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Topares engalanado por la primavera |
Como cada año al llegar
mayo, San Isidro recorre los campos de Topares para que la cosecha colme las
ilusiones de los agricultores.
San Isidro, como no
podía ser menos, es el patrón de Topares, pues es conocido el dicho de que
“eres más de campo que San Isidro” y todo el campo topareño es una inmensa
alfombra aterciopelada de intensos verdes en toda una gama a la que da forma
las cebadas, los trigos, las avenas y todas esas hierbas que, con su
espontaneidad, a la llamada de la primavera, cubren nuestros ribazos y
linderos. Todo junto provoca una explosión de color que te alegra el alma y te llenan
de serenidad.
La población rural
disminuye con alevosía, llegar las fiestas y ver el pueblo semivacío
desconsuela. Entonces piensas en los que permanecen en él todo el año, en esos
días que un entorno de soledad sobrecogedor les envuelva, la fuerza que hay que
tener para aguantar así día tras día, para no cansarse y, pacientemente,
esperar ese momento de compartir conversación y amistad con los demás vecinos,
en unos encuentros que cada vez se distancian más.
Te hace recordar otros
tiempos, en que estas fiestas eran atrayentes para toda una comarca y sus calles
se llenaban de personas, propias y visitantes.
Grandes tiradas al
plato, bailes, concursos de tractoristas, reinas de las fiestas, corridas de
cintas, comidas participativas, colchonetas, tanto bullicio que ahora nos
cuesta trabajo recordad un pueblo lleno de vecinos, ruidoso y fiestero.
Grandes filas en la
procesión, con solemnidad, alineadas, entradas del santo peleadas, queriendo,
cada uno, manifestar su progreso, su posición, engalanados con las mejores
ropas, llenos de juventud, de infantes, de personas mayores y menores, todo el
pueblo lleno de vida.
Pero siempre, en todos
nosotros, permanecerá la tierra, sus colores y olores, que año tras año, nos
proporciona la fuerza y la ilusión para sentirnos orgullosos de la misma y que
al salir para regresar a nuestros lugares trabajo ya estamos pensando en cuándo
será el próximo regreso.
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Y siempre, siempre, nuestro cerro Gordo vigilante, protegiéndonos de todos los espíritus malignos. |