Dentro
de los juegos, dos de los más importantes y qué, cuando nos juntábamos casi
todos los niños y mozalbetes del pueblo era lo máximo, eran el fútbol y la
guerra.
Estábamos
un grupo de 8 o 10 muchachos en el que el fútbol era prácticamente diario,
todas las tardes, aunque solo estuviéramos tres o cuatro nos acercábamos a las
eras, sobre todo la de Rafael de la María Josefa y en la que había por encima
de la gasolinera pasando allí una y otra tarde. En el momento en que
estuviéramos tres o cuatro para cada equipo ya teníamos montado un partido.
Jugábamos con toda nuestra intensidad, no nos gustaba perder, más de una tarde
acababa en maraña, pero eso sí a los cinco minutos estaba todo olvidado.
Los cuatro o cinco abonados a “combinar”,
tratábamos de emocionarnos jugando a ser jugadores famosos. Empezaré por mí
mismo. Nunca he sido atlético, la condición física no ha sido mi fuerte, pero
todos los deportes se me han dado bien, yo creo que es algo frecuente en los
que hemos estudiado internos en colegios, ante tantas horas de patio no había
muchas más salidas que los deportes. Se
me daba muy bien el tenis de mesa, también simplemente el tenis, para el
baloncesto era un base aceptable para la época y hablando del fútbol tenía un
buen toque de balón y visión del juego. No me gustaba la defensa y jugaba de
medio adelantado, también a veces de portero y paraba bastante. Pero eso de
entrar fuerte o de que me entraran a mí con fuerza, nada de nada, no entraba al
choque y siempre quitaba la pierna, De regatear poco y mi alías era, nada más y
nada menos que Distéfano.
Pedro
Pérez-Hita, aunque un poco menor que nosotros, también era de los permanentes
en las tardes futbolísticas, adolecía de lo mismo que yo, fuerza y dureza.
Tenía muy buen toque y te podía dejar sentado en un palmo de terreno, jugaba
muy bien, para nosotros era Pelé.
El jefe
de todo el plantel era el Pedrito de la casa Ortega, con todo el cariño del
mundo para todos nosotros “Veneno”, muy por encima de los demás en toque, en
fuerza, en colocación, en el juego, quizás si entonces se hubiera entendido eso
de que para alcanzar los sueños hace falta, por parte de muchos, sacrificio,
podría haber llegado a jugar en algún equipo, al menos de segunda. No le tenía
miedo a ninguna entrada ni lance del juego y que no te hiciera ninguna a ti,
pues te acordarías unas cuantas tardes. Él no necesitaba alías, pero siempre lo
relacionábamos con algún jugador como Asensi, de mucha fuerza y pulmones.
También
se acercaba a jugar con nosotros Ricardo, que ya empezaba a mostrar la escasez
de pelo en la cabeza, desarrollaba un correr cansino y era como el padre de
todos. En Inglaterra había un jugador mítico, Bobby Charlton, uno de los que
salvaron la vida en el accidente de avión del Manchester United en 1956, jugó
hasta bastante mayor y tenía una clase magnífica, para nosotros Bobby Charlton
era Ricardo.
Pero
había días importantes en que nos juntábamos bastantes para jugar al fútbol y
entonces nos íbamos al campo de verdad: al “prao”. Los jóvenes de ahora no
habéis llegado a verlo como prado, era el campo de fútbol del pueblo, incluso
cuando en Topares tenía su equipo de fútbol. Tenía sus porterías y en esa
hierba fresca dejábamos correr nuestras piernas y nuestra imaginación, que nos
llevaba a pensar que en ese momento corríamos la banda del Santiago Bernabeu o
del Nou Camp, para nosotros era un campo de hierba como los de verdad. Allí
corrimos, nos caímos, nos pusimos la zancadilla, nos lanzábamos de porteros
buscando una gran parada, nos sentimos famosos, nos alegramos, lloramos la
derrota, nos peleamos, nos perdonábamos. Era nuestro campo y como pequeños no
entendíamos las cosas de los mayores, que aquello no era nuestro, que aquello
tampoco era del pueblo, que el prado tenía sus dueños.
Cuando
el desarrollo de la maquinaria lo hizo posible, sus legítimos dueños hicieron
una zanja a lo largo de todo el prado para que recogiera las aguas que le
llegaban y se pudiera sembrar. Así, tristemente, un día nos encontramos que
nuestro amado campo de fútbol estaba labrado y, amargamente, descubrimos que
nuestro particular estadio no era nuestro, ni del pueblo. Aquel día murió
nuestro sueño de llegar a ser Gento, Kubala, Pirri, Pelé, Beckenbauer, Amancio,
Asensi, Marcial, Gallego, Puskas…
Recuerdo
con especial cariño un domingo de esos de jugar en el “prao”, éramos un montón
y fue un partido de aquellos de campeonato, recién colocadas porterías nuevas,
tres palos, uno de los sueños era tener unas redes, nunca se cumplió. Fue un
gran partido, acabamos todavía con sol y nos subimos para el pueblo, igual para
ir a la misa de la tarde. Al llegar al salón nos lo encontramos lleno, a tope,
daban la final de la Copa de Europa de Naciones, aquella que ganaron por 2 a 1
a Rusia, con el gol mítico de Marcelino, además marcado a uno de nuestros ídolos de entonces, Yasin, el portero ruso. Ninguno se cabreó, ni mostró especial
entusiasmo, para nosotros el partido importante y decisivo era el que habíamos
terminado de jugar en el “PRAO”.
Ya sabes que a mí el fútbol ni fu ni fa, pero ha sido una buena lectura de recuerdos, los de tu infancia.
ResponderEliminarHe mirado las fotos atentamente, pero no te he reconocido en ninguna. ;)
Feliz semana, Alfonso!
Aferradetes.
Gracias Sa Lluna. No aparezco en ninguna de ellas, me correspondía estar en la tercera pero creo que ya estaba estudiando en Murcia y no pude estar en el pueblo. En esa foto el que está con el niños y el del centro amagado, son con los que me juntaba todos los días para jugar un rato.
EliminarEn la primera, la de los niños, es de 1932 y se encuentra mi padre y en la segunda también, el que está de traje, era una especie de delegado del equipo.
Bessets Paula.
Caramba cuantos mozos en tu pueblo jugando al futbol...Me gustan las fotos, ver como cambian con el tiempo, sobretodo la primera, con esta cara de xavales traviesos! Lastima que como dice Sa Lluna, no sabemos quien eres tu!
ResponderEliminarSabes una cosa, en la primera foto no huviese desentonado nada, pues de pequeñas jugaba al futbol en la calle, con los muchachos y era bastante buena...
Ves, a la guerra nunca me apunté, he, he!
Buenas noches, Alfonso.
Gracias M. Roser. En aquellos lejanos años, el fútbol y la guerra eran juegos de los niños, estos niños que aparecen en la foto son de 1932, un maestro seguidor de la Institución Libre de Enseñanza, llegó al pueblo y trabajó estupendamente con ellos. Hace tiempo ya le dediqué un reportaje en este mismo blog, http://toparessiempre.blogspot.com.es/2011/12/d-miguel-el-maestro.html
ResponderEliminarEra maestro de mi padre que aparece en la foto,mi padre, el segundo por la derecha arriba con una cara muy risueña. Como le decía a Sa Lluna yo no aparezco en ninguna, pues si no había vacaciones no estaba por el pueblo.
Bona nit M. Roser
Temps i llocs entranyables quan els prats portaven un nom d'algú del poble, normalment el propietari, els camps també, i en la geografia propera es podia conèixer cada habitant.
ResponderEliminarAra tot és despersonalitzat, potser massa gran i a vegades ens hi podem perdre.
Olga X.
Gracias Olga. Los que pasamos ya de cierta edad, es verdad, que añoramos con frecuencias otros tiempos donde la socialización entre las personas era mayor, cuando cada persona y cada lugar tenían un nombre concreto, sobre todo en pueblos y pequeñas ciudades. Pero también creo que hemos tenido suerte con la época que nos ha tocado vivir y que vivimos, pues hemos conocido los dos mundos, el de antes y éste mucho más despersonalizado, creo que casi todos nos quedamos con el que hemos vivido en nuestra infancia y juventud.
EliminarBona nit Olga.