En
tiempos pretéritos, cuando estábamos bajo las férreas botas de la dictadura,
decíamos que el fútbol era utilizado
“como el opio del pueblo”. Todo tipo de grandes acontecimientos y gestas
deportivas eran manipulados para ocultar la realidad del país y servían de
propaganda para hacernos creer en la bonanza del sistema.
Días pasados, observando los
finales de liga de las distintas competiciones europeas me he acordado de
aquellos tiempos. Las celebraciones, en
todas partes, han sido desbordantes y exageradas. Pero lo que me llama la
atención es que no solo ha sido por la consecución de algún título importante,
liga, champions…, sino que cualquier equipo que haya alcanzado, por mínimo y
frustrante que haya sido, un objetivo, lo ha festejado como si de un campeonato
mundial se tratase. El que ha salvado su categoría, el que no ha descendido
directamente y ha alcanzado la promoción, el que ha conseguido un puesto
europeo. No importa que la meta alcanzada estuviera muy por debajo de sus
posibilidades, todos han vitoreado la gesta como si de una gran hazaña se
tratara. Y así ha sido no solo en España, también en Alemania, Francia, Italia
o Inglaterra, por nombrar los más importantes. Todos han honrado la victoria
con extravagancia y desmesura.
Ahora surgen las preguntas, ¿no
estaremos en Europa en una nueva dictadura?
Que además, tendría el agravante
de producirse, supuestamente, bajo el paraguas de las democracias, en el
continente del bienestar social, de la estabilidad social políticamente cuasi
perfecta. ¿No será que necesitamos esta comunidad local, provincial, nacional,
porque no hay otros proyectos sociales que nos unan?¿No será que las alegrías
que nos proporcionan las gestas deportivas, son las únicas que tenemos para
alegrarnos el corazón?.
Cada vez más voces están dando
ya la respuesta en el sentido que nos encontramos inmersos en una nueva guerra
mundial, igual sin bombas pero no menos letal. De nuevo unos pocos intentan
dominar y avasallar a otros muchos y en este caso, además, sin poder ponerle la cara a los tiranos. Hablamos de la
dominación de los mercados, pero ¿quiénes son?, ¿dónde están? Nos destruyen la comprensión, la solidaridad,
el compañerismo, la democracia abierta. Solo podemos dar saltos de alegría
cuando nuestro equipo gana o no desciende.
Tengo la sensación que la falta
de tanta sensibilidad, de afabilidad, nos hace que todo aquello que celebramos
lo tengamos que hacer de forma desmedida. Cualquier manifestación de nuestros
sentimientos tiene que ser grandilocuente: el fervor deportivo, religioso, la
forma de divertirnos, las actividades de alto riesgo. Todo lo llevamos a cabo
como si del último acto de nuestra vida fuera. Actualmente no se concibe
ninguna expresión de ánimo y júbilo sino se hace de forma desvergonzada, descomedida,
exorbitante. La discreción, la sencillez están fuera de lugar. Lo estruendoso,
desmesurado, grandilocuente domina la sociedad.
Así la cuestión, de una forma u
otra, es demostrar que nosotros somos más, que lo nuestro es más importante, no
ya, por la calidad del acto o lo conseguido, sino por ser nosotros mismos
No hay comentarios:
Publicar un comentario