A pesar de mi edad, en la que
muchos creen que ya no caben las ilusiones de los reyes, cuando llega la noche
del 5 de enero, mi espíritu se llena de magia, de quimeras con la llegada de
los magos. Los Reyes Magos son los únicos que tienen nombre propio y no
necesitan que los numeren para identificarlos.
Presagiando que ya no me toca que
me traigan regalos, nunca perderé la ilusión de que en algún momento alguien se
acuerde de mí y me sorprenda con el cariño de la generosidad. Los amigos, la
familia, el amor, siempre espero de su magnificencia.
Topares es diferente, todo se
desarrolla como si de una gran familia se tratase, y esta noche no es diferente,
Sus majestades llegan a pie, a través de las diferentes sendas del amor, se
reúnen ante todos y se entremezclan con los vecinos como uno más de esa gran
familia. Los infantes se acercan confiadamente, reciben muestras de afecto y
juntos, cogidos de la mano se dirigen a darles la bienvenida.
Y sí, en Topares también tenemos
Reyes Magos, no importa que sean solo 15 o 20 nenes y nenas, ellos también se
merecen vivir la ilusión inocente de esa noche, no reparando en mostrar delante
de todos la alegría de recibir aquello que esperan, incluso la decepción cuando
los magos no han sabido leer acertadamente su carta.
También los grandes miramos con
ojos ávidos, mostrando nuestra propia ilusión, participando de la ilusión de
los niños o añorando otras noches, a través de los tiempos, que hemos vivido
las mismas emociones.
Cuando las majestades marchan a
seguir su faena, nosotros continuamos reunidos gozando de la tertulia y
disfrutando los juegos y alegrías de nuestros pequeños vecinos.