martes, 4 de marzo de 2014

El pasado viernes, día 28, se realizó la presentación de las publicaciones del Instituto de Estudios Velezanos, en Murcia, entre éstas el libro de “Relatos Velezanos II”. En un marco incomparable: el Museo de Bellas Artes, conjunto arquitectónico de gran belleza y que contribuyó a realzar el acto.

Museo Bellas Artes de Murcia

Fue motivo para desplazarme hasta allí el día anterior y estar con mi familia. Siempre que regreso a Murcia, después de una temporada sin hacerlo, me surgen emociones y recuerdos muy expresivos.
En este año, aprovechando que era día lectivo me acerqué a la escuela donde trabajé hace ocho años, el reencuentro con los compañeros que aún trabajan en la misma, hermanos pequeños de alumnos que había tenido, el día de sol en el patio, me transportaron a esos años de felicidad que pasé junto a Rosario en la ciudad del Segura.
El paseo por las calles del centro me llevó hasta la plaza del Teatro Romea, de sopetón me vino a la memoria mi llegada a la ciudad para estudiar la carrera. Fui un jovencito que con 10 años, marchó desde su pequeño Topares hasta Vélez Rubio para hacer el bachiller y, en ese momento, con 17 llegaba a Murcia para estudiar Magisterio.
Eran tiempos en los que no es que se hablara de crisis, es que la crisis era el estado permanente. Mi familia decide que nos desplazáramos todos y así, con la ayuda de algunos estudiantes realquilados, pudiéramos, nosotros, hacer la carrera. Nuestro sentido responsable nos decía que no había dinero para alegrías, pero con mucho sacrificio, mi madre nos procuraba,  los fines de semana algunas 50 0 100 pesetas.
De ella eran fijas las 45 o los 9 duros,  como les llamábamos mejor, que costaba asistir a las funciones de teatro que había en el Romea casi todas las semanas. Estaba en la puerta antes de que se abrieran, pues había que coger un buen lugar en la grada para ver el espectáculo sin nada que te estorbara. En la espera miraba la platea, envidioso de aquellos que podían asistir ocupando un lugar preferente, soñaba con las primeras filas que oirían hasta la respiración de los actores y disfrutaba con las palabras que se declamaban y el movimiento de los artistas en el escenario. Después vendrían los teatros universitarios en los salones de actos de las facultades, pero mi predilección del teatro ante el cine me permitió ver a los grandes de la escena española de aquellos años.
Hoy, cuando asisto a cualquier obra o concierto, ya a la platea, no puedo de dejar de mirar a la parte alta, lo que entonces llamábamos: “gallinero” y recordar aquellos años juveniles,  pletóricos de ilusiones,  y sentir como una corriente cálida de añoranza recorre mi cuerpo, dibujándose en mi rostro una sonrisa de complicidad con los inquilinos de esas localidades, alejadas del escenario, sí, pero vivas y ávidas de nuevas sensaciones y culturas.


Con todas mis evocaciones acudí al acto de presentación lleno de emociones, las palabras fluían desde mi interior sin poder dominarlas, surgían desde el corazón y la mente, sabia como es algunas veces, dejó que brotaran sin aplicarles ningún filtro que  ocultara los sentimientos del que escribe.  Rodeado de mi madre y mi familia, me sentí dichoso y favorecido.

Con mi madre, orgulloso con su presencia

Mi familia

Fotos familiares de Encarni Navarro
Foto del museo tomada de internet, se retirará a petición


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