jueves, 21 de febrero de 2013

Música en el Aben-Humeya


Válor pasa por ser la cuna del último caudillo nazarí que encabezó la rebelión de los moriscos de Granada, Aben Humeya, nombre que tomó al capitanear la revuelta. Anteriormente,  en la Granada cristiana,  era conocido por Don Fernando de Córdoba y Válor, caballero veinticuatro de la ciudad, que correspondería a los actuales concejales. Por eso en el pueblo, grupos y asociaciones llevan su nombre. También lo es el de un bar-restaurante. En él, algunas noches de sábado organizan veladas musicales, como el pasado 9 de febrero, función de auténtico sonido inglés con Mateo y Marnie.
                Mateo, callado y silencioso, de su guitarra diáfana y transparente, sus manos sacan los acordes más dulces de la guitarra eléctrica más tradicional. El punteo, sus ritmos, nos llegan en el son más limpio, envolviéndonos en un aire cálido de armonías y cadencias.
                Marnie, a través de su voz sugerente, amiga, nos ofrece todo un abanico de matices, de amplitudes musicales. Su canto roquero nos acerca al mundo de los Rolling, aunque, es en las viejas canciones del  folk donde su expresión nos cautiva más. Nos susurra eternas baladas que nos hacen sentirnos transportados a un mundo de ilusiones mágicas.
                En mi mente Rosario, su entrega a la música,  y ese aire familiar, agradable, afectuoso que siempre nos proporcionaba el Aben Humeya, me transitan a otras  noches, ¡tantas!, de amor y felicidad pasadas en el mismo lugar.
                Al frente del negocio Sole, ayudada por sus hijos y, que siempre nos ha ofrecido cariño y afecto, haciéndonos considerar su casa como también la nuestra. Aben Humeya, bar al que siempre hemos considerado lugar de encuentro de culturas, en el que nadie puede sentirse extranjero, en el que todo el mundo tiene su sitio. Así, esta noche, también ha sido un concurrencia de idiomas, de sentimientos, todos juntos sin importar raza, sexo o religión, todos disfrutando del mundo mágico de la música.

2 comentarios:

  1. Veo en la Wikipedia que Aben Humeya nació cristiano y –como bien dices- fue noble castellano y tuvo cargos municipales en Válor. Pero llegó el Edicto de 1567, de Felipe II, que prohibía el uso de las lenguas árabe y bereber, los vestidos, usos y costumbres musulmanes (incluidos los nombres propios de las personas, que por decreto debían castellanizarse), y forzaba a bautizar como católicos a los hijos de quienes profesaban la religión musulmana. Un genocidio, esa imposición estatal que atentaba contra la identidad de un colectivo enorme, imponiéndoles por la fuerza otra que les era ajena… Me recuerda una vieja canción de Raimon: “Te das cuenta, amigo, de que hace muchos años que nos esconden la historia: nos dicen que no tenemos, que la nuestra es la de ellos”. Pues eso mismo.

    El infausto Edicto provocó la insurrección de los moriscos, y Aben Humeya (quien, según veo, instauró una especie de Juegos Olímpicos) se puso al frente de la resistencia, abjuró del cristianismo y luchó al lado de los suyos, como es debido. Al parecer murió asesinado a traición por alguien de su entorno, sin duda comprado. Como Viriato o el General Prim, y tantos otros que “iban contra corriente”. La insurrección fue sofocada, pero el conflicto siguió, hasta que en 1609 los moriscos fueron expulsados de la Península. Es lo que quería Felipe II: homogeneizar sus reinos, eliminar las diversidades, imponer su pensamiento único centralista y ultracatólico. Así nos fue.

    Hoy el caudillo de Válor da nombre a asociaciones culturales y establecimientos de hotelería. Bien por la música y el teatro, y por el arte en general, pues el arte hermana los espíritus por encima de las diferencias ideológicas. O debería hacerlo. No olvidemos tampoco que el arte lo realizan personas, y los humanos somos como somos. Si todos fueran como tú, Alfonso, la sociedad sería una balsa de aceite, toda bondad y humanismo.

    Pero el hombre es capaz de destrozar las cosas más hermosas. Hay de todo en la viña del señor… Me viene ahora a la cabeza una película de mis años mozos (creo que era ‘Muerte en Roma’, con Mastroianni y Burton), donde mientras los nazis asesinaban a una multitud inocente en las Fosas Ardeatinas, un oficial alemán deleitaba a sus comensales cantando ‘Una furtiva lacrima’ con una emotiva sensibilidad… El contraste en el film era asistir a una masacre de gente indefensa con la música de fondo de Donizetti… El arte, sí, pero por encima de todo las personas.

    Un abrazo, Alfonso. Continúa trabajando. “Indesinenter”, sin desfallecer, que decía Espriu, cuyo centenario celebramos este año.

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    Respuestas
    1. Ramon, la figura de Aben Humeya es muy controvertida, y puede que tenga más de leyenda que de realidad.
      Su historia nos llega a través de Mármol, Hurtado de Mendoza y Pérez de Hita. Julio Caro Baroja escribió un libro, “Los moriscos del reino de Granada”, fundamentado principalmente en estos autores, que tratan al personaje según su mayor o menor animadversión. También Pedro Antonio de Alarcón en su libro “La Alpujarra” desarrolla su viaje por la misma haciendo un paralelismo con la vida de Aben Humeya al frente de la rebelión.
      Su leyenda se hace más fuerte a partir del romanticismo, incluso Francisco Martínez de la Rosa escribe una obra de teatro titulada “Aben Humeya”.
      Los románticos franceses vienen a la Alpujarra buscando sensaciones fuertes, casi se diría que su máxima ilusión era que los atacaran “los monfíes”. Éstos eran, para unos, una especie de “maquis” moriscos, que habían estado hostigando a las fuerzas cristianas desde que las autoridades castellanas habían ido recortando sus derechos. Para otros eran simples bandoleros de la sierra que atacaban al que se pusiera por delante.
      Aben Humeya, según los referidos autores fue nombrado caudillo por venir en línea directa del linaje del profeta. Así fue coronado rey en Narila (Cádiar) a la sombra de un gran olivo. Parece ser, era un auténtico señorito, más aficionado a las zambras, las fiestas y vividor de la noche, que a las batallas y demás milongas. De hecho, el peso de la refriega lo lleva su tío El Zaguer y, valedor suyo y, Aben Farag, líder de los monfíes.
      La preparación de su muerte y autoría se atribuye a su cuñado Aben Aboo, harto de que no se ocupara de los asuntos de la guerra e ignorara a su legítima. A su vez Aben Aboo murió de forma trágica.
      Por último, con la definitiva expulsión de los moriscos, muchos huyeron al Levante, entre ellos algunos o bastantes Valoris. Así el apellido Válor se conserva en el Levante y Catalunya. No hace muchos años nos visitó una señora que venía de Barcelona y que se apellidaba Válor, ella aseguraba que era descendiente de los Valorís de Fernando de Córdoba y Válor.

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