martes, 14 de agosto de 2012

Carta a Rosario


Querida  Rosario:
                               Han acabado las fiestas de verano. En estos días pasados, el pueblo se ha llenado de alegría, por sus calles han paseado individuos, unos de aquí, otros que han regresado al pueblo después de varios años de ausencia, visitantes, invitados o curiosos. El caso es que en estos días el pueblo se ha poblado de voluntades. Pero todos estos seres, en momentos se convertían en nada, pues entre ellos no estabas tú.
                Todo empezó el jueves con la fiesta ibicenca. Sí, me puse de blanco, era mi homenaje a ti, seguro que te agradaría verme así, en algo organizado por el pueblo tenía que participar, como tú lo habrías hecho, como tú lo hubieras querido. Concurrió mucha gente, muchas ganas de reír, mucha alegría, en mí, mucha nostalgia, añoranza, recordando como el año pasado participábamos del mismo júbilo, cuando la ilusión de estar juntos conquistaba toda  nuestra naturaleza.
                Qué orgullosa te hubieras sentido la noche de la presentación de la Revista Velezana, el acogimiento que tuve por todos, el reconocimiento y la gratitud expresada por la mayoría. El baile, la música, el pueblo en su esencia, disfrutando, participando, compartiendo, todos unidos en una misma idea, Topares.
Durante mi intervención en la presentación de la Revista Velezana

                La noche de las migas, esa reunión alrededor del fuego purificador. Amigos, familiares, conocidos, en comunicaciones paralelas, cruzadas, pero todas unidas por unos lazos que traspasan la sangre, que va más allá de las relaciones directas, para convertirse en afinidades promovidas  por la luz, el aire, el espíritu de este lugar sencillo, amable, acogedor, esa aureola resplandeciente que nos envuelve y se llama Topares.
                Esa magia de las migas desaparece cuando deambulo, yerro entre las sartenes al fuego, buscando a mi amada. Trato de descubrir, de adivinar tu presencia y me encuentro con el más horrible de los silencios, con el más espantoso de los vacios. Busco tus huellas, tus pisadas, tu aroma, tu voz, tu sonrisa y la frialdad de la noche calurosa me responde con tu ausencia, tu mutismo, La insolencia de tu partida, el desvanecido de tu imagen, el más imponente de tus silencios, la pérdida de tu fragancia, todo me sume en la tristeza más pavorosa. Siento envidia por la alegría de los demás, y me sorprende  que puedan tener motivos para tanto júbilo y me encoleriza mi amargura que me sucumbe en la obscuridad de la muerte.

Un año antes la música bullía en tu cuerpo, tu alegría
inundaba el recinto, tu sonrisa nos contagiaba a todos


                Han acabado las fiestas y solo me queda el recuerdo de otros años en que tu alegría me electrizaba, me hacía disfrutar de cada minuto de las mismas. Mi existencia se convertía en una montaña rusa de emociones y sentimientos, de deseo y enamoramiento- ¿Cómo podías darme tana  felicidad?, ¿Cómo podías contagiar tanta euforia?, ¿Cómo podías gozar de tanta vida?, ¿Cómo podías llenar tu universo de tanta ilusión?.
                Rosario amada, las fiestas han terminado, pero para mí la fiesta es tu recuerdo, la memoria de tu amor, de tu deseo, de tu pasión, la estampa de tu figura, el canto de tu voz, la evocación de tus palabras, la añoranza de  tu aroma, la polifonía de tu sonrisa. Rosario deseada, mi fiesta, mi vida, mi sonrisa, eres solamente tú.

Fonfo








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