viernes, 17 de febrero de 2017

Presentación de la novela: "ENRIQUETA"

                     




“Llegar a un sitio con la historia borrada, sin familia que pida explicaciones, sin chismes y chismosos. Sin gente dolida por ningún desaire. Sin amigos ni enemigos. Como una recién nacida. La vida por delante y la nada por detrás. Pero, al salir de la estación y encontrarse en mitad de Barcelona, no había previsto aquel recio escalofrío de anchura que la sacudió por dentro…







El pasado sábado, 11 de febrero, tuvimos la presentación de la novela “Enriqueta” de la autora velezana Soledad Reche Artero, Sole para todos.
Con la asistencia de gran cantidad de paisanos, expectantes desde días atrás con la aparición de la novela y las buenas palabras de todos los que la habían leído. Al llegar la hora acordada, Sole, después de estar todo el día en un puro nervio se dispuso a presentar antes sus vecinos a “Enriqueta”, novela con la que el Instituto de estudios velezanos, iniciaba una nueva serie, de título: “Narrativa” y que no podía tener mejor comienzo.

En la mesa estuvo acompañada por su hermano Diego y por mí mismo, Alfonso, ilusionados por compartir con la autora momentos tan importantes.
Yo inicié la presentación, señalando que desde el momento que empiezas a leer, la historia, el ritmo te embauca y no te permite hacer ni un receso, cautivados por ese lenguaje vertiginoso que se apodera de nuestra voluntad para no poder parar hasta llegar a sus últimas palabras.
Enriqueta es atrevida, audaz, valiente, rebelde, imaginativa, alocada, sin nada que la frene, que le hace a la autora seguir un ritmo frenético, que nos transmite a nosotros y nos hace leer a una velocidad de vértigo.
Es un mundo entre el Secano y Barcelona, donde pasa de dominarlo todo, a no conocer a nadie. De tenerlo todo a mano a perderse ante la inmensidad: “las luces, las tiendas, los bares, la gente que salía de todas partes, el ruido, el olor a brea, humo y carbonilla, y hasta la niebla fría que ocupaba las calles al anochecer la fascinaron…”

Su hermano Diego Reche nos mostró como dentro de la novela te encuentras con relatos cerrados, de hecho, el primer capítulo puede leerse como un texto acabado, pero algo te está diciendo que después te esperan páginas maravillosas y se convierte en un excelente prólogo para lo que después nos espera.
Apunta dos cuestiones importantes en la obra, aparte otras muchas. Primero el estilo, rápido, con un lenguaje coloquial, ritmo, la capacidad de transmitir detalles. Después el título, puede parecer pobre como reclamo publicitario, la convicción de Sole se impuso, para ella ponerle un título más largo, adjetivarla, era como empujarle hacia un lado y había que mantenerla rebelde, imprevisible, atrevida. Al final, resulta que la autora estaba en la razón, parece que a medida que repites el nombre, el título tan rotundo, tan convincente, la narración va adquiriendo más fuerza, más peso: “Enriqueta”.
También nos aportó Diego que Enriqueta es una novela de mujeres entre mujeres. Solo aparecen dos hombres, uno al principio y otro al final, aunque determinantes, pero, son las mujeres las que se encargan de fastidiar o ayudar a la protagonista, las que ocupan todo el espacio.
En su prólogo a la edición nos cuenta Diego de forma magistral el proceso de creación de la historia: “A la chana chana, en el silencio de la vieja galería donde mi padre hacía fotos o retocaba los clichés, ayudado por la luz que se filtraba en sus ventanales, fue también revelándose y rebelándose esta zagalona con pelaje de lunera…”.
Entre preguntas y respuestas fue llegando el acto a su final, la última parte ocupada por una cuestión que a todos nos ocupaba la mente, la posibilidad de una continuación, ante un final particular.


Reconoció Sole que el final puede resultar abrupto, pero también como es la propia Enriqueta, pero, sin lugar a una continuidad, con argumentos como que todos los personajes tienen en su vida una época dorada, donde todo se plantea y todo se resuelve, y si no, quedan indicados los caminos a seguir en esa vida. Todos tenemos nuestro tiempo más interesante y en este caso continuar la historia puede suponer banalizarla, cargarla de páginas con minucias cotidianas y que a lo único que puede conducir es a que Enriqueta pierda esa velocidad de ardilla, pues esa marcha no se puede mantener siempre y eso la llevaría a perder mucho.
Fue una tarde noche maravillosa donde disfrutamos de la osada Enriqueta, contando además con una gran sorpresa, a la cita acudió María, la muchacha que aparece en la portada y que un día lejano vino a Vélez Rubio a hacerse una fotografía en los estudios Reche, precisamente a la casa de Diego y Sole, pues su padre era el fotógrafo Reche.

Sole Reche y María, que una foto que se hizo en su juventud, en los estudios del padre de Sole, ha servido de portada para la novela "Enriqueta".


Lo dicho una deliciosa velada.

martes, 14 de febrero de 2017

Dulces tardes poéticas: Joan Margarit


El pasado 9 de febrero tuvimos la suerte de asistir a una nueva sesión de “Las dulces tardes poéticas” de “La dulce alianza”. En este mes de febrero disfrutamos de la palabra de Joan Margarit, acompañado por Mª Jesús García, soprano que nos ofreció canciones de Schumann, acompañada al piano por Mª Luisa. Esta combinación nos permitió percibir como la palabra nos puede cautivar tanto escrita como en voz, fue un contrapunto interesante, de la voz a la escritura.
Joan Margarit, que además de poeta es arquitecto, congregó en los sótanos de la pastelería a gran número de personas, en una de las sesiones más concurridas. Nacido en 1938 inicia su andadura poética en castellano, para posteriormente pasar al catalán, desde el que traduce las obras al castellano, pero con entidad propia. Así el título en catalán: “Des d’on estimar” se convierte en “Amar es dónde” o “Els primers freds” en “El primer frio”. Nos habla con claridad de la lengua que es desde el nacimiento y la lengua que es de cultura y asevera categórico: “La lengua que nada más lo es de cultura no es determinante”.

Con relación a su trayectoria poética escribe: No renuncio a nada de lo que tengo y que he ido adquiriendo durante mi viaje poético”.

En 1954 se traslada con su familia a Las Islas Canarias y a partir de 1956, alterna con Barcelona donde continúa sus estudios, de esta relación con otra tierra, hace esta interesante reflexión: “Cuando llegas a una tierra, a una ciudad que no es la tuya y te acabas ganando la vida y progresando, te produce una alegría inmensa el intentar integrarte, de ser uno más entre sus gentes …. la importancia de penetrar lo más profundamente posible en la lengua y la cultura del pueblo que te acoge”.
Afirma con contundencia que la poesía es la más exacta de las letras, como las matemáticas son las más exactas de las ciencias. Así continúa estableciendo que tenemos un poema cuando: “Si en un poema se saca una sola palabra, o se cambia por otra y no pasa nada, es que no era un poema”. Añadiendo: “Un poema ha de decir justo lo que necesita su lector o lectora”.
Fue una dulce y bonita tarde poética, en la admiración a un hombre que a sus 78 años transmite tanta vida y energía y que se movía por el imaginado estrado como un emérito profesor.






LOS OJOS DEL RETROVISOR

Los dos, Joana, nos acostumbramos
a que esa lentitud para bajar
del coche con muletas, desafíe
los abstractos insultos de los cláxones.
Tu compañía es mi serenidad:
la sonrisa de un cuerpo tan lejano
de lo que siempre se llamó belleza,
la penosa belleza, tan distante.
Elegí en su lugar la seducción
de la ternura iluminando el hueco
que la razón dejo en tu cara.
Cuando me miro en el retrovisor
veo unos ojos que no he visto nunca,
pues brillan en ellos el amor que dejan
tantas miradas, y la luz, la sombra
de lo que he visto y la paz que trae
tu lentitud, que está dentro de mí.
Tan grande es la riqueza
que no parecen míos los ojos del espejo

domingo, 5 de febrero de 2017

FÚTBOL

Dentro de los juegos, dos de los más importantes y qué, cuando nos juntábamos casi todos los niños y mozalbetes del pueblo era lo máximo, eran el fútbol y la guerra.


Estábamos un grupo de 8 o 10 muchachos en el que el fútbol era prácticamente diario, todas las tardes, aunque solo estuviéramos tres o cuatro nos acercábamos a las eras, sobre todo la de Rafael de la María Josefa y en la que había por encima de la gasolinera pasando allí una y otra tarde. En el momento en que estuviéramos tres o cuatro para cada equipo ya teníamos montado un partido. Jugábamos con toda nuestra intensidad, no nos gustaba perder, más de una tarde acababa en maraña, pero eso sí a los cinco minutos estaba todo olvidado.


 Los cuatro o cinco abonados a “combinar”, tratábamos de emocionarnos jugando a ser jugadores famosos. Empezaré por mí mismo. Nunca he sido atlético, la condición física no ha sido mi fuerte, pero todos los deportes se me han dado bien, yo creo que es algo frecuente en los que hemos estudiado internos en colegios, ante tantas horas de patio no había muchas más salidas que los deportes.  Se me daba muy bien el tenis de mesa, también simplemente el tenis, para el baloncesto era un base aceptable para la época y hablando del fútbol tenía un buen toque de balón y visión del juego. No me gustaba la defensa y jugaba de medio adelantado, también a veces de portero y paraba bastante. Pero eso de entrar fuerte o de que me entraran a mí con fuerza, nada de nada, no entraba al choque y siempre quitaba la pierna, De regatear poco y mi alías era, nada más y nada menos que Distéfano.
Pedro Pérez-Hita, aunque un poco menor que nosotros, también era de los permanentes en las tardes futbolísticas, adolecía de lo mismo que yo, fuerza y dureza. Tenía muy buen toque y te podía dejar sentado en un palmo de terreno, jugaba muy bien, para nosotros era Pelé.


El jefe de todo el plantel era el Pedrito de la casa Ortega, con todo el cariño del mundo para todos nosotros “Veneno”, muy por encima de los demás en toque, en fuerza, en colocación, en el juego, quizás si entonces se hubiera entendido eso de que para alcanzar los sueños hace falta, por parte de muchos, sacrificio, podría haber llegado a jugar en algún equipo, al menos de segunda. No le tenía miedo a ninguna entrada ni lance del juego y que no te hiciera ninguna a ti, pues te acordarías unas cuantas tardes. Él no necesitaba alías, pero siempre lo relacionábamos con algún jugador como Asensi, de mucha fuerza y pulmones.
También se acercaba a jugar con nosotros Ricardo, que ya empezaba a mostrar la escasez de pelo en la cabeza, desarrollaba un correr cansino y era como el padre de todos. En Inglaterra había un jugador mítico, Bobby Charlton, uno de los que salvaron la vida en el accidente de avión del Manchester United en 1956, jugó hasta bastante mayor y tenía una clase magnífica, para nosotros Bobby Charlton era Ricardo.


Pero había días importantes en que nos juntábamos bastantes para jugar al fútbol y entonces nos íbamos al campo de verdad: al “prao”. Los jóvenes de ahora no habéis llegado a verlo como prado, era el campo de fútbol del pueblo, incluso cuando en Topares tenía su equipo de fútbol. Tenía sus porterías y en esa hierba fresca dejábamos correr nuestras piernas y nuestra imaginación, que nos llevaba a pensar que en ese momento corríamos la banda del Santiago Bernabeu o del Nou Camp, para nosotros era un campo de hierba como los de verdad. Allí corrimos, nos caímos, nos pusimos la zancadilla, nos lanzábamos de porteros buscando una gran parada, nos sentimos famosos, nos alegramos, lloramos la derrota, nos peleamos, nos perdonábamos. Era nuestro campo y como pequeños no entendíamos las cosas de los mayores, que aquello no era nuestro, que aquello tampoco era del pueblo, que el prado tenía sus dueños.
Cuando el desarrollo de la maquinaria lo hizo posible, sus legítimos dueños hicieron una zanja a lo largo de todo el prado para que recogiera las aguas que le llegaban y se pudiera sembrar. Así, tristemente, un día nos encontramos que nuestro amado campo de fútbol estaba labrado y, amargamente, descubrimos que nuestro particular estadio no era nuestro, ni del pueblo. Aquel día murió nuestro sueño de llegar a ser Gento, Kubala, Pirri, Pelé, Beckenbauer, Amancio, Asensi, Marcial, Gallego, Puskas…

Recuerdo con especial cariño un domingo de esos de jugar en el “prao”, éramos un montón y fue un partido de aquellos de campeonato, recién colocadas porterías nuevas, tres palos, uno de los sueños era tener unas redes, nunca se cumplió. Fue un gran partido, acabamos todavía con sol y nos subimos para el pueblo, igual para ir a la misa de la tarde. Al llegar al salón nos lo encontramos lleno, a tope, daban la final de la Copa de Europa de Naciones, aquella que ganaron por 2 a 1 a Rusia, con el gol mítico de Marcelino, además marcado a uno de nuestros ídolos de entonces, Yasin, el portero ruso. Ninguno se cabreó, ni mostró especial entusiasmo, para nosotros el partido importante y decisivo era el que habíamos terminado de jugar en el “PRAO”.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...