En tiempos pretéritos era frecuente que en casi todas las casas hubiese un arma
de fuego y, no es difícil imaginar que no eran todo lo seguras que pueden ser
hoy.
La necesidad de la caza para la subsistencia. El miedo a los robos, sobre
todo en los cortijos aislados y toda una serie de imprevistos etcéteras,
propiciaba que fuera rara la casa en la que no había, al menos, una escopeta, en
la mayoría de las veces de un solo cañón y gatillo fácil de disparar.
También en
las zonas en las que en un tiempo hubo dominación morisca, cuando llegaron los
nuevos repobladores se les designaba como los primeros defensores de las tierras
en la creencia que aquellos volverían a la conquista de las que habían sido
expulsados.
En unos y otros casos eran frecuentes en los pueblos que se hicieran
ensayos de defensa con grandes alardes, que culminaban en las fiestas del patrón
o patrona, desfilando al lado del mismo y con gran gasto de pólvora y disparos
al aire.
Todo va evolucionando y así en la primera mitad del siglo XX, en el
sábado de gloria o domingo de resurrección se realizan estos alardes de pólvora
disparando sus escopetas con diferentes motivos buscando la bendición de éstas
que evitaran los accidentes a lo largo del año, que eran muchas veces mortales.
Prueba de ello es la noticia aparecida en los medios de comunicación de la
época. Hablamos de mayo de 1928 y Topares aparece en la prensa por un doloso
accidente. Así aparecía la noticia el 22 de mayo de 1928 en el diario “La
Independencia”: “El juzgado y la benemérita de este puesto se personaron en la
aldea de Topares instruyendo las oportunas diligencias con motivo de la muerte
de la niña de tres años, Resurrección García Pardo, ocurrida en el domicilio de
sus padres, cuando la pequeña arrastraba una escopeta que todos creían
descargada pero que se disparó causándole tan gran herida en la cabeza que
falleció momentos después”.
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El suceso de la niña tal como aparece en la prensa del momento |
En otro de los periódicos, en la misma fecha amplía
un poco más la noticia con la siguiente aclaración: “… fueron detenidos su padre
Celso García y su tío Avelino Pardo, que manifestaron que la hacían descargada”.
Aclaro que la niña era hermana de Ambrosio y que los más mayores de pequeños
habían oído del suceso. Sirva la información para comprobar que los accidentes
fortuitos no eran raros en aquellos tiempos, quizás en sucesos como éste se
fundamenta la frase que siempre hemos escuchado de que “las escopetas las carga
el diablo”. Por eso en muchos de los pueblos, en Semana Santa, sobre todo en la
misa del sábado de gloria, durante el canto o recitado del Gloria, se disparaba
con las escopetas que así eran bendecidas para todo el año.
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Imagen de una de las fiestas en que se le dispara al "Judas". Foto tomada de internet, se retirará a petición. |
Aquí en Topares el ritual se hace con la llamada: “muerte del Judas”. Se hacía
el domingo de resurrección, confeccionaban un muñeco con ropas viejas y lo
rellenaban de papeles y bálago. Lo colgaban en la esquina de Pepa del Estanco,
lo que hoy es la casa de Ricardo y María, atándolo a la casa que había enfrente
o al árbol. Entonces desde las cuatro esquinas empezaban a dispararle a troche y
moche, hasta que saciaban las ganas de disparar. El Judas quedaba más que medio
destrozado y entraban en acción los muchachos que los descolgaban y lo
arrastraban por las calles del pueblo formando gran algarabía. No es necesario
decir que al final del muñeco quedaba solo el recuerdo.
Con el tiempo se fue
debilitando la costumbre y se dejó de hacer como en muchos de los lugares en que alguna vez se hizo. En muchas localidades se desplazaron estas costumbres con
las escopetas a los fuegos artificiales cuando se cantaba el Gloria.
Desde las cuatro esquinas se hacían los disparos y al final estaba colocado el Judas |
Las
tradiciones que hoy día nos aparecen como arcaicas y hasta primitivas se tienen
que mirar y tratar con la discreción y comprensión que marca el paso del tiempo