Desde ayer, sábado 22 de septiembre,
Adrián ha iniciado su estancia es Polonia, ha volado de este nido buscando
construir su propio mundo, compartir experiencias junto a la persona que ha
elegido. Marcha ilusionado para vivir un nuevo amanecer, compartir su vida, sus
avatares, sus ilusiones, incluso también sus frustraciones, junto a su
compañera Mª José.
Yo
quedo aquí, entre la Alpujarra y Topares, verdad que solo, rodeado únicamente
de mi propia soledad, pero no puedo dejar que se apodere de mi la tristeza, no
tengo derecho a contemplar su marcha desde la melancolía. Para curarme solo
tengo que recordar la ilusión, la
quimera, con la que inicie mi vuelo personal, cuando marché a ejercer de
maestro en Balsareny. Cuando viajaba, aquella lejana noche de 1979 hacia
Barcelona, mi cabeza se llenaba de proyectos, de esperanzas, de futuros, de
vida sin ataduras, de fabricar mis propias ilusiones, de crear mis propias
expectativas, en fin de abrir mi propio camino. Invocando aquellas sensaciones
espanto la congoja que me produce su alejamiento. Pienso en aquellos, mis 25
años, llenos de esperanza y vitalidad y, tengo que respetarle, aprobarle su voluntad, a crearse a sí mismo,
a vivir por sí mismo, a ilusionarse en sí mismo.
Pero
no puedo evitar que esta alegría sea entristecida, mi gran apoyo actual se
aleja, la total soledad me atrapa y me encadena al silencio de mis lágrimas.
Mis satisfacciones se fabrican en su bienestar, comprobando su dicha y
felicidad, contemplando como su formación se va completando. Viendo como la
relación con Mª José va deviniendo en un proyecto de futuro, de amor. Juntos,
correspondiendo en delicadeza y sensibilidad, alzarán una vida de ventura, de
júbilo y harán que mis lágrimas sean de primavera, de entusiasmo, de fiesta.
Que el amor y la pasión se instale en sus corazones.
Encantado, con el portugués no me defiendo mucho, pero iremos avanzando
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