(No he podido encontrar fotos de la tienda, las que acompañan al escrito son de mi tienda y materiales de la misma)
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El mostrador y estanterías, corresponderían a las telas, a la derecha, los cristales corresponderían a un escaparate |
Llegamos a unos momentos en que Topares, día a día, aparece
como más vacío, hay menos personas en sus casas y vamos perdiendo todo aquello
necesario para la vida diaria de un pueblo.
Estos días vivimos la desaparición de la tienda que nos ha
acompañado a lo largo de muchos años, la escuela pende de un hilo y la
desaparición de ambas cosas en una localidad nos conduce a la lenta
desaparición de la misma.
Estos días, trabajando desde mi atalaya personal he recordado
que no siempre ha sido así, más al sentir un ruido casi continuo que me llegaba
desde la calle Mayor, personas de un lado para otro, vecinos que se encontraban
en la misma y hasta alguna conversación madrugadora que te sacaban del sueño
matinal.
Otrora la calle Mayor era la principal del pueblo, os cuento
brevemente el sentido de mi casa. Mis abuelos, por parte de mi padre, tenían la
tienda en la carrera de Baza, pero entonces aquellos negocios con aires de
importancia debían estar en la calle Mayor, así se construyeron mi actual casa
poniendo en la misma la tienda, que aún conservamos tal cual.
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Diferentes cajones donde se colocaban aquello que se vendía a granel |
Pero quiero hablaros de otra tienda, la tienda que fue mi
referencia en mis primeros años y la adolescencia, la “tienda de Dionisio”. Era
de aquellas que en los pueblos se llamaban “colmados” y también “de
ultramarinos” y que en Topares era simplemente “LA TIENDA”. La intención era
señalar que era un comercio donde había de todo, para todo lo que se
necesitara, desde ropa y calzado hasta ferretería o alimentación, eran los
grandes supermercados de entonces.
Entrabas por una puerta de madera y cristal a la sala. La parte
del público y la propia tienda estaba separado por un mostrador de madera que
rodeaba toda la habitación. Enfrente de lo que era la puerta el mostrador
estaba interrumpido para poder acceder de una parte a otra, esa parte tenía
como una puerta horizontal y otra vertical para poder hacerlo todo mostrador.
Tomando de partida esa parte del mostrador que se podía
abrir, a la derecha, encima del mismo estaban las cajas de galletas, pues
entonces casi todo era a granel, yo miraba especialmente las de coco. A la
izquierda estaba la parte principal de atención al público, con el papel de
estraza, la balanza, la caja registradora, el émbolo del aceite, las garrafas
de arroba del vino…
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Aparatos de las tiendas de otros tiempos. El café se vendía a granel, en las casas no había molinillo para moler, había que molerlo en la tienda. Doy fe de que aún funciona y de tanto en tanto lo utilizamos. El dispensador de aceite, es un émbolo que accionando la palanca que lleva al lado, hacia un lado succiona el aceite contenido en un recipiente, al darle al émbolo en sentido contrario, expulsa el aceite al exterior |
Era una tienda completa que, sin ser exacto, se venía a
dividir en tres partes. A la derecha de la entrada, telas de todas clases e
incluso alguna prenda de vestir. En casi todas las casas se cosía, además había
al menos dos mujeres que ejercían de modistas. El ambiente de la tienda ocupaba
mi tiempo en gran parte del día y disfrutaba viendo como cortaban la tela, todo
recto y con solo empujar la tijera,
Toda la parte frontal del mostrador estaba dedicado a la
alimentación, a la entrada al interior del mostrador las cajas de fruta, las
patatas, las grandes mantas de tocino, en los cajones los garbanzos, las
habichuelas, los cacahuetes…
A la izquierda de la entrada lo que se podía considerar la
ferretería, tornillos, púas, útiles para el campo, las linternas, las pilas de
la radio, alpargatas, resumiendo todo lo necesario para el desarrollo de la
vida diaria del pueblo.
Dos lugares más específicos y reservados, en el frente un
armario con sus puertas con cristales donde se guardaban perfumes y algunos
alimentos más delicados como chocolates o bombones. A la entrada a la izquierda
una vitrina de cristal donde se exponían los productos propios para regalar y
cuando se quería exponer algo especial, de la tienda o del pueblo.
A la izquierda del armario de cristal estaba la entrada para
la casa en la que había una habitación en que se guardaba también cosas de
alimentación, normalmente productos más delicados y que no se vendían
continuamente.
Ya entrando a la casa, a la derecha estaba la escalera, bien
empinada, que nos conducía a la bodega donde se guardaba grano, patatas, fruta,
vinos, todo aquellos factible de almacenar. También estaba donde se amasaba el
pan, pues en la tienda aparte de todo también tenía panadería.
En la calle Mayor, enfrente de la tienda, en la casa de la
Salud había otro almacén que olía a salazones y embutidos, especies y productos
de limpieza…
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Curiosidades de antaño. Cartilla de racionamiento que tenía cada familia y en ella estaba lo que podía comprar, según hubiera o no de alguna cosa. Dos tubos de colorantes para tintar telas y vestidos. Cuando se producía un luto era frecuente tintar los vestidos de negro para el luto |
A lo largo del día el movimiento en la misma era continuo y
en las tardes del otoño e invierno, al oscurecer a veces, a la entrada a la
derecha, en el mostrador de la ropa se formaban tertulias en las que se hablaba
del tiempo, de toros, de fútbol y a veces se insinuaban conversaciones de
política en las que se resaltaba lo bien que lo hacía el régimen, todo era perfecto.
Dentro de ese ambiente se creó una especie de club de amigos del ajedrez y se
hacían frecuentes partidas.
La tienda la llevaban mi tía Encarna y mi tío Dionisio, pero
la realidad es que el peso de la misma recaía en mi tío Cecilio y en Paco del
dependiente. También acudía, cuando no estaba en otras faenas Emilio García
Serrano.
Entre mi padre y su hermana Encarna había algo especial, así
la tienda y su casa era también como la mía. Me encantaba estar por allí y a
veces me dejaban “despachar” como se decía entonces. Una de mis mayores
ilusiones era trenzar el papel de estraza con garbanzos, cacahuetes con la perfección
con la que ellos lo hacían, cuando salía medio bien era el niño más feliz del
contorno. También hacer una cuenta en la caja registradora, aunque admiraba la
facilidad con la que sumaban ellos grandes cuentas en los mismos papeles de
estraza. Con todo eso, de tanto en tanto, sin abusar, me sentía en el derecho
de abrir la caja de las galletas de coco y comerme una.
Piensos en aquellos tiempos y a pesar de que ahora
disfrutemos de muchas cosas, los recuerdo como maravillosos, cualquier
insignificante detalle, cualquier pequeña cosa nos llenaba de ilusión y nos
hacía felices.