Pregón que he pronunciado con ocasión de las fiestas de verano en honor a la Virgen e las Nieves en Topares, agosto de 2018
Topares en los años 60, foto de la colección de D. Jesús Martínez |
Buenas noches paisanos, buenas
noches vecinos, buenas noches visitantes, hoy topareños todos, de raíz o de
convicción, en esencia
amigos.
El lunes
pasado, por la noche, cuando me recogía había un grupo de chavales en la
esquina de mi casa, entre Santa Lucía y la calle Mayor. Al momento de entrar y
escuchar sus risas y voces transparentes, tuve la tentación de volver a salir y
contarles a manera de cuento, que en otros tiempos esa calle Mayor, en las
cálidas noches veraniegas, se llenaba de gente paseando, familias enteras,
novios que a la vista de todos planeaban futuros dichosos, chavales jugando a
las cuatro esquinas, corros en la Plaza del Médico donde se contaban hazañas
pasadas o simplemente se hablaba de trillas y fanegas.
La cortedad
me impidió hacer lo que se dibujaba en mi mente, pero quedó la convicción de
que este seudo pregón debía empezar con esta anécdota.
Corren malos vientos para las zonas
rurales, por todo el territorio se constata la alarmante disminución de la
población del campo.
Nuestros pueblos se desertizan
de personas. Topares no es menos y parece, al revés, que con mayor gravedad.
Los que venimos a ratos nos impacta comprobar, cómo cada vez hay más calles
solitarias, más casas vacías.
Dietmar Roth nos apuntaba en
sus artículos veraniegos que en 1741 había, en el pueblo, 5 casas para 33
habitantes, en 1772, 20 casas para 75 personas y ya en 1810 llegaban a 41
familias con 134 vecinos. Así llegábamos a los años 40 del siglo pasado en el
que según Antº López, se alcanzaban los 1082 habitantes.
Ahora pienso en tanto esfuerzo,
en tanto sacrificio aportado para lograr el Topares soñado. Para que el pueblo,
en aquellos años 50 pudiera tener sus mil vecinos sobrados. Fueron luchadores
solitarios, sin ayuda institucional exterior, lo hicieron todo con sus manos y
su ilusión. Así, a base de trabajo, lograron transmitirnos un pueblo vivo y dinámico,
como lo cuenta Antonio: Topares es una aldea muy movida y activa. Un pueblo
alegre y de buena vecindad, unido y solidario, Un pueblo hospitalario.
Siempre nos hemos sentido
orgullosos de Topares, presiento que ahora nos llama, nos reclama con fuerza
para que no permitamos, impávidamente, su desaparición.
Tenemos que
tener la convicción de que todos somos necesarios. La verdad absoluta no
existe, ninguno poseemos la verdad total, pero juntos podemos intentarlo,
unamos nuestras pequeñas medias verdades para lograr un Topares con futuro, lleno de
esperanza.
Siempre nos
hemos tenido por una gran familia, en el seno de ellas a veces hay
desavenencias, pero una y otra vez el cariño entre sus miembros hace que
renazca la convivencia y el entendimiento. No podemos permitir que algunos
desencuentros nos bloqueen y nos impidan unir nuestras
fuerzas para preparar un mañana de ilusión.
No dejemos,
parafraseando a José M. Siles en su pregón, que Topares sea olvidado por
partida doble. Porque pareciese que ya no existe para los que mandan fuera y
olvidado para los de dentro porque ya pareciese que no había solución posible.
Reconozco
que ni remotamente tengo una solución para este desgaste progresivo, solo la
disposición a aportar, a trabajar en todo lo que se me solicite, porque no
podemos dejar que nuestra tierra, nuestros aromas, nuestras calles, nuestros
sentimientos, se pierdan en el recuerdo de la añoranza.
Repito que
no tengo soluciones, pero sí quiero apuntar algo que nos dijo José Antº Robles
en su pregón: “Sigamos luchando por los valores de nuestra cultura propia y el
mantenimiento de lo que nos identifica mejor como personas”.
Escuchemos
al gran poeta Antonio Machado, cuando en un maravilloso verso, nos dice: “Hoy
es siempre todavía”
Todas estas
palabras solo deben ser un prólogo a lo que ahora nos ocupa, nuestras fiestas
de verano. Después de una cosecha tan reparadora llenemos nuestras casas, nuestras
calles, nuestros espacios de alegría, una alegría compartida con todos los que
nos visitan, pues Topares siempre ha sido lugar de acogida, un rincón lleno de nobleza.
Todos juntos
disfrutemos de una radiante convivencia y a los que ya rayáis o superáis mi
edad os pido comprensión para nuestra juventud bullanguera.
Recordar
los tiempos en que las ristras de chorizos desaparecían misteriosamente de las
cámaras, de las gallinas extraviadas y nunca encontradas, las eternas serenatas
con magnetófonos vetustos o esas noches de verano en cualquier esquina o
baldosa llenas de risas y conversaciones. Sí, nosotros también fuimos jóvenes y
nos gustaba la diversión y el ruido. Ahora unámonos a nuestros jóvenes y
vivamos una fiesta con simpatía y entusiasmo.
Una persona
especial, me decía cuando nos encontrábamos aquí: “Fonfo, aquí no veo nada que
me resulte violento. Miro a mi alrededor y no encuentro a nadie que me quiera
hacer daño de forma intencionada…”
En ese
ambiente permanente de convivencia y hermandad os animo a disfrutar de estos
días estivales.
Topares amado
Ondas que te acarician
En el calor de la mañana
O en la brisa de la noche
Caminos abiertos al horizonte
En la línea de los campos madurados al sol,
Bañados de tanto en tanto,
Por el agua generosa de la lluvia.
Viajando, desde los fríos pardos y ocres invernales
a los verdes terciopelos de la primavera,
Para llevarnos llenos de ilusión,
hasta los dorados intensos del verano
Caminos que se diversifican a todas partes
Para que al regresar confluyan todos en una idea,
En una quimera: Topares
Dueño de nuestros sueños,
Cobijado en miles de corazones lejanos,
Siempre quedo, en la espera,
Aguardando a nuestro regreso
Para acogernos entre sus brazos
Y ofrecernos toda su pureza.
Acompañarme
en un grito único, unido. ¡¡VIVA TOPARES!!