad se vivía con más intensidad la influencia de lo divino y el papel de la cosecha era fundamental en la economía del pueblo, por eso la disposición a la fiesta cambiaba mucho según iba el año, cuando la sequía reinaba todo era más triste y pobretón, en los años de gran primavera y perspectivas de buena cosecha la alegría y esplendidez dominaban los actos.
                A principios de los años setenta se conjuraron los próceres del pueblo y junto con la Hermandad de Ánimas para poner en marcha lo que serían las fiestas de San Isidro. En esos años iniciales fueron unas grandes fiestas, visitados por gran cantidad de gente de los pueblos colindantes, María, Velez-Blanco, Velez-Rubio, numerosos actos se celebraban a lo largo del fin de semana. Concursos de tiro al plato, corridas de cinta, concurso del manejo de los tractores, exposiciones de maquinaria agrícola, grandes bailes con excelentes conjuntos de la época, con actos significativos para la elección de la reina  de las fiestas y sus damas. Eran fiestas elaboradas con gran entusiasmo y dedicación.
                Eran otras circunstancias, las fiestas eran donde se hacían cosas que el resto del año no ocurrían, se salía al bar en familia, no solo los hombres, se bailaba, venía mucha gente al pueblo, era diferente. Primero fue la despoblación, cada vez menos gente, ahora parece que todo el año es una fiesta, durante las mismas no haces nada que no puedas hacer durante el año. No solo están las fiestas de tu pueblo sino que vas a todas las de los alrededores, además fiestas con cualquier excusa, así es difícil encontrarte un fin de semana que no se celebre algo, hasta el fútbol es un motivo para organizar una fiesta, y cuando no hay nos la inventamos, el caso es que hoy parece que lo más importante es la diversión y el pasárselo bien. En tiempos pasados la necesidad de comer y cubrir tus necesidades te ocupaba el mayor tiempo de tu vida, por eso cuando llegaba el “DÍA DE LA FIESTA” había que aprovecharlo al máximo, claro que ese máximo hoy nos parecería una chiquillada, ese día podía ser tomarte una cerveza, un cubata o comerte un pastel.
                También la importancia del agricultor ha decaído, otrora la importancia se medía por las fanegas de cebada o trigo que recogías o las ovejas que tenía el rebaño, ahora medimos por el dinero que llevas en la cartera, el coche más grandes o cuando no por la cantidad de préstamos que tienes, eso ha hecho que las pequeñas cosas por las que se ha movido el pueblo dejen de ser importantes y así la vida en Topares transcurre como la de cualquier otro lugar de España, menos mal que nos queda la calidez  de sus vecinos, la belleza de sus campos y la tranquilidad  de sus espacios.

miércoles, 11 de mayo de 2011

semana santa 1

Siempre me hubiera gustado que personas mayores hubieran dejado escritos de cómo era la vida en Topares a principios de siglo XX, por eso trato con estos escritos que aquellos que después estén interesados en la vida del pueblo en los años sesenta puedan tener una referencia.
                En esta ocasión y aprovechando la época escribo sobre la semana santa en aquellos años, que tenía su cosa. Todo empezaba con el miércoles de ceniza y la llegada de la cuaresma. Desde la escuela nos llevaban a la ceremonia y todo el pueblo lucia durante el día la inequívoca señal de que había sido encenizado como correspondía.
                Durante la cuaresma, los miércoles y los viernes no se comía carne, además el viernes se ayunaba. Aquellos que podían sacaban una “bula” en la iglesia que les permitía comer carne los miércoles. Era un especie de permiso que concedía el papa a cambio de una aportación a la economía de la iglesia.
                Desde temprana edad, se hacía durante el tiempo de la cuaresma  algún tipo de sacrificio. Entre los hombres era frecuente no fumar, no beber vino o café, no ir al casino a determinadas horas o no comer algún alimento determinado. Entre las mujeres el sacrificio estaba más relacionado con la comida, sobre todo los dulces. En algunos casos se hacían ente los matrimonios sacrificios más íntimos.
En la semana anterior o los primeros días de la semana se celebraban los ejercicios espirituales. A mí me daban mucha envidia los que realizaban los jóvenes, unos años mayores que yo, siempre me he fijado mucho en las personas de mayor edad y quería ser un “zagalitrón” como ellos. Se encerraban en el salón parroquial, los dirigía D. Rafael, el cura aquellos años, y le ayudaba José Antº Robles, al que conocéis por el alcalde de Barberá y que aquellos años estudiaba en el seminario.
                Tenían sus charlas y en los descansos jugaban al “pañuelo” en el salón, yo miraba a través de las ventanas lleno de envidia por estar dentro, también en los ratos libres tomaban el sol en el patio del cementerio que ahora ocupa el bar y la casa del cura. Cierto vez, a eso del mediodía, por alguna circunstancia pude entrar en el patio y estar entre ellos, todavía recuerdo la emoción que sentí de encontrarme allí como si fuera uno de los mayores.

Grupo de jóvenes en el descanso de los ejercicios



Fotografía de unos ejercicios de los mayores, en el centro el sacerdote, D. Rafael y el misionero


         Los casados, hombres y mujeres, por supuesto separados, celebraban los ejercicios con los llamados “misioneros”, en casi todas las casas encontramos fotos con la presencia de esos misioneros, sobre todo una que están en el cementerio echando un sermón. Al final de los ejercicios les hacían establecer un compromiso. Cierto año que una gran mayoría de hombres se comprometieron a no ir al bar por la noche se produjo un aumento considerable de embarazos, con lo que al año siguiente hubo muy buena cosecha, ahora se encuentran llegando a los cincuenta.
                El domingo de ramos tenía gran importancia, había que estrenar alguna prenda y se celebraba la procesión de las palmas y los ramos. Con las hojas de las palmas hacíamos “piñas y lagartos”. El lagarto era un tubo redondo que se trenzaba con  la hoja de la palma, debido a su elasticidad, si introducías el dedo, cuando querías sacarlo cuanto más tirabas, más se encerraba sobre el dedo.
                Las piñas más fáciles eran cuadradas, con cuatro hojas se iban trenzando, los más hábiles las hacían  de varios pisos y las más difíciles eran exagonales. A los críos nos encantaba que nos la empezaran y hacerlas y que nos regalaran lagartos.
                El miércoles por la tarde se juntaban las mujeres y los jóvenes para hacer el  “monumento”. Los muchachos y las muchachas íbamos a las casas a buscar macetas,  maceteros, colchas y sábanas, como otros adornos que se utilizaban cada año.  Se colocaba en la capilla que hay a la derecha del altar, en la parte más alta se colocaba el sagrario, con cajas y tablas se hacía un especie de escalinata en la que se colocaban macetas y candelabros. Las paredes y las escalinatas se cubrían con colchas y sábanas bonitas y en el suelo alfombras. Todo rodeado con muchas velas que los vecinos traían para bendecirlas y era visitado y elogiado, la mayoría de las veces, por los residentes.
               

martes, 10 de mayo de 2011

semana santa 2

                Los actos centrales empezaban el jueves santo, a los críos nos producía una gran curiosidad el lavatorio de los pies, en nuestro pensamiento inocente nos imaginábamos que realmente el cura lavaba unos pies como los que nosotros llevábamos a veces en el invierno, no entendíamos como el cura se ponía a lavarles los pies a nuestros padres con los roñosos que debían estar de todo el invierno.
                Al terminar la misa, como se había producido la muerte de Jesús, ya no se podían tocar las campanas y salíamos todos los niños a avisar del pregón de las siete palabras por todo el pueblo con “las carracas”. Además de los monaguillos se juntaba toda una tropelía de chiquillería, queriendo todos hacer sonar las carracas, Así nos andábamos el pueblo.
                El sermón de las siete palabras era escuchado por todos los fieles o vecinos, aquellos años era, de obligado cumplimiento, el asistir a los actos religiosos. Casi siempre venía para semana santa algún “misionero” que ofrecía su sermón con mucho énfasis y lleno de grandes palabras. Con todo en semana santa caías en un estado de tristeza y melancolía que se apoderaba de toda la localidad, no se oían ni risas, ni músicas, ni alborotos, eran tiempos en los que solo cabía la pena y la oración.
                Por la noche la hora santa, y al término de la misma se iniciaban los turnos de vela del santísimo. Al terminar la misa del jueves, el sacerdote abría el sagrario, en señal de su muerte, y trasladaba las formas al “monumento”, se hacía con gran solemnidad, en procesión y los hombres llevando el palio. Desde entonces siempre había gente custodiando el altísimo. Al finalizar la hora santa es cuando se introducían los turnos de vela, era realizada por los herman0s de la hermandad.
                En noviembre de 1893 se forma la Hermandad de Ánimas, en 1952 se refunda la misma actualizando los estatutos que se habían establecido en un principio para ponerlos más acordes con los tiempos que corrían. En el artículo 5 de su capítulo 1º dispone lo que sigue:
Igualmente deberán asistir todos los hermanos a las funciones de semana santa y a la confesión que tendrá lugar la noche del miércoles santo para comulgar en los oficios de jueves santo y hacer la hora de guardia al Santísimo en el monumento, no pudiendo ser sustituido, aún teniendo causa justificada, por otro individuo que no pertenezca a la hermandad.
            Se procurará que haya una misión durante estos días, a saber desde el viernes de dolores, si es posible, hasta el jueves santo”.
Hermanos de la Hermandad de ánimas
 en un acto cn motivo de la visita del obispo.
Al frente de la misma un hermano con la bandera de la Hermandad
              
              En el salón parroquial existían unas hamacas para esta noche, pus los hermanos pasaban toda la noche en él, y entre turno y turno descansaban en las mismas. Cada hora iniciaban una procesión con la bandera de la hermandad al frente, en la que acompañaban a los hermanos que les tocaba el turno, llegaban a la iglesia hacían el relevo y volvían  de igual manera al salón, a descansar hasta el siguiente cambio. Si en algún momento alguien se quedaba solo en la vela, no abandonaba la iglesia hasta que no llegara otra persona, pues no se podía dejar al santísimo solo.
                El viernes, a primera hora de la tarde eran los oficios, el comienzo era seguido atentamente por los niños, pues el sacerdote se tendía en el suelo y a nosotros nos traía una imagen de la muerte o parecido. En sí, era un día tétrico, se realizaban todos los ayunos y abstinencias posibles. En las casas no se ponía música, ni cualquier motivo de risa y alegría, hasta se veía mal hacer un viaje, por supuesto si era época de caza a nadie se le ocurría salir. Después de los oficios todo el pueblo quedaba tranquilo y silencioso. Por la noche se realizaba el vía crucis por las calles. Procesionaban la virgen y el cristo y se cumplían las estaciones que estaban marcadas con cruces en las calles. Participaba mucha gente y ponía fin a los actos más doloridos de la semana.
                Durante el sábado se desmontaba el monumento y a las doce de la noche se celebraba la misa de resurrección. Se prendía un fuego en la puerta de la iglesia, del que se encendía el cirio pascual, en procesión se entraba en la misma, con todas las luces apagadas, continuando así hasta el rezo del gloria, que era el momento en que se producía la resurrección y se encendían las luces. Se acababan las penas y penurias de la cuaresma y volvía la alegría.
                Hablo de los primeros años sesenta. Entonces la costumbre era que los domingos comulgara no mucha gente, mujeres, niños y algún hombre. Estos lo hacían, como se decía por pascua florida. Ya habéis visto en la redacción de ese artículo 5 de la hermandad que, entonces en semana santa comulgaba todo el pueblo, era obligado. Como había que confesar se formaban pelotones de hombres para hacerlo, después se hacían bromas sobre lo que se confesaba. Era curioso ver las filas para comulgar con todos los hombres en la misma cuando en todo el año no lo habían hecho en ninguna ocasión. Eran otros tiempos y otras circunstancias.
               

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