Las
celebraciones religiosas y la propia religiosidad de las personas, no son
comparables actualmente con lo que fueron en años más pretéritos, en los años
50 y 60.
La iglesia católica, sus prelados y autoridades,
apostaron muy fuerte por el bando de los vencedores en la guerra civil, por lo
que tuvieron gran poder e influencia en aquellos tiempos. Uno de los grandes
acontecimientos de su liturgia eran las procesiones, llenas de solemnidad e
importancia. Topares no era menos, adaptadas a las condiciones de pueblo
pequeño, adquirían gran ceremonial y se desarrollaban con orden y recato.
Las procesiones eran numerosas, aquí alguna a la llegada de un misionero |
La
procesión que hoy se celebra en agosto con la patrona no se realizaba, ésta
empezó en los años 80 con la aparición
de las fiestas de verano.
Quiero recordar, San Antón, San Isidro y, por encima
de las demás, la del Corpus. Además se hacía el rosario de la Aurora y las rogativas,
en los años de sequía. La procesión de las palmas, el domingo de Ramos; la del
Silencio, el Viernes Santo; y años más anteriores la de la Virgen de Fátima.
FIESTAS
Procesión de San Antón. Las ropas de los procesionarios nos da idea del frío. También se puede observar la sobriedad de la imagen |
Mi padre es el de la derecha, no muy aficionado a llevar santos, en esta ocasión ahí lo tenemos. |
Quizás
por el tiempo en que se desarrollaba, la de San Antón era, acaso la menos
esplendorosa, el frio, la nieve a veces, o la misma lluvia, provocaba que no
tuviera la lucidez que alcanzaba San Isidro o el Corpus. No obstante, la fiesta
era muy importante, en la que se culminaba, con la rifa, una de nuestras
tradiciones perdidas, del marrano de San
Antón. Después de criarse en nuestras calles, con su pequeño cascabel al cuello
que avisaba de su condición y ser alimentado por todos los vecinos, el día de
la fiesta era rifado con gran expectación. Daba lugar a muchas anécdotas y
chanzas, llegando incluso, a provocar disgustos entre vecinos y parejas. En
muchas familias se vivía con verdadera ilusión la posibilidad de que su papeleta
fuera la agraciada en el sorteo.
Procesión de San Isidro. En los primeros setenta, se segaba un poco de cebada verde y se le ponía al Santo, llamando a la buena cosecha |
La procesión de San Isidro en el momento de bendecir los campos |
La procesión en los años que se construía la gasolinera |
San
Isidro respiraba primavera, sol y buen tiempo, sobre todo si el año se esperaba fructífero, adquiría la
pompa de día grande de fiesta. Desde media mañana la plaza de la iglesia se
llenaba de gente, topareños y venidos de todas las cortijadas de alrededor, se
lanzaban algunos cohetes anunciando la inminente salida del santo. Todos con
las mejores ropas y aprovechando el momento para hablar, unos y otros, de la
cosecha, de la familia y de todo lo que
se terciara en el momento. El recorrido
se hacía desde la iglesia hasta lo que era la era de Rafael de la Mª Josefa, al lado de la gasolinera.
Perfectamente ordenada, la iniciaban los niños tras los cuales formaban la fila
las mujeres y al final los hombres, el santo caminaba al inicio de la procesión
de los hombres y subconscientemente se consideraba un signo de distinción cuanto más cerca fuera uno del
santo y del sacerdote. La presidía éste acompañado de Germán, el sacristán, encargado de iniciar las canciones que se entonaban
en la misma, les asistían también algunos hombres portando faroles de velas. La
entrada del santo era un acontecimiento, los agricultores más potentados se
disputaban el honor de portar las andas, pues entonces era un signo de progreso
y generosidad el entrar con el santo en
la iglesia. La imagen de Santa Toribia no existía y eran solo las cuatro varas
de San Isidro, con lo que estas estaban muy solicitadas, y además de acuerdo a
la sociedad del momento, estaban reservadas solo a los hombres.
Procesión del Corpus. Todos los hombres detrás del cura |
Pero
la procesión de más suntuosidad era sin duda la del Corpus, se engalanaban
mesas en las calles con mucho esmero, se ponían colchas en balcones y ventanas,
en todo el recorrido, no solo en donde había mesas y se desarrollaba con mucho
orden y silencio. Mi abuelo Vidal, Ambrosio y alguno más siempre iban por medio
de la fila observando que éstas fueran ordenadas, en silencio, y si dado el
caso, llamaban la atención a alguien, éste se veía señalado delante de los demás. Si cualquiera estaba
fuera de la procesión, al pasar la Custodia,
se tenía que destocar y hacer una genuflexión hasta que pasara el sacerdote,
que la presidía, nuevamente ayudado por Germán y con los candelabros llevados
por hombres. Los palos del palio eran llevados por hermanos de la Adoración
Nocturna, aquellos que más influencia tenían y de nuevo constituía un signo de
prestigio dentro de la estructura social del pueblo.
Los hermanos de la Adoración Nocturna en una visita del Obispo a Topares |
Germán
era el encargado de los cantos, hacía las estrofas importantes siendo
contestado o acompañado en los mismos, sobre todo, por las mujeres, pocos
hombres participaban de los mismos, la procesión se cerraba con un grupo de
hombres que al estar más alejados del sacerdote se permitían pequeñas
conversaciones e iban mucho más relajados en el desfile.
Que
recuerde ponían mesa en el recorrido, Pepa de Honorato, Quiteria de Fernando,
Digna de Fidel, Isabel de Carmelo, Pepa y Victorina, que siempre eran las más
observadas, pues sacaban ropas y utensilios muy antiguos; en la plaza del
médico otra, que muchos años puso mi tía Anica; mi tía Encarna de Dionisio y nuevamente Pepa
del estanco que la volvía al lado de la calle Mayor.
Don Pascual Arias, terrateniente
importante de la época, compró una
imagen con la advocación de la Virgen de Fátima, la llevó antes de dejarla aquí, por pueblos de los alrededores y cuando la
trajeron la dejaron en “La Casa Guino”,
el día señalado, fue traída hasta el pueblo en procesión, portándola a
hombros, durante el trayecto, le cantaban una canción mariana y, arreglando una de las estrofas decían:
De
casa de Guino
por
estos lugares
la
Virgen María
llega a Topares
La noche antes del día de Fátima
se celebraba una vigilia, pasaban toda
la vela en la iglesia, a las 7 de la mañana, decían la misa y sacaban la
procesión. Después de Don Felipe se dejó de hacer la vigilia y se sacaba en el
Rosario de la Aurora. Después del mismo,
Eleuterio, como encargado de los Barrancos,
propiedad de Don Pascual, ofrecía un chocolate a los asistentes al rosario.
SEMANA SANTA.-
El
domingo de Ramos se celebraba la procesión de las palmas. Entonces no se traían
ramas de olivo. Los pudientes compraban las palmas que traían los mayordomos y,
los demás, no llevaban nada o a veces, se repartían hojas, sobre todo los
chiquillos gustábamos de portar nuestra hoja de la palma. La tradición decía
que ese día tenías que estrenar alguna prenda de tu vestimenta, pues si no, se
te caía la mano. Después de la procesión con las hojas se hacían “lagartos y
piñas”. Los más pequeños con cuatro hojas de la palma, confeccionábamos,
tejiéndolas, las piñas y los mayores nos
hacían “lagartos”. Un trenzado redondo que quedaba hueco, el inicio era la boca
del bicho y, al ser la hoja flexible, cuando introducías un dedo en la boca, al
tirar desde el rabo, el trenzado apretaba cada vez más al dedo. Nosotros,
infantes aquellos años, cuando se acercaba la Semana Santa, soñábamos con estas
figuras y durante toda la semana era un motivo más de juego y entretenimiento.
El Viernes Santo por la noche se
hacía el Via Crucis, que llamaban la Procesión del Silencio. Se apagaban las
luces del pueblo, que tampoco eran muchas, se sacaba al Nazareno y a la Virgen,
por separado, realizándose el encuentro encima del Caño. La gente portaba velas
encendidas, se rezaban las estaciones del Vía Crucis y se guardaba un absoluto
silencio. Los balcones y ventanas también se cubrían con colchas como en el
Corpus.
En
los años de sequía se hacían rogativas. La procesión se realizaba al Cerro de
la Cruz, durante el trayecto se rezaban
oraciones invocando la llegada de la lluvia. Si ésta aparecía se atribuía a la
acción de la oración, si no caía era como un castigo por el mal comportamiento
religioso de los feligreses.
En esos tiempos casi nadie se
hacía preguntas, grandes y pequeños, terratenientes y jornaleros, hombres y
mujeres, todos aceptaban las normas, nadie quería señalarse y se ajustaban a
las condiciones que desde las autoridades eclesiásticas y la práctica de las
buenas costumbres se establecían.
Consideremos también que
actualmente cualquier momento es bueno para una fiesta, religiosa o no, incluso
en las de carácter religioso puede tener mayor peso la parte lúdica que el acto
religioso. En los tiempos de los que hablamos no había fiesta que no fuera
religiosa y, en los pueblos pequeños, solo eran los actos religiosos, como
vemos en este programa de 1952. Eran de los pocos momentos que se rompían las
rutinas del campo, por ello, se vivían con alegría y entusiasmo, aunque la
fiesta solo fuera la procesión y el juntarse mucha gente para hablar un rato,
sin nada de verbenas, ni ferias de mediodía, ni ruidos y diversiones como las
actuales.
Programa de fiestas de 1952, en él podemos ver la importancia de los actos religiosos dentro de los ciclos festivos de aquellos entonces. |
Me ha gustado ver tu pueblo en estos años, Alfons. Lo veo en una lejanía increíble. No te lo puedes imaginar. Como diría Serrat, refiriéndose a un pueblo blanco decía que bajo un cielo que a fuerza de no ver nunca el mar, se olvidó de llorar. Así lo veo. Por estos años que nos enseñas yo tendría 8 o 9 años, pero recuerdo perfectamente las procesiones, que, por supuesto no eran tantas, ni eran de esta manera. Topares, como otros muchos lugares supongo que siempre era el hombre de la casa, el guardia civil, el cura y el alcalde quien decidía hasta en las cosas que perfectamente podría compartir con una mujer. Claro que yo hablo de Barcelona, como podría ser Valencia o Madrid. Si Alfons, me ha gustado la diferencia de lugares, y si quieres que te diga la verdad se echan de menos, no solo los lugares donde se hacían las procesiones, también a San Isidro, y la era de Rafael de la Mª Josefa.
ResponderEliminarUna abraçada!