domingo, 24 de septiembre de 2017

24 de septiembre

... Y otra vez llega el 24 de septiembre, estalla traicioneramente, como si de un explosivo olvidado se tratase, aquel destinado a las desgracias,
          Todo el año amagado, invisible, en una pérdida indeterminada, para que a eso de finales de agosto empiece a ronronear, sin que tú te des cuenta, sin que aparezca en la superficie, pero que intranquiliza tu ser y se dispone a actuar.
  Septiembre trae, distraídamente, resonancias de sus sonrisas, murmullos de sus silencios, cucamonas de sus caricias, presencias de sus voces.
          Septiembre amanece esplendoroso, en el horizonte las fiestas, la ilusión de días inolvidables, la esperanza de volver a saborear de ellas, para que poco a poco, su voz, su risa, su música, el recuerdo de un te quiero, la nostalgia de un mimo, me abstraigan, me dejen a merced de cualquier palabra, de cualquier imagen, para romper al final en el llanto más silencioso, más desconsolador.

          
        Así explota el 24, se apodera de mí y presenta el final de todas las ilusiones, para ocupar, solo ella, todo el espectro de mi recuerdo.
      Ella llena de vida, llena de amor, de pasión, ella seductora, colmada de fantasías, maravillosa, ella dueña de mi memoria.


           Mañana será otro día para recordar, para mantenerla viva, para sentir la alegría y la dicha de haberla conocido, de haber disfrutado de su amor, de haberla querido tanto, todo será mañana, pero hoy, 24 de septiembre, todo es dolor.


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