Otra
vez la muerte me bloquea, me acosa. Se ha llevado el cuerpo de mi prima
Antonia. Para la mayoría de los que leáis estas líneas, el nombre no os dirá
nada. Para mi significa mucho, no solo por la afectividad que nos unía, también
porque coincidió con Rosario en su lucha particular. Ayer cuando me comunicaron el desenlace, mis
ojos se llenaron de lágrimas, de esas lágrimas secas que el dolor me ha dejado.
No podía dejar de unirlas en su destino, cuando cada una batallaba contra su
enfermedad, reconocía en ellas un sentimiento de hermanamiento. Las dos
desarrollaban una especial sensibilidad hacia los avatares de la otra, sus
procesos, sus cambios, sus sensaciones, sus estados. Cuando Rosario se marchó,
Antonia lo sintió profundamente, puede que también pensando que su camino se
acortaba un poco más. Rosario alegre, divertida, optimista, activa,
ilusionante. Antonia, quizás, más pausada, tranquila, incluso débil, callada,
portadora de su propio dolor. Pero las dos unidas en el afecto de su destino común.
¿Cuántas personas tendrán que
perecer en el combate para vencer a la bestia? El monstruo que te coge, te
acecha y, en el momento más inoportuno te destroza, te aniquila. Los demás
asistimos impávidos ante la frustración, la impotencia y, solo nos queda, la pregunta, ¿cuándo vendrá a por nosotros?.
En su última alegría, Antonia
vio cumplido su gran deseo, conocer, tener en sus brazos, pasear a su
nieto Lucas. Parece que el ogro siempre
concede esa postrera voluntad, que cuando la satisface, acude a cobrarse con perversidad.
Todo te resulta una gran mentira. Cuando viven en la gran ilusión, entonces el
innombrable las vapulea y te deja en la estacada. Antonia,
Rosario, Antonio (otro primo hermano traicionado por la alimaña), cuando en
vuestras vidas se asomaba una nueva ilusión de vivir, fuisteis fulminados, se cortaron
vuestras corrientes nerviosas para sumiros en la negrura de la noche más eterna.
Pero en nosotros ha quedado
vuestra ánima, vuestros afectos, vuestras atenciones, vuestras sonrisas,
vuestro recuerdo, todo instalado en nuestro corazón, ahora y siempre. Nunca os olvidaremos,
junto a los que os han querido.
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