Siempre me hubiera gustado que personas mayores hubieran dejado escritos de cómo era la vida en Topares a principios de siglo XX, por eso trato con estos escritos que aquellos que después estén interesados en la vida del pueblo en los años sesenta puedan tener una referencia.
En esta ocasión y aprovechando la época escribo sobre la semana santa en aquellos años, que tenía su cosa. Todo empezaba con el miércoles de ceniza y la llegada de la cuaresma. Desde la escuela nos llevaban a la ceremonia y todo el pueblo lucia durante el día la inequívoca señal de que había sido encenizado como correspondía.
Durante la cuaresma, los miércoles y los viernes no se comía carne, además el viernes se ayunaba. Aquellos que podían sacaban una “bula” en la iglesia que les permitía comer carne los miércoles. Era un especie de permiso que concedía el papa a cambio de una aportación a la economía de la iglesia.
Desde temprana edad, se hacía durante el tiempo de la cuaresma algún tipo de sacrificio. Entre los hombres era frecuente no fumar, no beber vino o café, no ir al casino a determinadas horas o no comer algún alimento determinado. Entre las mujeres el sacrificio estaba más relacionado con la comida, sobre todo los dulces. En algunos casos se hacían ente los matrimonios sacrificios más íntimos.
Tenían sus charlas y en los descansos jugaban al “pañuelo” en el salón, yo miraba a través de las ventanas lleno de envidia por estar dentro, también en los ratos libres tomaban el sol en el patio del cementerio que ahora ocupa el bar y la casa del cura. Cierto vez, a eso del mediodía, por alguna circunstancia pude entrar en el patio y estar entre ellos, todavía recuerdo la emoción que sentí de encontrarme allí como si fuera uno de los mayores.
Grupo de jóvenes en el descanso de los ejercicios |
Fotografía de unos ejercicios de los mayores, en el centro el sacerdote, D. Rafael y el misionero |
Los casados, hombres y mujeres, por supuesto separados, celebraban los ejercicios con los llamados “misioneros”, en casi todas las casas encontramos fotos con la presencia de esos misioneros, sobre todo una que están en el cementerio echando un sermón. Al final de los ejercicios les hacían establecer un compromiso. Cierto año que una gran mayoría de hombres se comprometieron a no ir al bar por la noche se produjo un aumento considerable de embarazos, con lo que al año siguiente hubo muy buena cosecha, ahora se encuentran llegando a los cincuenta.
El domingo de ramos tenía gran importancia, había que estrenar alguna prenda y se celebraba la procesión de las palmas y los ramos. Con las hojas de las palmas hacíamos “piñas y lagartos”. El lagarto era un tubo redondo que se trenzaba con la hoja de la palma, debido a su elasticidad, si introducías el dedo, cuando querías sacarlo cuanto más tirabas, más se encerraba sobre el dedo.
Las piñas más fáciles eran cuadradas, con cuatro hojas se iban trenzando, los más hábiles las hacían de varios pisos y las más difíciles eran exagonales. A los críos nos encantaba que nos la empezaran y hacerlas y que nos regalaran lagartos.
El miércoles por la tarde se juntaban las mujeres y los jóvenes para hacer el “monumento”. Los muchachos y las muchachas íbamos a las casas a buscar macetas, maceteros, colchas y sábanas, como otros adornos que se utilizaban cada año. Se colocaba en la capilla que hay a la derecha del altar, en la parte más alta se colocaba el sagrario, con cajas y tablas se hacía un especie de escalinata en la que se colocaban macetas y candelabros. Las paredes y las escalinatas se cubrían con colchas y sábanas bonitas y en el suelo alfombras. Todo rodeado con muchas velas que los vecinos traían para bendecirlas y era visitado y elogiado, la mayoría de las veces, por los residentes.
Antonio Merlos, de Valencia y sobrino de Quite, que además nos visita todos los veranos, me aclara mediante un correo que el misionero que aparece al lado de D. Rafael es el Padre Tovar, franciscano de Cartagena y que le dio clases a él en la escuela. También me comenta que el primero por la izquierda es Filiberto, tio de su madre, y el tercero D Juan el médico.
ResponderEliminarGracias Antonio, nos vemos en Topares, siempre.
Hola Alfonso, soy Juan Martínez Moreno, hijo de Germán. Te corrijo diciendote que el primero por la izquierda no es Filiberto, es Pepe el del molino. Un abrazo.
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