A Rosario, que
ha sido mi luz,
me ha enseñado
a amar lo sencillo,
el aire, la
tierra, la callada.
la Navidad
Otra celebración muy especial en tiempos
pasados, que además duraba cerca de un mes era la Navidad. Desde días antes de
nochebuena se respiraba un aire festivo y de celebración, que empezaba en las
casas con la elaboración de los mantecados y demás exquisiteces que se hacían
para la ocasión, a saber, tortas de naranja, roscos de anís, rollos de manteca,
alfajor, fruta fanfarrona, y algunos hacían
galletas y cordiales, también se preparaba el licor café así como en ciertos hogares
la mistela. Los hombres aparcaban durante esos días las labores del campo, en
las casas las mujeres hacían los dulces y los chiquillos merodeábamos para
pillar algún mantecado o tarareábamos las canciones de la cuadrilla. El caso es
que eran fiestas que implicaban a todo el pueblo, excepcionalmente estaban los domicilios
en que se había producido una muerte y estaban de luto, en este caso los
vecinos les portaban el presente, que era una muestra de lo que se hacía, pues
a ellos el dolor no les permitía hacer dulces ni licor café.
La cuadrilla siempre atraía a pequeños y hrandes |
Uno de los ejes fundamentales de la Navidad
y sus actividades era la cuadrilla. Tal como se establece en los estatutos
fundacionales de la Hermandad de Ánimas, una de las tareas que se les
encomendaban a los mayordomos era la formación de la misma. A veces, traían un
guión, que era el que cantaba los aguilandos,
de una cortijada o pueblo de los alrededores, al no haber ninguno en el
pueblo. Según el ingenio que mostraban en sus composiciones su valor en la
comarca era mayor o menor, cuanta más fama alcanzara en más sitios y más
importantes fueran lo iban a llamar de más lugares, tenían gran consideración
entre los parroquianos y se les admiraba en su destreza de componer y
relacionar familias y sucesos en las mismas.
Durante esos días iban por las casas para
recaudar fondos para las Ánimas. De una casa a otra iban tocando el pasacalles
que anunciaba la cercanía, al frente iban los mayordomos que portaban una
campanilla para anunciarse a la llegada a una casa. La familia inquilina cuando
escuchaban el tañido de la campanilla salía a recibirlos, los mayordomos les
preguntaban si allí se rezaba o se cantaba. Se rezaba cuando en la misma había
algún luto. Si les invitaban a cantar entraba la cuadrilla y el guión, después
de enterarse de los miembros de la casa se dedicaba a componer estrofas, algún
invitado de la casa podía pujar para que cantara a algún motivo particular. Al
final los dueños daban el donativo e invitaban a mantecados y licor café a los
músicos, a veces se cambiaban los dulces por un vaso de vino y productos de la
matanza. Los donativos podían ser dinero o en los casos en que no se podía, se
ofrecían pollos que después se rifaban en los bailes, también se podían donar
productos de la matanza que se vendían a las tiendas.
Uno de los días más importante era el día
de los inocentes. Los chiquillos acudíamos a los vecinos y familiares a darles
la inocentada, claro que hay que tener en cuenta que la inocentada era pedir un
mantecado o parecido, a lo sumo a alguien muy cercano podíamos sacar alguna
pesetilla. Pero el hecho de decirle que los santos inocentes te lo paguen nos
llenaba de alegría y risa.
Como decía !Las Ánimas nunca pierden", en otra calle les piden un pasodoble, ellos a su faena, a tocar, y los demandantes a bailarse su pasodoble |
Por la tarde había misa y después el baile
de los Inocentes, bajo la atenta mirada del sacerdote de turno, para que no
hubiera baile agarrado. Se trenzaban parrandas, jotas y malagueñas. Eran muy
frecuentes las pujas para que bailara fulanito con menganita, para hacerlo de
una manera u otra o para que los músicos interpretaran esta canción o la otra,
incluso que lo hicieran así o asado. Se realizaba alguna rifa de pollos
normalmente y, como siempre, lo recaudado para las Ánimas, que a su cargo
tenían dos gastos importantes, el cuidado y mantenimiento de la iglesia y el
cementerio, al ser éste de la Hermandad y no municipal como en la mayoría de
los lugares.
Los chiquillos esperábamos impacientes el
día de los Reyes Magos, aunque cualquier parecido con lo de hoy es pura
imaginación. En mis años cándidos no conocíamos ni de cabalgatas ni parecido,
por no saber no se sabía que fuera de Topares hubiera reyes o no. A algunos
agraciados nos podían traer algún juguete, uno o dos a lo sumo en el mejor de
los casos. Lo más frecuente era alguna naranja, plátano, mantecado. Nos
podíamos alargar a algún calcetín o zapatillas y, como mucho, alguna peseta o
duro. Pero para nosotros era suficiente con vivir una noche de ilusión, aunque
los que no recibían reyes trataban de hacernos la puñeta contándonos que los reyes era mentira, que eran los padres.
En
Topares se decía que hasta San Antón pascuas son, otrora así era, la navidad
terminaba realmente con la hoguera de San Antón y la procesión del santo, pero
claro eran tiempos en que los relojes andaban al ritmo de las personas, y no
éstas al ritmo que marcan los relojes.
Como diría la zarzuela, "¡Qué tiempos aquéllos!" Los recordamos con nostalgia (tal vez más que nada nostalgia de pensar que alguna vez fuimos jóvenes), pero en todo caso está bien recordarlos, dejar constancia de aquellas costumbres y tradiciones que se van perdiendo y caen en el olvido. Me queda la sensación de que antaño, por las dificultades de comunicación, la vida en los pueblos era mucho más "vivida", más profunda, más auténtica. Claro que habría de todo: rencillas, envidias, murmuraciones, odios..., pero también debía haber mucha solidaridad, mucha humanidad. Hoy nos encerramos en casa, vemos la tele o navegamos por internet, y nos cuesta muchísimo movernos para cualquier cosa que no nos suponga un beneficio inmediato. Gracias por recordar cómo era Topares. Sin conocerlo, me cae ya muy bien, y es por ti y por este magnífico blog. ¡Adelante!
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