Rosario en el jardín de Fondón |
Rosario el día nuestra boda |
Los que habéis estado cerca de ella sabéis que es muy difícil de olvidar. Sus maneras no dejaban a nadie indiferente. Su constante predisposición a ponerse en marcha, siempre preparada para la risa, a su lado era complicado permanecer en la tristeza. Cuando se percataba, y os aseguro que tenía un especial sentido para percibir los estados de ánimo de los que la rodeaban, cuando notaba la tristeza en alguien no paraba hasta sacarle una sonrisa, y si eso era imposible, se disponía a escucharte, entonces tenías la sensación de que en ese momento tú eras lo único importante, lo hacía pacientemente, transmitiéndote paz y tranquilidad, ante la cuál, tú te dejabas ir. Poco a poco te llevaba a un estado de bienestar, sin alardes, sin reproches, con su atención y delicadeza te encaminaba hacía lo positivo y esa tristeza se iba transformando en sosiego y serenidad.
Rosario con Adrián, disfrutando los dos de su infancia |
Era de extrema sensibilidad, me ha tocado vivir rodeado de personas de esa condición. Tanto Adrián como ella poseen una delicadeza especial, no solo en lo artístico, si no, sobre todo, en el trato con las personas. Difícilmente hacía algo que supiera de antemano que iba a molestar. Casi imposible que conscientemente avasallara, tomara protagonismo haciendo a otros más pequeños, se diera importancia en lo que ella hiciera menospreciando el trabajo de los demás.
Sufría y se alegraba con el sufrimiento y las alegrías de los demás. Su dolor no tenía importancia, lo padecía en el silencio, para ella sola, para evitar traspasárselo a los suyos, sin quejarse, mostrando a pesar de todo su cara más risueña, como si en ella no hubiera penas.
Los amigos y amigas estaban por encima de todo, los necesitaba, no podía vivir sin ellos y les ofrecía fidelidad y amor. Cualquier desencuentro le ocasionaba dolor y entonces lloraba, se entristecía y quedaba tocada. Lo que no conseguía su dolor físico, lo obtenía el sentirse olvidada, defraudada por la acción de un amig@. Se venía abajo, se marchitaba, y no volaba hasta que otra mano amiga le hacía ver su importancia, su grandeza. Se sentía orgullosa de sus amig@s, sin pedirles grandes cosas, solo que cuando se encontraran, cuando hablaran, sintieran el cariño, se protegieran, sintieran la confianza y el afecto entre ellos.
Las sensaciones con su pérdida varían en momentos- A veces te invaden los recuerdos, recuerdos de vida, de ilusión, de plenitud por el camino que has recorrido junto a ella. Te llenas de su imagen, de sus risas, de sus fragancias. Así te da vida, te sientes afortunado de haber sido elegido, de haber vivido para ella, de haber intentado su felicidad, buscas su presencia, cualquier objeto que te acerque a ella, cualquier lugar impregnado de su esencia.
Pero también en más momentos de los que te gustaría, acude la percepción de muerte, de la pérdida más absoluta, de la frialdad de la piedra, del más definitivo de los silencios. En tu mente puedes montar las mejores alucinaciones, pero se ha ido, ha desaparecido, te has quedado vano, aquello que ha llenado tu vida durante tanto tiempo ya no existe, ya no llama, ni te acaricia, ni te susurra, ni te hace sentirte importante ni mojigato. Te abandona y te deja solo, desvalido en la vida. Esos momentos duran y duran y ennegrecen tu hoy, tu mañana. Te llenan de dolor, de desaliento, te abaten y te postran en un estado de agotamiento, de indolencia.
Tuyo siempre. Fonfo.
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