En los
tiempos más remotos las fiestas que se celebraban en el pueblo tenían un
marcado carácter religioso. En Topares eran dos las fiestas principales. El 17
de enero, San Antón, como corresponde a una localidad agrícola ganadera, éstas
iban unidas a los mismos motivos, en este caso a la ganadería. San Antón es el
patrón de los animales y a la bendición de los mismos estaba destinado este
motivo festivo. La parte lúdica o no religiosa de la misma se concentraba en la
víspera con las carretillas y la hoguera. La parte religiosa el día del santo
con la misa y la procesión, donde en la puja para entrar al santo los ganaderos
mostraban su progreso siendo los encargados de introducir la imagen en el
templo al acabar la procesión. Motivo intermedio era la rifa del “marrano de
San Antón”, durante el otoño los vecinos habían ido engordando al gorrino y
ahora era el momento de que se cumplieran los sueños o que la frustración se
hiciera patente, pensando a ver si el año siguiente había más suerte. El cerdo
deambulaba por las calles libremente, portando un cascabel al cuello, su sonido
nos avisaba de su condición y los vecinos le sacaban sobras de las comidas, era
respetado y cuidado por todos.
La otra
fiesta del pueblo, en este caso asociada a la agricultura era San Isidro, en
mayo. El tema central de la misma era la misa y la procesión, con la bendición
de los campos, sin apenas actividades fuera de las eclesiásticas, algunos años
por la tarde podía haber alguna representación de comedias, carreras de cintas
o baile de parrandas, pero no muy frecuentes.
Según
iba el año, así se afrontaría el motivo de la fiesta. Si se trataba de una
temporada en que la nieve y las aguas del invierno nos hacían tener esperanzas
en una buena cosecha se aprovechaba para dar las gracias al santo por su intercesión
por la lluvia. En los años que la cosa andaba mal, eran momentos de plegarias a
ver si podía echar una mano y las aguas
de la primavera arreglaban lo que se veía malamente. Esta circunstancia también
influía en la puja para entrar la imagen, años de bonanza eran tiempos de
alegría en la subasta, los agricultores trataban de poner de manifiesto delante
de los demás su importancia, primaveras desoladas nos llevaban a pujas anodinas
donde costaba que cualquiera se echara para adelante y cogiera las andas del patrón,
se veía que los agricultores estaban ciertamente enfadados con su protector.
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Las señoritas llevan cintas que los jóvenes se disputarán en las carreras de cintas. Podemos considerar que son un precedente de lo que años más tarde serían las reinas de las fiestas |
Esta
introducción sirve para situarnos en las circunstancias de las fiestas. Así
llegamos a los años setenta, en los
pueblos empiezan a haber más vehículos, nos trasladamos con mayor facilidad de
un lugar a otro. Empiezan unos años de ilusiones, nos encontramos en los
últimos años de la dictadura y un cierto cambio se vislumbra en el horizonte.
Es el momento propicio para que en las localidades tomen un fuerte impulso las
fiestas patronales. Hay un hecho curioso que contribuye al esplendor. Los
cazadores descubren que en tiempos en los que no está abierta la veda pueden
seguir practicando con el tiro al plato. Así no hay una verdadera fiesta si no tiene
su propio campeonato. Los aficionados de la comarca se desplazan a estas
tiradas, les acompañan amigos y familiares, no existen los controles con el
alcohol, así después del torneo hay que mojar los trofeos y la velada se alarga
en la verbena hasta altas horas de la madrugada. Topares además, el pueblo
recóndito de la provincia, donde “cuatro huevos son dos pares” y “a Topares
echa pan y no te pares”, ejerce un atractivo para la comarca, todos quieren
descubrir cómo es y sus fiestas gozan, durante esos años, de popularidad entre
los pueblos limítrofes.
En los
tiempos de qué hablamos no se podía considerar una fiesta sin la presencia de
su reina y sus damas. Ser elegida era un
privilegio para ella y para la familia, se compraban trajes especiales para la
ocasión y estaban presentes en cada acto
que se celebraba. Entregaban premios, acompañaban a la presidencia de la
procesión, inauguraban bailes, asistían a todos los actos, participaban de desfiles,
lo que se dice las reinas del pueblo.
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Poco a poco, con el avance de los años, las reinas y damas también van adoptando un aire más moderno |
Fueron
unos años de gran esplendor, quizás 10 no más, después la fuerte emigración, la
proliferación de fiestas por todos sitios, el caso es que cada vez se quedó más
en un fiesta para los vecinos. Hasta que al final, con la aparición de las
fiestas del verano, las de San Isidro perdieron el boato que habían mantenido
años atrás.
Si
observamos las fotos de las sucesivas reinas veremos, también como las elegidas
han ido cambiando en las características, los primeros años eran, como decimos
castizamente, mujeres hechas y derechas, con el tiempo la edad de las mismas ha
ido bajando y llegamos a los últimos años en que las protagonistas eran más,
adolescentes recién entradas en la juventud. También, curiosamente podemos
comprobar cómo hijas han sucedido a sus madres, en el tiempo, en las funciones
de reinas o damas.
Parece
ser que hoy su presencia no tiene sentido, quizás no tengamos claros los
valores que queremos transmitir con sus figuras, pueden ser tantas cosas las
que no han llevado a prescindir de su presencia que no merece la pena
introducirnos en la controversia de si deben o no deben ser, la ausencia de
otras actividades que no sea la verbena parece que no hacen necesaria su
presencia. Pero no hay duda que durante aquellas primeras fiestas le dieron
realce y esplendor a las mismas. Para disfrutar de nuestro pasado os dejo con
unas cuantas fotos de reinas y damas de las mismas, se ha intentado ponerlas en
orden cronológico, espero que lo hayamos conseguido.
alfonsorobles-agosto14